Zehn (10)

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Angel meneo las caderas hasta acercarse a Alastor, el cual permanecía con ambos brazos cruzados tras su espalda.

Ambos se veían a los ojos sin mover un solo musculo.

—Al, ¿a qué estamos jugando, amor? —quiso saber Angel dando un paso más, casi rozando el cuerpo de Alastor con su pecho.

El contrario solo estiro un poco su sonrisa, soltó una suave risa y por fin movió una de sus manos. Tomó a Angel de la cintura y antes de que este se diera cuenta, ya estaba contra la pared del ascensor, siendo aprisionado por el cuerpo del demonio rojo. Sentir el calor contrario de pronto le hizo que su corazón latiera ferozmente contra su pecho. Y estaba seguro de que ese era el efecto que Alastor buscaba en él.

—¿A qué quieres jugar, Angel? —para sorpresa de Angel, la coqueta voz de Alastor, le desarmo de diferentes maneras. No había burla en ella.

Escuchar su nombre salir de los labios de aquel sujeto, causó una revolución en su interior que no pensó volver a experimentar en toda su vida, de pronto su cuerpo se encontraba pidiendo por más. Quería mucho más de aquel demonio.

Sabía que estaba jugando un juego peligroso, pero no podía detenerse, al menos no a esas alturas del partido. Alastor era todo lo que debía evitar, pero ahí estaba, en su cuerpo y una pared.

¡Oh, Al!—fingió jadear Angel, mientras movía dos de sus brazos por la espalda de Alastor, enredando el otro par en los hombros del contrario, deleitándose al darse cuenta de que ese suave toqueteo no le arrancó los brazos—, quiero que hagas un desastre de mí —susurro en el oído de Alastor, sintiendo como este se tensaba, por haber usado sus palabras en su contra.

Se alejó de él para poder ver su rostro y descubrió una sonrisa apenas perceptible.

Angel acercó su rostro hasta el de Alastor, rozando la nariz del contrario, haciendo que la respiración de ambos se mezclara. La fricción entre sus cuerpos no hacía más que entorpecer más la situación en la que se encontraban. Los labios de ambos se rozaron cuando un gruñido provino de Alastor, sobresaltando a Angel. De un momento a otro la presión en sus caderas creció y por un segundo, creyó que le clavaria las garras.

De pronto las puertas del ascensor fueron abiertas y en cuestión de segundos el cuerpo de Alastor se fundió desapareciendo del ascensor; dejando a un Angel con las piernas temblorosas. Este se recargo del todo en la pared del ascensor mientras se resbalaba por esta hasta el piso de aquel pequeño cuarto. Las puertas se cerraron nuevamente, pero a Angel ya no le importo. Su respiración agitada y su cuerpo tembloroso eran en lo único en lo que podía pensar en ese momento.

Todo eso había sido una completa locura.

Se llevó una de sus manos hasta su labios, sintiendo como si estos quemaran. Ni siquiera lo había besado, no lo había tocado ni le habían tocado como habitualmente lo hacían y aún así su cuerpo entero era un desastre.

Apretó con fuerza los labios.

Simplemente no podía creer lo que acababa de ocurrir.

—No jodas —dijo sorprendido llevándose un par de manos a la cara, sentía como esta comenzaba a arder conforme su cerebro materializaba la idea con la que menos le hubiera gustado familiarizarse—, ¿me gusta Alastor?

—No jodas —dijo sorprendido llevándose un par de manos a la cara, sentía como esta comenzaba a arder conforme su cerebro materializaba la idea con la que menos le hubiera gustado familiarizarse—, ¿me gusta Alastor?

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Interferencia [Radiodust]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora