La hora de la alegría

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El pánico lo afectaba, entre el llanto de los pequeños y el lamento de los heridos, al punto de que su pecho se trancó afectado por la devastación que lo rodeaba, por unos breves instantes le costaba respirar “¿Qué hago?” se preguntaba Dogday sin encontrar una respuesta… “¿Por qué?” se preguntaba mientras veía como sus compañeros eran abatidos por la nueva realidad.

 “No… no puedo” se dijo mientras se afirmaba de sus ideales y recobrando el valor empuñó sus manos, él era líder de los Smiling Critters, no podía darse el lujo de dudar.

Él gran perro naranja siempre fue el fuerte pilar que mantenía la armonía en el playcare y ahora no se podía permitir fallar.

— ¡Bubba! — llamó el perro con decisión. El gran elefante azul lo miró de inmediato — Has un reporte con el numero de heridos y una lista de los medicamentos que necesitamos.

— Kickin alístate para salir…

— ¿Acaso te volviste loco? ¡Si nos ven nos mataran! — replicó el pollo amarillo afectado por los nervios.

Dogday se mantuvo firme y se acercó a su compañero sin dar tiempo a la inseguridad.

— Kickin, esta gente nos necesita —su voz compasiva y decidida hizo lo posible por tocar el corazón de su amigo quien se mantenía reacio a seguir la instrucción, el perro le brindó una sonrisa cálida y tocó su hombro para infundirle valor —, no irás solo, lo haremos juntos.

Kickin, asintió no muy cómodo con la idea pero al final obedeció a su líder.

— Crafty, tu ve a los niños, usa tu habilidad para mantenerlos tranquilos — la unicornio asintió temerosa, pero se puso manos a la obra — Bobby, quédate con los heridos y trata de salvar a los que puedas mientras Kickin y yo volvemos con la medicina.

— Dog aquí esta la lista — volvió Bubba con lo requerido.

— Gracias amigo.

— Hoppy — la coneja se acercó en cuanto escuchó su nombre — explora la zona y busca una salida, eres la más rápida y ágil de todos nosotros, busca ayuda, confío en ti.

— Enseguida — dicho esto la coneja se adentró en un ducto de ventilación y desapareció de la vista de todos.

El perro contempló una vez más a los heridos, a los niños y a sus camaradas e hizo acopio a su fuerza para mantenerlos a todos con esperanza.

— Amigos, la ayuda no tardará en llegar — dijo en tono alto y confiable — mantengamos la calma, nosotros los protegeremos, permanezcan juntos y no pierdan la fe, saldremos de aquí, se los prometo.

Sus palabras dieron algo de tranquilidad a los oyentes, pero en los corazones humanos se propagaba el miedo y el odio hacia los causantes de toda esa destrucción llevándolos a mantenerse al margen de los juguetes que se habían comprometido en protegerlos. Indecisa Bobby trataba de no reparar en los comentarios hirientes que alcanzaba a escuchar de quienes no estaban en un estado crítico, pero su sensibilidad le jugaba en contra.

Bubba se aferraba a su infinita paciencia para repartir las provisiones de manera equitativa, deseando que Dogday no se demorara mucho pues era el único que podía apaciguar el descontento.

— Bubba, no pude parar el sangrado… está muerto — se lamenta la osita roja.

— Entiendo Bobby, pero no descuides a los demás heridos.

— Lo sé, usé mi habilidad para aminorar su dolor, pero no puedo hacer mucho sin la medicina o herramientas para sanarlos.

— Hacemos cuanto podemos — respondió Bubba —, no podemos rendirnos.

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