La vida tiene fecha de caducidad.
Jimin jamás imaginó que ese día llegaría tan rápido para el amor de su vida.
Pero... ¿Qué pasaría si dos años después de su luto su hijo reconoce a alguien como su papá?
Una segunda oportunidad llegará para él, ¿pod...
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El sol volvió a salir, había un amanecer esperándolo junto al ruido de las aves.
Como cada mañana, todo estaba igual.
El despertar de ese día era igual al anterior, y sería igual al de la mañana Siguiente, porque en eso se basaba su vida, una rutina giratoria sobre su propio orbe.
Abrió los ojos y observó el techo por unos segundos.
"Tengo que levantarme"
Le gustaba pensar, era mejor que hablar en voz alta. Si él hablara, todos sabrían lo nublada que estaba su mente. Sabía que si sus pensamientos fueran liberados muchos lo señalarían, otra vez.
Parece que los ciclos de repetición se habían vuelto parte de su día a día.
Tomó aire, acarició la almohada a su lado y respiró profundo, tratando de captar un olor que estaba inerte, se levantó, y antes de tomar la perilla de la puerta de su habitación cerró los ojos, metalizó su realidad y luego puso una sonrisa en su rostro.
—¡Papi!
El cuerpo de su hijo se impactó contra sus piernas.
—Hola mi amor.—Lo cargó en sus brazos, lo apegó a su pecho y besó su negra cabellera.
Ese era el único rato de paz que su alma recibía, cuando ese pequeño cuerpo se aferraba al suyo, cuando esa voz suave hacía todo el ruido que le faltaba a su silenciosa vida.
SooBin era su rayo de sol.
—¿Dormiste bien, papi?—el niño tomó las mejillas de su progenitor y las aplastó.
—Lo hice bebé, gracias por preguntar. —le sonrió, sus ojos recuperando un poco de ese brillo que solía tener.—¿Tú como dormiste mi sol?
Avanzó por la casa con su hijo en brazos, dejándolo en su silla especial para recibir su desayuno: cereal acompañado de plátanos y un poco de miel. SooBin habría querido poner un poco de durazno, pero claro, era alérgico, como... él.
—¡Dormí bonito! -asintió y jugó con sus pies.—Anoche vi a papá.
Jimin tragó duro y guardó todas sus emociones en su garganta. No podía demostrar lo mucho que todavía dolía.
—¿Lo hiciste, bebé?
—Sí, es la estrella más linda del cielo. —respondió.—Le conté que iré a una nueva escuela.
Jimin dejó el desayuno de su hijo sobre la mesa y se sentó, solo bebería un café, sin azúcar.
—Eso está bien Bin.—le sonrió.—¿Hablaste de algo más con él?