II 『 Uno siempre debe estar dispuesto a hacer sacrificios por la familia 』

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El jefe de la familia Nakahara era un hombre imponente, de aquella clase de hombres que provocan un escalofrío solo con su presencia. Un hombre impotente que había dedicado su vida al campo de batalla y seguiría así de no ser por una antigua lesión que le provocaba cojera. Decir que no estaba extasiado en cuanto recibió el mandato para que un miembro de su familia se uniera al harem del emperador y poder pelear por el poder sería una mentira.

Después una meditación profunda eligió al único hijo de su primera esposa. Chūya era el mayor de todos sus hijos, su madre había muerto en el parto y después de eso nunca tuvo verdadera relevancia a sus ojos, sin embargo, ese niño por fin serviría de algo.

— Entraras al harem del emperador como concubina — exclamó de forma impasible frente a su arrodillado hijo.

— ¡Yo quiero dedicar mi vida al país de forma militar! — Chūya nunca había sido el tipo de persona que acepta las cosas sin pelear un poco, sobre todo en asuntos como estos, donde alguien más decidiría su destino — ¡si me dejas algunas tropas para ir al norte con...

— ¡Basta! Desde que elegiste nacer como ger tu futuro ya estaba establecido — su hijo tenía un físico impresionante, en el sentido que era un peleador nato para cualquier estilo posible, casi parecía un regalo del cielo. Pero claro, no existe nada realmente bueno, el hijo mayor de los Nakahara había resultado un ger — el hijo mayor de los Akutagawa te acompañara como tú guardia.

El hombre se fue sin darle ninguna oportunidad de objetar de nuevo, Chūya soltó un golpe seco al suelo mientras un risa hueca estallaba desde lo más profundo de su ser. Siendo completamente honestos, estaba a punto de llorar, él no había pedido nacer, mucho menos había elegido ser un ger. Suspiro torpemente mientras intentaba tragarse los sentimientos arremolinados en su estómago, en el fondo siempre supo que su padre lo vendería al mejor postor en cuanto la oportunidad se presentará.

Al menos Akutagawa lo acompañaría, ese era su único consuelo. Ryūnosuke Akutagawa era el hijo mayor de una de las muchas ramas laterales de la familia Nakahara. En cuanto a parentesco era así como un primo segundo, sin embargo él y los hermanos Akutagawa fueron compañeros de juegos al crecer. Gracias a eso llegó a quererlos como si de un hermanos menores de sangre se tratasen. Ni siquiera a sus verdaderos hermanos (por parte de su padre) les tenía la mitad de afecto que sentía por Ryūnosuke y Gin.

Era obvio que partiría al día siguiente con dirección al palacio; su padre no era tan ingenuo como para darle el tiempo suficiente para huir de casa, además, la casa seguramente estaba rodeada de guardias con el mismo fin, podría con todos, pero ¿qué ganaría con eso? ¿qué eligieran a alguien más en su lugar, su padre lo buscará para molerlo a palos y luego lo vendiera a otra persona? No valía la pena.

Al día siguiente ir en un desván mientras charlaba de forma trivial con Akutagawa era una de las últimas que hubiera esperado vivir, pero bien dicen, entre menos lo esperes es más seguro que suceda.

— Gin me pidió que te dijera que no actúes precipitadamente frente al emperador.

— Lo sé, lo sé — el maquillaje picaba mucho — ¿Cuál es la necesidad de pintarme toda la cara de blanco? ¿Qué el emperador no me reconozca? — se quejo — Ryū cuando tú te cases no obligues a tu futura esposa a usarlo, es una verdadera molestia.

Akutagawa asintió a las palabras de Chūya sin darles verdadera importancia, no se veía a sí mismo casándose. Su única meta en la vida es que Gin viviría lo más cómoda posible, de querer casarse pagaría una dote lo suficientemente grande para que ella eligiera a quien quisiera y de no ser así, ahorraría suficiente para comprar un casa lejos de la capital donde pudiera vivir tranquila el resto de su vida.

Por fin llegaron al palacio, donde otros dos divanes guardaban bellezas (al menos eso podría pensar cualquiera al ver las sombras, sus poses eran la viva imagen de la rectitud). Chūya bajo de la mano de Akutagawa, a fin de cuentas, esta persona sería su guardia por un buen tiempo así que también era su obligación escoltarlo en nombre de la familia Nakahara.

La cabeza de todos se mantuvieron bajas mientras la persona a cargo de llevarlos a la sala del dragón los esperaba en la puerta.

— Sean todos bienvenidos al palacio del emperador — hablo con una voz dulce el emisario — levanten sus cabezas.

Los ojos de Chūya por fin se fijaron en el chico. Cabello blanco y hermosos ojos bicolor, su traje ceremonial era blanco con detalles morados y algunos toques dorados. El significado de su ropa era más que obvio "solo rindo homenaje y me inclino a la familia real" por eso los detalles dorados, color que solo tenía permitido usar la familia real y algunos allegados al emperador.

Un cinabro rojizo decoraba la frente del chico. "Un ger" pensó Chūya mientras veía la imagen digna de aquel chicuelo a comparación de la suya, su corazón dolió de repente.

— Soy Nakajima Atsushi y estaré a cargo de todos los presentes desde este momento hasta cualquier futuro.

Nakajima Atsushi era un nombre conocido por todo el imperio. Era uno de los pocos ger's que tenía un puesto alto sin necesidad de casarse, uno de los dos grandes ministros del emperador. Proveniente de la familia Fukuzawa, solo se sabía que era nieto directo del General y que él sólo había escalado hasta el puesto actual que ocupaba.

Un tinte de envidia innundo su corazón, si tan solo hubiera nacido en una familia tan permisiva como la de la familia del General Fukuzawa, tal vez estaría en el campo de batalla y no aquí contrayendo nupcias con el emperador. Y no cualquier emperador, el decimonoveno emperador, que era conocido por jugar con sus presas justo antes de tragarselas vivas.

El Harem del Emperador || SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora