01; Las bragas rojas en el cajón de Heeseung.

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Jake nunca guardaba la ropa. No era de ocuparse mucho de las cosas de la casa, en general. Desde que se había mudado con Heeseung más temprano ese año, apenas si había usado el lavarropas seis veces (y todas ocasiones en las que Heeseung no estaba en la casa para auxiliarlo) y en cada una de ellas había tenido que llamarlo por teléfono para que lo guíe durante el proceso. Su única tarea era la limpieza, y aún en eso era bastante malo.

Pero la cosa es que Heeseung había tenido que salir apurado, porque se había quedado dormido y el tren partía en una hora, y:

—Va a largarse a llover en cualquier momento, Jake. ¿Puedes levantarte y hacerlo tú?

──₊˚⊹ ୨ৎ ──

El cielo estaba tan cerrado que parecía de noche, aunque era ya casi el mediodía. Jake se puso un suéter de Heeseung que estaba sobre el sillón, y entre bostezos salió al balcón con un canasto y ganas de volver a la cama. Se despabiló cuando al descolgar su camiseta vio unas bragas de encaje rojas que definitivamente no pertenecían ni a él, ni a Heeseung.

Por un momento, se quedó inmóvil frente al tendedero. El viento chiflaba agitando la ropa, y la braga se balanceaba pendiendo de la soga como una bandera roja anunciando peligro. Si de lluvia o de algo más, Jake todavía no estaba seguro.

Un trueno lo volvió a la realidad. No era tiempo de pensar tonterías. Jake ya no tenía doce años y no podía ponerse así por algo tan bobo. Manoteó la prenda y las demás que quedaban, y las puso en el canasto, y antes de que la primera gota de lluvia cayera sobre Seúl, Jake ya estaba doblando la ropa sobre la mesa y con la puerta del balcón cerrada.

──₊˚⊹ ୨ৎ ──

Jake recordaba de memoria la primera vez que había visto unas bragas. Tenía seis años y estaban en la casa de una amiga de su mamá. Él era el único niño, porque todas habían dejado a sus hijos con sus respectivos esposos. Su padre estaba de viaje, así que a su madre no le había quedado otra opción que ir con su panza de ocho meses y su hijo a aquella extraña pero tranquila despedida de soltera.

Había dibujado toda la tarde en la mesa del té: dinosaurios con alas y espadas samurai, y rayones de crayolas que simulaban el fuego. No prestaba atención a las conversaciones porque eran aburridas y no las entendía de todas formas, pero había algo del tono en que hablaban que lo hacía sentir curioso y extraño. La amiga de su mamá mostraba el modelo de vestido que había encargado de un catálogo, y el resto de las mujeres se reían de lo enorme que era.

—No va a poder encontrarte debajo de una cola tan grande.— bromeó una de las amigas, pero la futura novia respondió rápida y pícaramente.

—Lo que llevaré debajo será pequeñito.— Y luego risas estruendosas y cuchicheos absurdos.

Jake no recordaba mucho más de la conversación, pero si una frase y una imagen grabada a fuego. La futura novia había vuelto de la habitación con una cajita de cartón negra, y los labios apretados para no sonreír. Saco unas medias de encaje blancas, con portaligas incluido, y una tanga trasluciente y un corpiño angelical, y Jake no había visto algo así en su vida, pero recordaba reconocer, aún tan joven, lo bonito que era.

Lo otro que recordaba era el tono tímido y pícaro con el que la futura novia había dicho:

—Sólo quiero verme bonita para él.

bonito ( para ti ) ֶָ֢⊹𐙚 𝗵𝗲𝗲𝗷𝗮𝗸𝗲ᵃᵈᵃᵖᵗDonde viven las historias. Descúbrelo ahora