Las tres semanas habían pasado. Angus estaba con Miguel en su regazo, escuchando la radio con una mirada de tristeza, directo al techo. Casi no se había bañado, estaba tomando un descanso de un mes del trabajo. Lo único que hacía era alimentar a su hijo, bueno, al menos lo que él veía como hijo, y a la vez él como padre, Miguel, y darle agua.
No le interesaba cuidarse a si mismo, y pensar que antes era su mayor prioridad, solo pudo llorar en su cama, pensando en el lechero cada vez que veía las botellas que acumuló, no quería beberlas, era lo último que le quedaban de él. Sabía que ya podía verlo, se moría por verlo, pero, ¿sería lo correcto? Cuando recordaba como Francis se retorció del dolor al intentar moverse, se sentía fatal. Se sentía culpable de haberlo hecho sufrir tanto.
Se sentía culpable de haber roto las reglas, de casi causar accidentes, de gritarle al portero, de todo. No podía no adjuntarse la carga, era como si dónde fuera que el pusiera la mano, todo alrededor se cayera. Sus sabanas y almohada no podían secarse de lo húmedas que estaban, y sus ojos buscaban cada vez más formas de llorar.
Hinchado como un globo, rojo como una manzana. No pudo sonreír un solo día desde entonces. Incluso si sus amigos venían a consolarlo diciendo que no fue su culpa y no pudo haberlo prevenido de todas formas, eso no servía. Porque la culpa que sentía tenía raíces profundas de las que poco o nada podía investigar. Y porque su forma de afrontar esta situación solo podía ser mediante esa salida de sentir peso y cargan frente a ella, aún si en el fondo supiera que en realidad no es culpa de nadie y solo un hecho desafortunado que paso.
Angus volvía a llorar, Miguel amasaba su panza para calmarlo, se decía que los gatos absorbían las tristezas de quienes amaban para ayudarlos, pero era tanta la que tenía Ciprianni que no pudo hacer más que consolarlo. Ronroneaba para distraerlo, duraba unos minutos antes de que volviera a su miseria.
Esta vez Miguel trato algo más, se acercó y empezó a darle besitos, cosa que al contrario lo impacto, y a la vez, lo conmocionó. Nunca antes un animalito había hecho eso, instantáneamente lo miro, abrazandolo. Lo lleno de muchos besos. Aquel golpe drástico y cambio de emociones los asustó a los dos, Angus suspiro, dejando a Miguel en su pecho a la par que miraba otra vez a una esquina de su habitación. — Lo siento, pequeño. Yo, bueno, soy un desastre — Suspiro cerrando los ojos, estaba cansado de llorar.
Miguel maullo, se negaba a pensar aquello, pero Ciprianni solo reafirmaba sus palabras una y otra vez. Y no solo era Angus el cansado, a la lejanía, el sentimiento era compartido desde una camilla, una férula, vendajes y anestesia local. Con las ojeras en un punto donde ya no sabían si era tejido necrotico o el hecho de llevar semanas sin dormir.
Mosses estaba más que exhausto pese a no haberse movido en todo este tiempo, y era precisamente aquello lo que le agotaba. Teniendo que haber visto a su hija desde una ventana, escuchar el ruido de gente ir de acá para allá, no poder moverse, llenar encuestas estúpidas de cien preguntas, ser pinchado en todos los lados. Pero la peor de todas, haber visto como un doppleganger se pasaba el sistema de seguridad, así como Ciprianni lo había hecho, pero sin buscar a nadie más que presas. No había llegado a su habitación, por suerte, pero sabiendo como habían ido las cosas en los últimos tiempos, ya esperaba el peor final sin miedo.
Por aquel evento el hospital tomo la medida de reforzar todo su equipo y contratar a más agentes del D.D.D para que se encarguen de aquellas vulneraciones. Vulneración que fue la semilla que empezó a plantar el sentimiento de la duda y desconfianza en la cabeza de Francis.
Tenía miedo del personal médico, de los pacientes, de los visitantes, temblaba si alguno se le acercaba, sin importar que tantas pruebas de ser humanos le dieran, él esperaba hasta al final, y por las noches vigilaba. Cuando Anastacha o algún vecino lo visitaba a ver cómo estaba, de inmediato los mandaba a inspeccionar. Aceptaba su muerte, pero no de aquella manera.
ESTÁS LEYENDO
"Conmigo a tu lado, nunca más te esconderas" Francis x Angus.
Fiksi PenggemarEn los años 50 una gran ola de doppelgangers se había desatado, la gente entraba en pánico, y tenía cuidado de con quién hablaba, al punto que en el edificio donde Francis vivía, se empezó a inspeccionar cada vez que alguien entraba, para asegurarse...