KILLIAN
La reunión terminó con la llamada de la reserva. Todos teníamos claro lo que teníamos que hacer, o al menos ellos. Ellos sí pertenecían a ese equipo, ellos sí sabían lo que tenían que hacer. Yo no. No tenía ni puta idea de dónde meterme. Porque sí, el plan de la central lo tenía más que claro. El plan de mi padre no tanto. Si pensabais que mi padre no sabría lo de la infiltración estabais muy equivocados. Primero, se lo dije yo. Segundo, Artem se lo dijo antes que yo. Con lo cual me tendió la emboscada más rastrera del mundo. Y por eso, cuando vi una llamada perdida suya a mitad de reunión, sabía que quería hablar de ello.
—Qué. —Pregunté contestando a la quinta llamada que me había hecho ya en el día.
Me encontraba en la cafetería, eran las cuatro y media de la tarde y aún no había probado bocado. Cogí la comida que Gladis me había preparado en una bandeja: un bocadillo de atún con pimientos, una botella de agua y una manzana. Sí, no teníamos permitido beber alcohol en la central. Si no ya me habría bebido unos cinco vasos de whisky para calmar el estrés que tenía. Me fui a la mesa más alejada y puesto que no había absolutamente nadie en la cafetería podía hablar con mi padre tranquilamente.
—¿Ya sabes lo que tienes que hacer, verdad?
—¿Te han dicho alguna vez lo irritante y pesado que eres? —Respondí con retintín. Me ponía enfermo.
—Mira Killian, sé que no te caigo bien. Pero tú también sabes que esto tienes que hacerlo por tu madre. Porque si no morirá.
Me quedé callado. Pero no porque tuviera razón, sino porque estaba maquinando la respuesta que sabía que le dejaría completamente descolocado.
—Esto no lo hago por mi madre—. Escuché una carcajada y antes de que pudiera hablar, continué mi discurso—. Lo hago por ti. Porque tú eres el único que quiere ver a esa chica muerta. También sé que, aunque nunca lo reconozcas, sentiste algo por mamá en algún momento de tu vida y serías incapaz de matarla. Y lo último que sé es que te enamoraste de una mujer que sabías perfectamente que acabaría muerta. Porque quieras que no, Leone iba a vengarse de una manera u otra.
El suspiro vibrante de mi padre al teléfono me indicó la peor cosa de todas: lo había enfadado. Y cuando Vitali se enfadaba era capaz de hacer cualquier cosa.
—Escúchame bien, Killian. Porque solo voy a decirlo una vez —advirtió con voz penetrante—. O la matas, o la mato. Tú eliges.
Y me colgó. Simplemente me colgó dejándome con la palabra en la boca y el corazón latiéndome despavorido. Lo peor era que Vitali mataría a mi madre y a Sienna sin dudarlo. Miré hacia Gladis, no hacía más que limpiar la cocina y la barra donde servía la comida. Terminé con lo que había en la bandeja y se la llevé a la mujer que siempre había sido tan amable conmigo. Le di las gracias dejándolo todo en la barra cuando algo, o más bien alguien, nos hizo girar la cabeza hacia la puerta. Un torbellino de pelo negro y ojos verdes miraba en todas las direcciones, al parecer buscando algo. Cuando nos vio a Gladis y a mí, corrió hacia nosotros como si no hubiera un mañana.
—Ciao (Hola), Gladis. Capitán. ¿Puedo esconderme detrás de la barra?
—¿Tiene cinco años, teniente?
De pronto, las puertas volvieron a abrirse dejando ver a Vettori hecho una furia. Gritó el nombre de Sienna, haciendo que ella pegase un quejido, como si tuviera miedo. ¿Tenía miedo de ese imbécil? ¿Y encima me tenía miedo a mí? La expresión de locura de Francesco me sorprendió bastante. Cuando se fijó en mí, caminó a pasos agigantados para ponérseme delante. Me erguí, aunque no hacía falta. Yo era mucho más alto y fuerte que él. Aún así no dejaría que intentara intimidarme.
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SIENNA CARUSO ©
Teen FictionLibro II de la saga "Tentación Italiana". Teniente Sienna Caruso. Hija del mafioso más temido de la Sacra Corona Unitá, cosa que ella no sabe. A su parecer, solo es la hija del multimillonario más poderoso de Italia. Decidió cumplir su sueño: formar...