Capítulo 2: Selección

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Despertó demasiado temprano para levantarse y demasiado tarde para volver a dormirse. Él gimió, se levantó de la cama de todos modos y tomó algo de ropa limpia que tenía de uno de sus cajones. Se dirigió al baño arrastrando los pies, donde abrió el agua e intentó regular la temperatura a un grado aceptable.

Al alcanzar dicha temperatura deseable, se desnudó y se metió en la ducha. Su pelaje estaba enmarañado con agua y de él salía vapor mientras se aplicaba varios champús y se lavaba. Hizo gárgaras con el agua de la ducha y la escupió, eliminando parte del sabor del sueño, y se estremeció por el ahora aparente frío.

Terminó de ducharse, se secó y se vistió apresuradamente. Continuó temblando por un momento mientras se cepillaba los dientes, realizando el ritual matutino para prepararse para el día. Se miró al espejo, mirando al zorro que le devolvía la mirada. Pelaje de color naranja rojizo, ligeramente marrón hacia las orejas, las medias y la cola. Tenía blanco viajando debajo de su barbilla y a lo largo de su cuerpo, y en la punta de su cola. Sus ojos eran amarillos e inmóviles, fijos en sí mismo.

Terminó de cepillarse los dientes y escupió la mezcla limpiadora. Se secó el sueño de los ojos y regresó a su habitación, arreglando ociosamente su ropa y su apariencia general. Escuchó suaves ronquidos a lo lejos.

Encendió su computadora y revisó los sitios web que frecuentaba habitualmente, confirmando que no había nada nuevo. Suspiró, volvió a ponerlo en modo de suspensión y regresó a meterse en la cama, calentándose bajo las sábanas.

Cerró los ojos por lo que pareció un segundo, hasta que escuchó la alarma sonar a su lado, indicando que era hora de despertar y que se había vuelto a quedar dormido. Sintió como si no hubiera dormido nada. Apagó la alarma, se levantó de la cama y bajó las escaleras.

Vio su almuerzo empacado encima de la encimera de la cocina. Su madre se fue temprano, pero aun así logró prepararle un almuerzo antes de partir. Sus papeles estaban al lado, firmados por sus dos padres. Su padre todavía dormía y lo envidiaba.

Agarró todo a toda prisa y se fue. En casa no había nada para él, sólo las posibilidades que le esperaban.

[...]

En la escuela, llegó un poco temprano a su primera clase. La puerta estaba abierta, así que la abrió y entró, tomando el mismo asiento que tenía el día anterior, listo para recibir con quién se asociaría, quien previamente había decidido que sería uno de sus amigos. Sólo necesitaba esperar la prueba y los resultados.

Finalmente llegó el momento en que los demás entraron poco a poco en el aula, tomaron asientos al azar y charlaron en voz alta. Sacó sus papeles firmados, los colocó sobre su escritorio y esperó al profesor.

El profesor no tardó en llegar poco antes del timbre que señalaba el inicio de la clase. Trajo una pila de papeles y comenzó a distribuirlos ociosamente entre los escritorios, sin importar si había alguien dentro o no. Fueron volteados y pidió a los presentes que no los voltearan hasta que se les indicara que lo hicieran.

Cuando llegaron todos, comenzó la prueba. El zorro agarró el papel, le dio la vuelta y se quedó mirando las preguntas. Suspiró y perezosamente garabateó sus respuestas en el papel. El material le resultaba sencillo, y si eso era lo que contendría el curso, le sería inútil, salvo un crédito. Terminó en sólo unos minutos y no mostró nada de su trabajo, porque todo estaba en su cabeza.

Miró alrededor de la habitación lo más discretamente que pudo, principalmente con movimientos sutiles y mirando por el rabillo del ojo, y como era de esperar confirmó que nadie más había terminado, al menos que él podía ver. No descartó la posibilidad de que alguien pudiera haber terminado y haber estado dibujando en su papel, como es costumbre entre quienes sufren tanto aburrimiento.

"𝐂𝐚𝐫𝐠𝐚𝐬"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora