4. Beso en la Frente

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Desde su llegada a Kaer Morhen, Jaskier había mantenido cierta distancia con Geralt. No era intencional, pero el brujo estaba ocupado con todo el asunto de Voleth Meir, Cirilla, la muerte de sus hermanos y, por supuesto, Yennefer.

Jaskier no tenía cabida ahí, lo que menos quería era agobiar al pobre brujo más de lo que estaba, podía esperar. Y además, él mismo tenía sus propios problemas con los que batallar, uno de ellos era la constante sensación de frío que sentía por las noches, ya que el miedo se arraigaba en su ser  cuando estaba cerca del fuego.

Él nunca había tenido miedo de algo tan común.

No antes de Rience.

El simple acto de recordar el nombre del mago le ponía los nervios de punta, al mismo tiempo que avivaba el dolor de las quemaduras en sus dedos. Pero eso no era todo, a la vez surgían pensamientos sombríos que insinuaban la posibilidad de que sus dedos ahora serían totalmente inútiles para tocar el laúd.

Rience lo había jodido por completo.

El bardo (¿Se podría seguir llamando bardo a un sujeto que ya no tenía un laúd y muy probablemente era incapaz de tocar algún instrumento?) Pasaba sus días con una botella de Est Est en mano, dando un sorbo cada que un recuerdo amargo lo asaltaba. Jaskier saqueaba las botellas del almacén de la fortaleza, y los brujos, ocupados lidiando con el dolor de sus hermanos caídos y la reparación del lugar, ni siquiera se daban cuenta de que Jaskier se encontraba ebrio la mayor parte del tiempo.

Por lo menos eso es lo que el bardo creía.

...

La noche llegó rápidamente para pesar de Jaskier, quien había empezado a detestar la oscuridad, o más específicamente, el no poder hacer nada contra ella, no poder encender siquiera una vela, todo debido a su estúpido miedo.

Con pasos tambaleantes se dirigió a su habitación, entonando su canción más reciente. En realidad, no estaba en total estado de embriaguez para su decepción, ya que Jaskier notó con un poco de alarma que las reservas de alcohol habían rebajado considerablemente desde que comenzó con esos hábitos de beber.

Lo que menos deseaba era que lo echaran de la fortaleza en pleno invierno solo porque no podía controlarse. Entonces ideó un plan, que básicamente era limitarse a tomar una sola botella por día. No estaba funcionando, pero no tenía de otra.

Al entrar a su habitación, inmediatamente se tiró en la cama, hubiera optado por sentarse en la silla, pero no quería acabar como la noche anterior cuando se quedó dormido en una posición sumamente incómoda mientras escribía en la mesa, y al despertar tenía un dolor horrendo en el brazo, el cuello y la espalda.

Jaskier le dió un sorbo a su botella, y se dió un momento para repasar los acontecimientos recientes.

No era difícil darse cuenta de que Geralt había tomado un papel más allá de protector para Cirilla, probablemente el gran Lobo Blanco lo negaría, pero el amor y cariño hacia la princesa estaban escritos en cada una de sus acciones. Partiendo desde que tuvo a la hechicera al otro extremo de su espada de plata por haber pretendido dañar a la niña, algo que Jaskier jamás creyó ver. El bardo estaba totalmente convencido de que Geralt prefería matarse antes que dañar a Yennefer, pero bueno, el mundo siempre encontraba la forma de sorprender a Jaskier!

Volviendo al punto, el brujo se había convertido en una auténtica mamá gallina, el bardo sonrió ante su pensamiento, siguiendo a la princesa cada que entrenaba, y si Cirilla tropezaba o conseguía una herida, Geralt no la soltaría hasta comprobar que no fuera grave, ignorando por completo los quejidos de la niña.

Era tan obvio que el brujo, sin querer, había tomado el rol de padre de la princesa, y... Y Yennefer el rol de madre.

La sonrisa de Jaskier desapareció,

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⏰ Última actualización: May 01 ⏰

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