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A ESA HORA, el saiyajin todavía dormía, Bulma tenía algo de tiempo para hacer un cálculo de que nivel de gravedad podía soportar: para no hacer el ridículo como Yamcha, que tiempo atrás, casi había muerto por tratar de compararse con Vegeta.

La científica estaba consciente de que debía comenzar desde cero.

Solo sería una pequeña prueba, ni siquiera llevaba ropa adecuada para un entrenamiento.

—Ok, todo esto está bien, lo único que debo hacer ahora: es regular la intensidad a un nivel que yo pueda resistir.

Siendo aquella gran maquina su creación, pensó que podría manejarla sin ningún problema. Al terminar de programarla confirmó con alivio que resistía un nivel aumentado 11 veces, dio unos pasos hacia atrás con alegría, y entonces comenzó la pesadilla: los censores de ataque se encendieron automáticamente.

Los gritos de la muchacha se escucharon hasta la recamara de Vegeta, que corrió inmediatamente en su auxilio.

—Pero, ¡¿qué haces mujer?!

—¡Vegeta, ayúdame!

El saiyajin no llevaba su traje de entrenamiento, pero no lo pensó dos veces: se introdujo en la nave, y comenzó a interponerse entre la chica y las maquinas.

Impidió de una y otra forma que los ataques dañaran a la delicada peli azul, sin embargo, no logró evitar pequeños rasguños, y que el láser que se disparaba a toda velocidad desgarrara poco a poco la ropa de la chica, hasta que uno de los redondos y blancos pechos de Bulma quedara descubierto.

Al principio fue lo que menos importaba, pues ninguno tenía tiempo ni para pensar, sin embargo, la situación fue empeorando hasta hacerse una molestia.

Cuando una potente máquina le disparó de frente a la mujer, Vegeta, por salvarla, la tomó de su seno desnudo, para dar media vuelta y recibir el ataque en su espalda. A pesar de la adrenalina, ella notó la ruda mano del saiyano sobre su pecho, enrojeció de vergüenza, y reclamó de forma automática.

—¡Hey!, ¡Vegeta, me estás tocando!

En ese momento fueron rodeados: cuando las maquinas dispararon, Vegeta elevó a Bulma con ambos brazos, tocando con una mano su espalda, y con la otra, inevitablemente: su trasero, que a esas alturas ya estaba también semi desnudo.

—¡Vegeta!

—¡Cállate, mujer!, ¡todo esto es tu culpa!

Los incidentes se repitieron una y otra vez, hasta que al fin Vegeta acabó con todos los aparatos de ataque.

Ambos acabaron agitados, y con la ropa desgarrada casi por completo. Bulma trató de cubrir su seno desnudo con la poca tela de blusa que le quedaba, pero sorpresivamente la mano del saiyajin se lo impidió, y la jaló hacia él para besar su cuello con rudeza.

—¡Hey!, ¡¿qué haces?!

Vegeta estaba totalmente excitado: en primer lugar, por haber toqueteado tanto a la chica, y en segundo, porque cuando era soldado, después de cada batalla, los vencedores se quedaban con las mujeres. Esa naturaleza salvaje, y la incitación accidental tomaron dominio de sus acciones.

—Ah... Vegeta me duele.

A él no le importaba, avanzó para hacerla retroceder hasta caer sobre una mesa. Besó con pasión la piel descubierta de la hembra; luego se incorporó, y se quitó lo que quedaba de su camiseta.

—Vegeta, espera —completamente confundida, acerca de cómo el momento la hacía sentir, Bulma trató de hacer que se calme. Pero él estaba como poseído: procedió a terminar de desnudarla.

ᑌᑎᗩ IᑎSEᑕTᗩ ᑭᗩᖇᗩ ᑌᑎ ᑭᖇÍᑎᑕIᑭEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora