Atrapado

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Dogday se alejó a rastras del predador, quien se preparaba para expulsar el humo rojo, y de un momento a otro el pasillo se tiñó por el gas tóxico. El perro se levantó tapando su boca a duras penas, aunque terminó aspirando el sedante y quedó un poco embobado, su primer instinto fue escapar, aunque solo alcanzó a caminar chocando con las paredes. “Vamos Dogday” se dijo, forzándose a seguir, “Muévete más rápido”.

— Ellos me hicieron así — la voz gutural hizo estremecer al perro —, Sólo cumplo con mi naturaleza.

“No, no es verdad… tu no eres así” pensó Dogday, resistiéndose al gas. Pero sus parpados se tornaron más pesados…

“Que rico huele” dijo Dogday meciéndose de un lado a otro. Guiado por su olfato el perrito llegó hasta la fuente y dio con un una extraña criatura, sus ojos eran vacíos inexpresivos y esa sonrisa forzada y un tanto tétrica… algo le decía que estaba asustado “¡hola! ¿eres nuevo? Yo me llamo Dogday ¿y tu?” el gato no hizo nada, solo se limitó a observarlo.

Sin atisbo de prudencia el perro comenzó a olfatear el aire y siguió el rico aroma a lavanda hasta llegar a la nariz del gato. En cuanto abrió los ojos amplio su sonrisa “¡Eres tu! Me gusta tu aroma” soltó con naturalidad mientras movía su cola lleno de felicidad. “Un gusto conocerte, ¡juguemos cuando quieras!” estalló enérgico, pero el gato pareció no reaccionar. “ahora mis amigos me esperan, únete cuando gustes, estarán felices de conocerte, ¡adiós!” dicho esto el perrito se marchó dando saltos…

Desde entonces el gato lo observaba en la distancia, sin animarse a presentarse. “Que incómodo — soltó Hoppy sintiendo repelús — ¿Qué le pasa a ese rarito?”

“¿Te han dicho algo de un  nuevo integrante, Dogday?” preguntó Bubba, dejando de lado su libro

“Nope, pero estoy seguro de que es una persona agradable — dijo el perrito con una sonrisa radiante —, aunque creo que es tímido. ¡Hola! ¡Ven! Siéntate conmigo.”

Ante la espontanea invitación Crafty se encogió atemorizada, y Bobby rio un poco nerviosa ante la amabilidad de su líder.

“No lo llames, ese freak arruinará mi estilo” dijo Kickin acomodando sus gafas de sol.

“Cierto, no lo contemplé para la comida… no habrá suficiente para todos” agregó Pinky.

“No importa, le comparto de la mía — resolvió el can, para luego volver a llamar mientras agitaba su mano efusivo — ¡Hey!”

 Catnap no fue esa vez ni en las que siguieron, pero siempre se mantuvo cerca del perrito alegre, él era diferente a las otras criaturas.

Los niños del playcare le temían al gato, de hecho se iban a dormir antes para no tener que verlo. Los otros Smiling Critters ignoraban su existencia y solo les preocupaba como su líder insistía en socializar con ese extraño ser, de hecho solía trasnochar para acompañar al gato en sus rondas nocturnas.

“Estoy seguro de que en cuanto te conozcan, van a amarte” le dijo Dogday, mientras caminaban por los pasillos de Home sweet home

“¿No te meterás en problemas?” quiso saber el gato, un poco avergonzado.

Era la primera vez que le hablaba. Dogday saltó de alegría y su cola se movía con energía.

“¡Hablaste! Que felicidad…” exclamó el can muy emocionado.

Al ser tan ruidoso los cuidadores aparecieron para llamarle la atención y regañaron a Dogday por alborotador, sin embargo, lejos de sentirse triste le regaló una última sonrisa y se despidió de su amigo,  sintiéndose en el fondo un poco avergonzado para luego marcharse a su cuarto tarareando una canción.

La hora de la alegriaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora