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Bulma se levantó temprano aquella mañana, ya llevaba cinco meses de embarazo, pero la barriguita que cargaba parecía de casi siete.

—Vaya, si pesas tanto ahora, no quiero imaginar cómo será después. ¿Nacerás grande verdad, mi amor? Sabes anoche decidí tu nombre: Serás Trunks, Trunks Brief, y un día, cuando la gente se tope contigo en la calle, con respeto te saludarán: Buenos días Dr. Trunks Brief. Me sentiré tan orgullosa, mi querido hijo.

Ya todos en casa sabían el sexo del bebé, a la ginecóloga no le había costado trabajo saberlo.

—No hay duda de que eres hijo de tu padre —dijo Bulma entre risas, refiriéndose al atributo masculino de ambos sayanos.

Desde que Vegeta tomó su distancia, a ella le dio por hablar siempre con ese pequeño ser que llevaba adentro, gracias a él no se sentía sola.

Se arregló lo mejor que pudo, y salió de su dormitorio para dirigirse a su laboratorio: quería avanzar un poco su nuevo proyecto antes del desayuno. Lo que no esperaba era toparse con el sayano, que normalmente entraba y salía por su propia ventana.

Después de su última discusión no habían vuelto a tener una charla larga: ella se mantenía en su cuarto de trabajo, y él en su nave de entrenamiento. Y a la hora de desayunar, almorzar o cenar, era Panchy quien le llevaba los alimentos al padre de su nieto.

Esa mañana coincidieron en el pasillo. El sayano seguía siendo igual de arrogante, no se movió ni un centímetro para dejarla pasar, y se quedó mirándola a detalle.

Ver a esa mujer hermosa cargando un hijo suyo en el vientre, lo hacía sentirse orgulloso de sí mismo, y también lo excitaba de una forma extraña.

El cambio físico de Bulma en lugar de bajarle la libido, había provocado en él más deseo sexual: Un efecto muy normal en los varones, pues por naturaleza, embarazar a una mujer provocaría en un hombre una sensación de logro, y superioridad ante otros de su mismo género.

Era una lástima que para Vegeta, ese sentimiento de éxito, no fuera suficiente para sentirse realizado en este mundo. A pesar de lo importante que era para su raza, sobre todo para su sangre noble, tener un heredero.

Bulma no se dejó intimidar por esa mirada que solía quemarle la sangre.

—Buenos días, Vegeta. Espero que tengas una buena jornada —reanudó su marcha—. Adiós.

El saiyajin sujetó su brazo antes de que pudiera alejarse de él.

—Espera.

—¿Qué pasa, Vegeta? No quisiera que yo o el bebé perjudiquemos tu entrenamiento.

Hasta lograr dormir se le había complicado al hombre, necesitaba el olor y el calor del cuerpo de la peli azul para conciliar el sueño. Pero era demasiado orgulloso para admitirlo.

—Yo solo quiero saber porque no has fabricado más máquinas de pelea para mí.

—Tengo entendido de que mi padre te proporciona un buen número cada mañana.

—No es suficiente.

—Bien, le diré que fabriqué más, pero trata de no abusar, él ya trabaja demasiado.

—¿Y tú?

—No debería darte explicaciones, pero yo estoy ocupada con un proyecto más grande.

—Creí que yo era tu prioridad.

—¿Tienes alguna queja, Vegeta? Además de un mayor número de máquinas de batalla, ¿te ha faltado algo más?

Le faltaba ella.

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⏰ Última actualización: Jun 15 ⏰

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