Caza

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Moviéndose entre las sombras, aguzando cada unos de sus sentidos, Dogday se movía entre los corredores abandonados, entre saltos y una agilidad sobre humana evadía los obstáculos. En su mente se repetía las indicaciones de Bubba para no perderse.

Los Smiling Critters fueron creados para resguardar el Playcare, y desde que tuvieron consciencia solo salieron para sus chequeos, sin embargo, los cuidadores eran muy recelosos en el trayecto, por lo que tomaban muchas precauciones para evitar que ellos recordaran las rutas y los accesos pues su libertad estaba limitada a su sector… Bubba siempre fue bueno para sacar conversación y hacerse el tonto cuando lo creía conveniente, nunca desaprovechaba una oportunidad para saber lo que quería.  En cuanto al perro las otras áreas de la fabrica eran desconocidas.

Mientras avanzaba pudo ver un cartel deteriorado de él y sus amigos, en una adorable animación que le robó una sonrisa. En el figuraba kickin, Hoppy y el jugando al avioncito…

— Cuando la campana suena, para de jugar, mantén la línea y regresa a clases — leyó con voz alegre.

Sintiéndose tonto se rio de sí mismo, “esos tiempos eran más fáciles” ˋpensó.

Sin más siguió su camino. En cuanto salió del corredor vio la extensión de una escalera por la cual podía descender para luego llegar a una plataforma metálica ramificada en lo que parecía ser una gran cueva subterránea. Por suerte había luz ahí, pero el sendero suspendido en el aire se veía algo aterrador. Dogday tragó saliva y avanzó con cuidado.

— Según lo que dijo Bubba debo cruzar el puente colgante… pero hay muchos pasajes… ¿Cuál será el correcto?

El can tomó sus orejas, solía hacerlo cuando se sentía inseguro. Cuando estaba acompañado, se guardaba todo lo que denotara una debilidad, delante de sus amigos el gran líder de los Smiling Critters debía ser capaz, decidido, crear el ambiente, pero cuando estaba solo era otra historia… Aunque, siendo totalmente honestos su fachada nunca funcionó con él. Entonces recordó como lo hirió la última vez que se encontraron… y al final terminó perdiéndose en los recuerdos.

“Catnap, no olvides nuestras actividades, es la única instancia que tenemos para compartir entre nosotros” dijo el perro mirando hacia la rama alta en la que se encontraba el gato purpura “son una perdida de tiempo”, se quejó el gato. Dogday respiró profundo y pensó que su amigo era un tonto, pero mantuvo la calma “No digas esas cosas gatito, todos te echaron en falta” mintió para concientizar a su camarada. El gato no dijo nada pero se levantó para lamer su pata con cierta elegancia, creyendo que había llamado la atención del felino el can continuó “eres uno de nosotros, todos estarían felices de que te incluyas” eso fue suficiente para que el gato le diera la espalda y volviera a echarse ¿Qué había hecho mal? ¿Dijo algo que lo ofendiera? ¿Se enojó? Se preguntaba el perro confundido. “No me importan los demás” agregó el gato luego de un largo silencio. Desanimado, el perrito dejo caer su cola y sus orejas, en el fondo de su corazón deseaba incluirlo para que no se sintiera solo, ni triste… pero Catnap era todo un personaje, tal vez estar solo no le hacía mal “Bueno, entiendo no te molesto más”

Dándose por vencido se dio la vuelta para regresar a su casa cuando la cola del felino se enrolló en su cintura para detenerlo “¿Quieres que vaya?” preguntó el felino. Dogday volteó a verlo, pero el gato le daba la espalda, ocultando su cara. “¡Desde luego que sí, amigo!” tanto las orejas como la cola del perro se activaron por la felicidad, posterior a esto Catnap lo liberó y procedió a caminar, alejándose de él “Intentaré no faltar para la próxima” dijo casi murmurando.

“¡Esa es la actitud! ¡Yuju! Prepararé los mejores juegos” le dijo por último el perrito.

Dogday sonrió, sin embargo, volvió a sentirse perdido, nunca se puso a pensar en lo importante que se había vuelto Catnap para él, era con el único que podía ser él mismo, se sintió muy tonto al creer que tenían algo especial, antes eran los mejores amigos y ahora no estaba seguro, no lo consideraba un enemigo, ni siquiera sabía por qué tenían que pelear. Por lo que suspiró profundo y mejor se enfocó en encontrar el camino, y en ese preciso instante ve a lo lejos una extraña figura… era tan grotesca que simplemente le revolvía el estómago.

La hora de la alegriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora