Capítulo V - La maldición

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Franco Marengo y Juan Zubeldía eran mejores amigos. Compañeros de vida que habían compartido escuela, colegio y universidad sobreponiéndose a las dificultades que conlleva construir una relación de amistad a tan largo plazo.
Estaban tan acostumbrados el uno al otro que había oportunidades en que la gente los veía actuar de la misma manera o vestir ropas similares o incluso encontrarse con las mismas mujeres.

Estos dos muchachos, que se habían recibido de profesores, el primero de matemática y el segundo de química, tenían las vidas más pacíficas de todas hasta que, al igual que a mí, las circunstancias laborales los condujeron a este lugar maldito.

Ambos se afrontaron a la sombra de bienvenida y a la mujer de la plaza. Sin embargo, lejos de acobardarse, se volvieron fanáticos del misterio y del terror y juntos iniciaron la investigación más grande sobre este pueblo, tan grande que mis narraciones no son más que un pequeño vástago de aquella obra descomunal.

Y aquí es donde empieza nuestra historia, en el punto en donde ambos jóvenes están a pocas letras de terminar de documentarse y narrar todas las historias conocidas que alguna vez ocurrieron en la Ciudad Onírica.

Anteriormente se ha mencionado que, desde lo ocurrido con la señorita Lozano, nadie jamás se ha armado de valentía para visitar las malignas aguas del Lago de los Escalofríos. Pero esto no es cierto del todo. Aún hay un par de personajes que se encargaron de corroborar las profundidades con un posterior destino fatal. Estamos hablando de los profesores Marengo y Zubeldía.

Estos dos amigos, apasionados de la pesca, se propusieron sacar a flote y fotografiar algún monstruo del lago o al menos un pez común y corriente que diera indicios de que allí era posible la vida, aunque cabe aclarar que en esta empresa no tuvieron éxito.

Fue entonces que, segados por la pasión de hacer historia y culminar su investigación, compraron equipo de buceo y una lancha y se dispusieron a entrar en el lago.

Según el relato de los vecinos, fue Juan quien se sumergió. Él era el más atlético de los dos y tenía más experiencia como buzo. Se dice que permaneció inmerso al menos media hora y que al salir el joven alzó las manos en señal de victoria y, como un guerrero que ha superado la mayor de las adversidades en la batalla, gritó que había descubierto el misterio más grande de la ciudad.

Así fue que Juan escribió un último artículo en la investigación y se volvió famoso en el lugar. Era el hombre que se sumergió y sobrevivió al Lago de los Escalofríos. Sin embargo, las desgracias comenzaron a asolarlo más pronto que tarde.

Se dice que todo comenzó cuando su piel empezó a sufrir de quemaduras y ronchas tan terribles que le habían dejado la piel en carne viva y que, al estar acostado, en parte por el dolor pero mucho dicen que aquello era porque estaba maldito, profería gritos tan escalofriantes que se escuchaban en toda la ciudad.

Más tarde empezó a quedarse ciego mientras que, muy paulatinamente, iba perdiendo la capacidad de hablar. En donde antes había una cabellera rubia, juguetona y enmarañada ahora no quedaba más que una calva cenicienta y fría en donde, según los vecinos, podía verse la marca de su maldición.

Del joven Juan Zubeldía, brillante profesor de química, pronto no quedó más que carne en descomposición y una mente repleta de incongruencias.

Hablaba solo por las noches y siempre pronunciaba la misma frase: “Es una tragedia. Necesita una tragedia para vivir.” Aquella frase era lo único que salían de sus labios magullados.

Su mejor amigo, Franco Marengo, comenzó a distanciarse, no porque estuviera falto de cariño hacia su amigo, sino porque sentía que Juan estaba desquiciado y le haría daño.

Fue entonces que la tragedia tan anunciada ocurrió.

Una mañana del 27 de abril de 1993, el profesor Zubeldía fue encontrado muerto con la mitad derecha del rostro convertida en un amasijo de carne irreconocible. Estaba tirado a la orilla del lago y en la arena había indicios de que algo terrible había acontecido. Cobijaba entre sus manos una nota escrita con sangre y dolor que anunciaba lo siguiente:  "Este es el destino de todo aquel que se atreva a tocar el agua: locura y tragedia. Mi amigo, el mejor hombre que he conocido, tan parecido a mí, tan mío... Tuve que hacerlo. Necesitaba volver; necesitaba alimentarlo y advertirles. Tuve que hacerlo. Estamos todos muertos."

Ese mismo día, la casa que compartían los amigos se incendió, perdiéndose así todo producto de la obra que escribieron juntos.

Según se dice, Franco Marengo intentó en los días previos abandonar la ciudad. Sin embargo, la mayoría cree que le pasó lo peor.

He intentado atar cabos en este asunto hasta el hartazgo, sin embargo, mis esfuerzos han sido inútiles. Una posible hipótesis descabellada, completamente incomprobable por ahora, hace referencia a que Juan fue poseído o inducido de alguna manera por una criatura del lago y usó a su amigo Franco para alimentarlo a manera de sacrificio.

Creo que si alguna vez quisiéramos encontrar al profesor Marengo, sería un caso sencillo de resolver. Sólo habría que explorar las profundidades del lago con todo lo que eso implica.

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⏰ Última actualización: Apr 29 ⏰

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