Capítulo 02: Cientos de recuerdos

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Micaela salió del baño con el corazón latiendo con fuerza en su pecho, había estado encerrada en uno de los cubículos, perdida en sus pensamientos durante lo que pareció una eternidad; finalmente, luego de ocultarse por más de cinco minutos había tomado una decisión, una que había estado posponiendo durante mucho tiempo.

Era una tarde soleada en el Alcázar Madrid, por lo que la mayoría de los estudiantes se encontraban pasando el receso de las clases en el patio, entre ellos, Nicholas, quien se encontraba jugando baloncesto con algunos de sus compañeros, sin embargo, este no tardo en dejarlos de lado cuando vio a Micaela llegar finalmente a la mesa que solían compartir con algunos de sus amigos durante los descansos.

Ya habían pasado dos años desde que se habían vuelto mejores amigos, compartiendo risas, secretos y momentos especiales en los que se involucraba el uno al otro, pero ahora, había algo más que ella necesitaba decirle. Ambos eran lo suficientemente francos el uno con el otro como para tener la confianza de decir cualquier cosa y ser lo suficientemente maduro como para hablar lo que fuese, pero esta vez era distinta.

—Ey, por fin llegas —Habló Nicholas una vez que estuvo lo suficientemente cerca de la joven.

—Estaba ocupada. —Se limitó a responder ella mientras pasaba una mano por su cabello para acomodarlo detrás de su oreja, buscando con su mirada al resto de amigos—. ¿Dónde están los demás?

—Aparentemente estaban vendiendo postres exquisitos en la entrada, así que fueron a ver si lograban comprar —Anunció el azabache sonriendo con diversión mientras se encogía de hombros.

—...Nicholas —Dijo Micah con su voz temblando, pero decidida a confesarle sus sentimientos incluso si aquello traía problemas en su amistad.

—¿Qué pasa, Micah? —Quiso saber él, girando su cuerpo hacia ella mientras tomaba asiento sobre la mesa, sus ojos verdosos curiosos no tardaron en posarse sobre los de la joven, notando la expresión seria en su rostro.

—Hay algo que necesito hablar contigo —Micaela inhaló profundamente, reuniendo toda su valentía antes de finalmente soltarlo bajo la atenta mirada del menor, quien esperaba pacientemente a que continuara con una pequeña sonrisa en sus labios—. He estado pensando mucho en esto últimamente, y creo que es hora de que lo sepas.

—¿Por qué estas tan seria? ¿Debo preocuparme? —Pregunto Nicholas borrando levemente su sonrisa mientras extendía su mano hacia la joven para atraerla un poco más cerca de él, observándola con algo de cautela.

—Nicholas, he estado sintiendo algo... algo más que amistad hacia ti —Confesó Micaela, sintiendo su corazón latir con fuerza en su pecho bajo la atenta mirada del menor—. Durante mucho tiempo, he estado luchando contra estos sentimientos, temiendo que pudieran arruinar nuestra amistad, pero ya no puedo ignorarlos más.

Hubo un momento de silencio tenso mientras Nicholas procesaba las palabras de Micaela, sus ojos buscaron los ojos ambarinos de la joven tratando de leer sus emociones. Siempre le había sido fácil entender a Micah con solo mirarla, esta vez no era para nada diferente, era capaz de notar que ella estaba siendo completamente sincera, sin embargo, eso no quitaba el hecho de que él también se encontraba ansioso ante aquella confesión.

—¿No vas a decir nada? —Cuestionó la castaña abriendo levemente sus ojos con algo de exasperación—. Acabo de decirte que me gustas y parece como si tuvieras ganas de ir al baño y no pudieras...

—Acabas de decirme que te gusto y de repente sales con ir al baño —Se quejó el azabache frunciendo el ceño mientras contenía las ganas de soltar una carcajada.

—Lo siento, estoy nerviosa y muy aterrada así que recházame pronto para que me vaya a llorar como una tonta al baño para que nadie me vea...

Antes de que Micaela pudiese seguir hablando más, Nicholas se inclinó hacia adelante para terminar uniendo sus labios en un suave beso, el contacto fue tan repentino para Micaela que se quedó sin aliento por un momento, sus ojos se abrieron de par a par por la sorpresa, aquella había sido la manera más cálida en que pudo haberla callado, los labios del labios del menor se encontraban sobre los suyos, besándola con ternura y algo de torpeza, pero definitivamente el nivel de emoción contenida era otra en su interior, por lo que no podía pensar en otra cosa que no fuera estar besando a su mejor amigo, nada más y nada menos que Nicholas De Alba.

Gritos de Amor #PiwkenyeyuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora