CAPITULO INTERMEDIO

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CAPITULO INTERMEDIO. 

Una semana, y éramos buenos amigos.

Claro que, cada vez me gustaba más, no podía negarlo.

Porchay era especial, absolutamente perfecto. Tenía un carisma precioso, una forma dulce de ver la vida y siempre trataba de dar lo mejor de sí mismo incluso si aquello le costara más de lo que debía, él jamás decía que no. Penalmente, es la persona que más me ha ayudado, gracias a él tengo mis materias en orden, lo único malo: Joe.

No era un mal tipo, todo lo contrario, podía ver lo mucho que quería a Chay y era demasiado doloroso pero creo que, a medida que pasaba el tiempo, iba acostumbrandome al dolor, no a ellos, si no a cómo me sentía cuando estaban presente. Usualmente, no los veía, prefería irme o algo así, me excusaba que tenía que ir al entrenamiento de apnea o a mis clases de piano, eran actividades extracurriculares que había escogido para ver en las tardes después de la jornada natural. Chay había elegido canto, tenía una voz preciosa y me hubiese gustado estar con él pero Joe solía ir a verlo, así que entendí que por más que quisiera, ese no era mi lugar.

– ¿Crees que canto bien? – preguntó una vez en el patio de su casa

Estiré mis piernas a su lado – ¿Bien? No, Chay, cantas hermoso – creo que lo dije con devoción porque me observó una clara sonrisa en el rostro.

– ¿Tú de verdad crees eso? – preguntó esperanzado

No entendía porque su inseguridad, él sabía que lo hacia muy bien, Porchay era un chico seguro de si mismo, pocas veces alguien podía hacerlo sentir menos, lo sé por la forma en la que se expresa con sus amigos y con su novio.

– Si – asentí

Ambos miramos el cielo, estaba muy estrellado en esta ocasión, hace mucho, quizá nunca había visto un cielo tan bonito como este, quizá era porque Porchay estaba a mi lado tarareando una canción de cuna.

– ¿Cómo aprendiste a tocar piano? – inquirió

– No lo sé, creo que lo hago desde que tengo memoria – respondí

Y era cierto, cuando llegué al internado ya sabía y no tenía memorias de cómo aprendí a tocar, quizá fue mamá... ella era artista también, posiblemente ella me enseño pero no estaba seguro.

– Pues para no recordar como aprendiste, lo haces increíble – susurró

Sonreí, sabía que yo tocaba bien, no era por alardear o ser poco humilde pero creía en mi talento, sin embargo, que él lo dijera se sentía diferente, se sentía que realmente lo hacia bien. A él le gusta y eso era mejor que cualquier cosa.

– Gracias – le dije

– ¿Sabes una cosa? – se giró hacia mi y yo le coloqué atención – Fui con mis padres al orfanato...

Lo miré fijamente porque lo que diría sería una confesión importante. Era maravilloso cómo la luz de la luna le daba directamente en los ojos, incluso podía decir que brillaba más de lo normal.

– Ese día no te conocíamos, mis padres habían visto a otro chico, uno más joven – contó – Creo que se llamaba Arm, no lo sé, no me agradó, no preguntes porqué... – jugó con sus manos, parecía nervioso – Así que cuando ellos estaban hablando con él yo simplemente me fui... dije que iba para el baño pero lo cierto es que quería largarme de allí, odié mucho ese lugar.

Lo entendía, yo también lo odié por mucho tiempo... no podía explicar lo mucho que me atormentaba pensar en algún momento consideré ese lugar como mi supuesto hogar, quizá porque pensé que a estas alturas de mi vida no iba a conocer nada diferente, no lo sé.

– Pero me desvié y... terminé en un lugar solitario, no había nadie y cuando iba a regresar, escuché unas notas preciosas, era una melodía un poco melancólica pero fue suficiente para decidir que tenía que continuar, así que seguí el sonido y... – entonces sonrió suavemente – Te encontré, Kim.

Mi corazón se había acelerado de una manera inexplicable, no sabía de esto, pensé que habían sido los señores Kittisawast, pensé que ellos fueron los que me descubrieron pero... esta parte de la historia estaba perdida en mi cabeza porque no lo sabía.

– ¿Tu... me escuchaste? – pregunté a poca voz

Porchay asintió – Y no solo te escuché, me oculté detrás de la puerta y te vi tocando, la luz del sol entraba por esa ventana y tus ojos brillaban, aunque parecías algo triste – murmuró – Sin embargo, pensé que quería escucharte tocar cada vez.

No sabía como reaccionar ante esa confesión, era como si me hubiese dicho que quería conservarme por mucho tiempo, sea como sea, mi cuerpo reaccionó por si solo, me incliné y besé su mejilla, hinchado de amor por él, lo sentí suspirar y luego cuando me alejé estaba mirándome fijamente a los ojos, posteriormente a los labios.

– Perdón – solté viéndolo como parpadeaba – Yo... me deje llevar y...

Pero él ya sonreía – Está bien, me gusta – dijo y colocó su mano sobre la mía – Podemos tener esta confianza, somos familia.

Lo que sucedía es que ese beso no fue de hermanos, al menos no para mi... pero no le contradije, solo asentí.

– Después de eso le dije a mis padres que había alguien en el orfanato que estaba destinado a tener un lugar entre nosotros – Porchay apretó mi mano – Me alegro mucho de haber ido ese día, Kim.

– A mi también me alegra, de no ser por ti, continuaría en ese lugar y...

Pero él ya negaba – No, no hablarás de eso – interpuso – Se el daño que te causa recordar tus días en ese lugar y me pregunto cada vez, ¿por qué? Pero se que preguntártelo solo causará más dolor y no deseo eso.

Yo sabía que podía confiar en él, lo sentía en el fondo de mi corazón y no por lo que sentía, si no porque realmente Chay era una buena persona, de las mejores que he conocido.

– Algún día espero contarte... – pero ahí murieron mis palabras – Ahora no me siento listo, perdón.

– No tienes que disculparte – sonrió –

Ambos nos quedamos mirando por un segundo, la brisa comenzaba a tornarse más fría.

– Creo que deberíamos entrar o nos enfermaremos – dijo poniéndose de pie

Su tacto con el mío desapareció y lo extrañé enseguida, Porchay realmente me gustaba bastante. 

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