Motín

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Cuando Dogday salió de la enfermería vio que Catnap no había sido el único en mostrar su cara.

— ¡Kickin! — gritó el perro mientras corría lo más rápido que podía

Una risa malvada resonó por todo lo alto. Mientras que un brazo alargado y rosado arrastraba a su emplumado amigo a lo alto. “Mommy” pensó invadido por la desesperación. Temía no llegar a tiempo.

— Oye, ¿tu puedes volar? — preguntó Mommy risueña.

Aterrado Kickin quedó petrificado, temiendo lo que pasaría.

— Vamos a comprobarlo — dijo esta y luego lo dejó caer.

— ¡No! — gritó Dogday.

Después de esto mommy desapareció.

La sangre de su amigo se esparcía en el suelo mientras que su cuerpo sufría de leves espasmos. Al llegar el perro se tiró al suelo y sostuvo su mano. Dogday trató de hablarle para que no tuviera miedo.

— Hey, amigo… todo saldrá bien, te lo prometo — decía entre lagrimas, forzándose a sonreír.

— ¿Viste? — murmuró el pollo — fui muy valiente.

— Si, estuviste increíble, viejo — dijo el perro secando sus lagrimas.

La mirada del pollo se perdió en la lejanía y ya no volvió a moverse. Dogday se encogió por un instante y se aferró a la mano lánguida de su amigo, pero luego tomó la mochila y se puso de pie para seguir con su misión, ahora eso era lo más importante.

Cuidando de que no lo siguieran el perro tomó el camino largo, un intricado sendero lleno de pasadizos y obstáculos. En el camino recordaba a su amigo caído, todos los momentos que vivieron juntos, los juegos, su música, su increíble don hacía que todos se divirtieran, nunca faltaban las risas cuando Kickin estaba. Lleno de pesar abrazó la mochila, pero luego de un rato seco sus ojos y se afirmó de lo único que le quedaba, la esperanza, el sueño de poder escapar con vida. Imagino una vida libre con sus amigos, “Lograremos salir Kickin, Pinky… por ustedes” se dijo.

Un día después Dogday llegó. Sus amigos al verlo solo con sangre en el pelaje de sus manos temieron lo peor. Crafty tuvo que contener a Bobby para que no se quebrara en llanto. Bubba no dijo nada se encargó de tomar los medicamentos y atender a los heridos. La osita trataba de ahogar los sollozos, mientras que la unicornio la contenía. Dogday no dijo nada, pero se mantuvo firme, sus amigos no podían verlo derribado por la situación. se limitó a acercarse a sus amigas y tomó sus manos irradiando esa calidez que quebrantaba hasta el corazón más frío.

— Saldremos de aquí, se los prometo. Hay que hacerlo… por ellos — dijo en tono solemne.

Ambas asintieron y terminaron por darse un abrazo. Fue entonces que uno de los heridos gritó con fuerza llamando la atención, Bubba lo estaba atendiendo.

— ¡Bobby! — llamó el elefante.

La osita corrió hacia allá en cuanto pudo, y comenzó a emanar su aroma.

— Cuanto lo siento — se disculpó Bobby.

— ¡Fenómeno inútil! — escupió el hombre herido —, ¿no ves que me duele la pierna?

Bobby agachó la cabeza y se limpió las lagrimas.

“Por su culpa los heridos estan sufriendo” se murmuraba “Todo por que perdieron a uno de los suyos” “¿A cuantos no perdimos nosotros?” “esas  cosas ni tienen sentimientos”

Bubba se abstuvo de decir algo. Solo se guardó su desdén y luego de darle los primeros auxilios se fue con otra persona que sí lo necesitaba. Bobby no fue tan fuerte, aquellas acusaciones e insultos permanecieron en su mente y solo quería echarse a llorar.

La hora de la alegriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora