Se despertó el Fumador a tempranas horas de la madrugada, y le pareció notar un hueco en su cama. ¿Ya había partido el Mechero?, se preguntó. No supo si estirar su brazo al lado contrario, quizás encontraría un cuerpo que desprendía fuego o quizás encontraba un vacío en su corazón. Estiró la mano con pereza y lentitud causados por el sueño. Estaba. No había si quiera despertado, y ya podía sentir el otro calentándola. Con el máximo cuidado posible salió de entre las sábanas y, aún desnuda, se sentó frente a su escritorio. Escribió.
- ¿Qué haces despierta?
- Escribir.
- Lo veo pero, ¿qué escribes? - dijo saliendo de la cama y apoyando sus codos sobre los hombros de ella recogiendo el trozo de papel - Déjame verlo.
- ¡No!
Arrancó el papel de las manos del Mechero y lo escondió bajo su cuerpo. ¿Porqué lo había escrito si sabía que si lo leía las cosas podían salir bien? ¿Porqué lo estaba escondiendo y porqué tenía miedo a que el Mechero lo leyera? ¿Qué estaba escondiendo? Una vez ella habiendo conocido sus sentimientos, no podía aceptarlos. No podía dejar que los descubriera.
- ¿Porqué me lo ocultas?
- Por nada.
Le miró desafiante, pensando que volvería a preguntar, como siempre; insistiendo.
- Dime por favor porqué.
- Porque estoy cansada de yo siempre enseñarte cómo me siento y ver que tú nunca.
El Mechero le lanzó una mirada incomprensión... Si hoy se había desnudado ante ella, ¿porqué se quejaba? Tras un momento en silencio, de pie, se apartó de su lado, dando varios pasos hacia atrás.
- ¿Porqué actúas así? ¿Qué coño te está pasando?
Ninguno entendía nada, al Fumador le estaba dando otro de sus episodios erráticos, bastante frecuentes en ella. ¿Ya estaba pasando otra vez?
- ¡Siento siempre tu mirada clavada en la espalda y que siempre quisiste algo más de mí! ¡Parece que estés apenado! Quiero pensar que quieres algo más, que es así, pero si tantas veces te dije lo que yo quería, ¿porqué no hiciste nada? ¿Eres demasiado orgulloso? ¿No quieres? ¿No aceptas a alguien como yo? Cada vez que te veo, que te recuerdo, siento cómo vuelven tus labios encima de los míos, siento otra vez cómo me abrazas, poniendo tu cara entre mis pechos, oliéndome, diciendo que me "aprecias mucho", que no quieres que me pase nada y que me cuide, solo siento que me estás mintiendo y que no lo dices realmente, incluso si intento convencerme de que sí. Solo quiero volver a abrazarte con tranquilidad, no tener que preocuparme de dónde estás, de qué haces o con quién estás.
Lloró. Lloró como había llorado muchas otras veces. Lloró de impotencia pues ni ella misma entendía sus propias emociones, en el fondo, ninguno de los dos las entendían. Sólo que el Fumador decidía explorarlas y el Mechero decidía esconderlas.
- ¿Qué quieras que te diga?
La miró fijamente. Se mantenía recto, con la sensación del papel que le habían arrancado de entre las manos, cada vez queriendo más de ella, cada vez deseándola más. Cada vez que pasaba esto, deseaba nunca haberla conocido.
Mientras, ella imaginándose a sí misma fuera de la escena, como una tercera persona que veía tan solo una película, una persona que no tenía ninguna clase de control sobre sus propias palabras, controlada por un ser superior; solo podía gritar sinsentidos.
- ¡Sólo quiero que me digas que quieres estar conmigo! Puedes mentirme, sabes que te creeré. Creo todo lo que dices, aunque no quiera hacerlo. Me siento mal de no dejar de pensar en ti, de hecho siento que cada vez que te pienso una parte de mí parte con tus recuerdos. No puedo pensarte sin sentir que no te conozco, que eres una memoria pasada, que no exististe si quiera. A veces, en mi mente, te conviertes en una persona lejana, como si hubieran pasado años desde que te vi, pero aquí estás y siento que ya te estoy perdiendo... Te pienso hasta cuando no quiero hacerlo. ¡Sal de mi cabeza! - gritó agobiada, como queriendo vomitar su garganta, como ahogándose en un charco que ella misma había creado.