Jeon Jungkook, un omega altamente respetado como médico, elige la tranquilidad de su aldea natal sobre las tentadoras ofertas que podrían haberlo impulsado hacia una carrera más prominente. A pesar de tener el talento para triunfar en cualquier luga...
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La risa alegre de los niños llenaba el aire, entrelazándose con el suave susurro del viento que acariciaba las hojas de los árboles cercanos. Una brisa fresca jugueteaba con su rostro, despeinando sus hebras castañas, mientras que cerraba los ojos, dejándose envolver por la sensación reconfortante. Los cálidos rayos del sol se filtraban a través de la ventana abierta, bañando su piel con una suave caricia y pintando su rostro con una luz dorada.
Las tardes de otoño eran, sin duda alguna, sus favoritas. Con las consultas terminadas y sin emergencias a la vista, podía considerar el día concluido. Por ello, optó por salir de casa y recorrer la aldea para disfrutar del clima agradable. A su paso, era recibido con entusiasmo y gestos cariñosos por parte de los aldeanos, los cuales él correspondía con una amplia sonrisa.
Jungkook, era un médico de renombre que había optado por quedarse en la serenidad de su aldea a pesar de las numerosas oportunidades que se le presentaron para triunfar en su profesión. Desde su infancia, su padre lo introdujo en el arte de la medicina, y desde entonces, demostró un talento innato. Su pasión más profunda residía en el deseo de ayudar a los demás. Por esta razón, se dedicó incansablemente a estudiar textos médicos y a perfeccionar sus propias técnicas. Su enfoque innovador lo llevó a desarrollar métodos únicos y altamente eficaces.
Pronto, sus logros se difundieron y personas de todas partes acudieron a la aldea en busca de tratamiento exclusivo de su parte.
A pesar de recibir innumerables propuestas que podrían haberle brindado un estatus elevado y un mayor desarrollo profesional, el omega siempre las rechazó. Insistía en que su deseo era simplemente permanecer en la serenidad de su hogar.
Después de la pérdida de su padre, quien era su único familiar, Jungkook tuvo que aprender a vivir por su cuenta. Sin embargo, los aldeanos se convirtieron en su familia, siempre velando por él para que no se sintiera solo. Esta conexión profunda hizo que ninguna oferta pudiera persuadirlo de abandonar su hogar y con el tiempo, los intentos de persuadirlo para que se trasladara a la capital se desvanecieron. En cambio, aquellos que necesitaban sus servicios debían viajar hasta su aldea para recibir tratamiento. Aunque ocasionalmente llegaba alguien que creía poder convencerlo, pero siempre terminaba siendo rechazado como todos los demás.
—¡Es el médico Jeon! —resonó el entusiasmado grito de un niño. Al darse cuenta de su presencia, los demás pequeños corrieron hacia él para abrazarlo. Siempre le decían que les encantaba su aroma a vainilla, y Jungkook que no tenía inconveniente en recibir muestras de cariño, dejaba que se impregnaran de sus feromonas. Por supuesto, tenía cuidado de que fueran suaves para no incomodar a sus padres.
Jungkook no mostraba mucho interés en el aspecto romántico; muchos ancianos del pueblo lo instaban a pensar en su futuro amoroso. Sin embargo, estaba tan inmerso en perfeccionar sus métodos médicos y descubrir nuevos que el amor quedaba en un segundo plano para él. A pesar de ello, cada vez que pasaba tiempo con los niños, no podía evitar sentir el deseo de algún día formar su propia familia.