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HEREDERA RENACIDA
Novela Ligera en Español
El surgimiento del demonio carmesí solo era cuestión de tiempo.

Capítulo 5

Habían pasado dos años desde que Alexandra prometió que la guerra llegaría a su fin. El país estaba exhausto, pero finalmente, la paz parecía estar al alcance. El Capitán Black, un hombre de pocas palabras pero inquebrantable voluntad, había sido un factor crucial en la victoria. Sus hazañas como soldado y estratega lo habían convertido en una leyenda viviente.

En una ceremonia solemne, el general le otorgó la máxima condecoración militar: la llave dorada. La medalla, en forma de llave con alas y un círculo, simbolizaba autoridad absoluta. Quien la poseía estaba exento de leyes y castigos, y tenía a su disposición todo el ejército del país. Aunque en la práctica, el ejército y los políticos seguirían obedeciendo sin cuestionar, la llave dorada era un símbolo poderoso.

Black miró la medalla sin emoción y cerró la caja. —Agradezco el gesto, pero esto no me pertenece. —declaró, sus palabras desconcertando a todos, especialmente a los medios presentes. Pero Black no les prestó atención. En cambio, se dirigió a las filas de soldados y les ordenó—. Soldados, díganme a quién pertenece esta medalla.

La respuesta fue unánime: —¡Demonio Carmesí! ¡Demonio Carmesí! —el nombre resonó en el aire, provocando miedo y asombro. Los soldados habían llamado así al enigmático líder que había dirigido la guerra desde las sombras. Se creía que era una leyenda, pero ahora Black confirmaba su existencia.

El general retrocedió, atónito. No esperaba que Black arrebatara la caja y mirara a la cámara. —Este es el surgimiento del dios de la guerra. —proclamó—. Larga vida al Demonio Carmesí. —los soldados en todo el país corearon, y el mundo entero observó mientras Black lanzaba la caja al cielo. Un águila negra apareció para atraparla, volando hacia lo desconocido.

[...]

En la sala de reuniones, el secretario de defensa estaba furioso. —¿Qué significa esto? —exclamó. Los oficiales permanecieron imperturbables, negándose a responder. El presidente, intrigado, pidió explicaciones. ¿Por qué habían ocultado la existencia de otra figura clave en la guerra?

Black se levantó, golpeando la mesa. Sacó dos sobres de su chaqueta militar y los entregó al presidente. —Aquí están las respuestas. —dijo.

El hombre observó confundido por aquel acto, pero abrió el primer sobre, siendo detenido por el capitán Black:

—Recomiendo que lea el otro antes que este. —advirtió el joven soldado. El hombre, intrigado, abrió el sobre con un volumen más grande y leyó su contenido. Sus ojos se abrieron en asombro antes de mirar al capitán.

—¿Es esto verdad? —susurró, incapaz de creerlo, desplomándose en su asiento cuando los demás asintieron. El Demonio Carmesí había salido de las sombras, y el mundo nunca volvería a ser el mismo.

Mientras tanto, en alguna parte de la ciudad, una enigmática chica admiraba la multitud conmocionada desde el ventanal del taxi. Hablaban ávidamente sobre la identidad de ese demonio carmesí, admitiendo lo bueno que sería poder conocerlo. Después de todo, tal estrella en ascenso era algo por lo que estarían dispuestos a aferrarse. Alexandra, con su medalla colgando de su cuello bajo el suéter blanco, pasó desapercibida mientras los reporteros mencionaban al misterioso héroe de guerra sin darse cuenta de que ella estaba escuchando.

Su destino: la cima del valle Lux, el segundo lugar más alto de la ciudad y hogar de la alta sociedad. Había recibido reportes de que sus abuelos y su tío se encontraban allí, bajo la protección de una familia prominente. Para su pesar, esa familia era la residencia de quien consideraba su gran amor en una vida anterior.

—De todos los lugares, tenías que estar en este. — masculló Alexandra, fastidiada por la insistencia del capitán Black en recogerlos en ese lugar. La misión era simple: tomar a su familia y salir de ahí sin mirar atrás. Rogaba para que esas personas fueran tan despistadas como para no reconocer su parecido con cierta pareja adinerada.

El taxista la miró con asombro cuando hizo parada en la entrada de la gran mansión. Una joven de vestimenta humilde dirigiéndose a ese lugar era inusual. Alexandra entregó un billete de gran valor al taxista y bajó del auto sin mirar atrás.

Un guardia la detuvo antes de pasar por el arco de piedra que anunciaba la entrada a la mansión. Su expresión helada no dejaba lugar a dudas.

—Estoy aquí por parte del joven Black. —declaró con voz aterciopelada. —He venido por el señor Damián Waith, Rose Keler y Rowan Keler.

El guardia la escaneó de arriba a abajo. Las menciones de las personas más importantes de la mansión, incluyendo al cirujano más destacado del país, su protegida y su discípulo, lo hicieron fruncir el ceño.

—Largo, largo de aquí. Este no es lugar para una persona como tú.

Alexandra se forzó a mantener la calma. Sabía que esas personas eran solo gente común.

—¿Que no escuchaste? ¡Largo de aquí! —con su mano empujó a la joven hacia atrás.

La joven se irguió al instante, sacudiendo el lugar como si estuviera plagado de polvo, en un inicio pensó ignorarlo, pero su paciencia tenía límites. Entonces, sin dar respuesta alguna, sacó su pequeño teléfono, y llamó.

—Has que me dejen entrar, antes de que pierda la paciencia y derribe el lugar con mis propias manos. —amenazó en cuanto el otro lado contestó.

La respuesta del otro lado de la línea fue breve y contundente. Alexandra puso el teléfono en alta voz, donde una voz masculina resonó en alto: —¿Ya me escuchan?

—¿Señor Black?

La voz del capitán resonó en el aire: —Estás despedido. Toma tus cosas y lárgate de la familia Davies. En cuanto a tu segundo, espero que hagas un mejor trabajo que este inepto.

Sin más, colgó el teléfono, dejando al segundo guardia atónito. El vibrar de su propio dispositivo anunciaba su ascenso y la orden de no volver a obstruir el paso de la joven frente a él.

El guardia despedido, lleno de rabia, intentó acercarse a Alexandra: —¡Tú! ¿Quién demonios eres? ¿Cómo pudiste...?

Antes de que pudiera terminar, su excompañero lo neutralizó. Miró al nuevo segundo guardia y ordenó:

—Lleva a la joven dentro y sé respetuoso, ¿entiendes?

El segundo guardia asintió, temeroso pero obediente. Guió a Alexandra hacia la puerta principal de una pintoresca mansión rodeada de altos pinos y un hermoso jardín. Ella no se asombró con la vista; parecía darle igual. Sus sentidos estaban alerta, detectando la presencia de su abuela en lo que parecía ser un comedor repleto de personas, pero no un rastro de su abuelo o tío.

Continuará...

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