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—Esta va a ser una cita que nunca olvidarás, mi amor.

Aquel chico que decía llamarse mi novio tomó mi mano felizmente y caminamos por varias partes de la ciudad como normalmente solíamos hacerlo. Fuimos a varias tiendas, compramos ropa que le combinara a ambos y un collar compartido. Él tenía al principito y yo tenía a la rosa, lo que me hizo sonreír mucho ya que ese libro era uno de los que más me gustaban.

Nos dirigimos hacia el establecimiento de comida y pedimos distintos platillos: sopas, pasta, ensalada, inclusive sushi. Me estaba preocupando un poco porque sí, usualmente comíamos aquí, pero no pedíamos tanto como hoy, aparte de que los precios no eran tan accesibles como otros lugares. Él me observó y acarició con sutileza el dorso de mi mano, lo que hizo que le mirara.

—Te dije que este día no lo vas a olvidar, ¿verdad? Como es un día... diferente, es claro que vamos a darnos gusto. Estate tranquila y solo disfruta —besó mi mano y un leve sonrojo atisbó mis mejillas.

Trajeron la comida y como de costumbre hablamos sobre cualquier cosa. Nuestro día, problemas de lo más mínimo e incluso rumores sobre los dos que llegaron hasta nuestros oídos. Reímos ante las ocurrencias de la gente, no sabíamos de dónde sacaban tanta imaginación, pero lo tomábamos como una especie de anécdota divertida para contarle a nuestras futuras generaciones.

Se hacía de noche, el cielo adquirió esos tonos anaranjados avisando que estaba atardeciendo y caminamos lentamente. En ese momento no sabía a dónde nos estábamos dirigiendo, pero al ver mejor ese lugar, no pude ocultar un nerviosismo. Mi mano empezó a temblar y él lo notó, pero sujetó mi mano con más fuerza y nos detuvimos. Este lugar era donde me había pedido ser su novia hace ya un tiempo y no habíamos vuelto, por lo que se me hacía extraño que me trajera aquí.

—Sabes, realmente nunca pensé en el significado de "amor". ¿Alguna vez te lo has preguntado? —la fría brisa que soplaba en ese momento hacía que mi nerviosismo aumentara más. ¿Había hecho algo mal? —. Yo sí y mucho; sin embargo, he descubierto que esa pequeña palabra cada quién puede darle el significado que quiera y quería comentarte cuál es mi definición.

Se hincó en una rodilla y mi presión empezó a bajar. ¿Iba a pedirme...?

—Esa definición eres tú por completo. Te has vuelto una constante desde que entraste en mi vida y no hay día ni noche en el que te vayas de mi mente. Despierto y pienso en ti, estoy en el trabajo y pienso en ti, paseo a mi perro y pienso en ti, me pongo a pensar en un futuro con alguien y... ¿sabes en quién pienso? En ti —sacó de su bolsillo una cajita y la abrió. Un anillo con un diamante se hacía presente y estaba al borde de las lágrimas; no podía creerme esto—. Te dije que sería un día especial, ¿no? Es por eso por lo que te quiero preguntar: ¿Quieres pasar el resto de tu vida con este simple mortal que te atesora como la joya más preciada en este mundo lleno de cosas que no valen la pena? ¿Quieres casarte conmigo?

Llorando le dije que sí, recuerdo ese momento con mucha felicidad. Colocó el anillo en mi dedo anular y nos besamos. Los pájaros volaron, una música a la lejanía se hacía presente, las personas alrededor nos miraban conmovidos; realmente todo era perfecto. Nada podía salir mal.

O eso fue lo que pensé.

Caminamos después de que me propusiera matrimonio. Él y yo estábamos de lo más feliz. Era el mejor día de nuestras vidas. Y, lastimosamente, el último de mi vida. Pasamos junto a un callejón y si hubiéramos actuado antes, supongo que las cosas hubieran sido distintas. Recuerdo haber gritado y pataleado, pero lograron que mi respiración bajara a tal punto en el que veía negro. Escuchaba a mi prometido pelear y a mi arrastrarme por lo que sería una calle sin pavimentar. Luego sentí cómo me aventaron a un lugar y seguido a ello estaba en movimiento. ¿Hacia dónde? No lo sé.

Un lugar frío, recuerdo eso. Era confuso, no había luz. Había más personas, no estaba solo yo y no sabía si tomarlo como alivio o estar más inquieta. No sé muy bien cómo eran sus rostros, pero cuando uno habló, recuerdos de mi infancia fueron desbloqueados.

—Vaya, cómo has crecido.

Acarició mi rostro con lo que sería su mano y mi cuerpo actuó con repulsión, ¿por qué?

—¿No te acuerdas? Te daré pistas. Aquel que decía llamarse "el amigo de tu familia" su "persona más confiable". ¿Te suena? De no ser así, te seguiré contando.

Sus palabras hicieron que me doliera la cabeza, no podía moverme, de seguro me habían puesto algún tipo de droga mientras estaba inconsciente. Poco a poco los recuerdos llegaron. Alguien llamando a mi habitación pasadas las 9 de la noche, él entrando con la excusa de "darme las buenas noches" y después se iba, dejándome adolorida. ¿Adolorida por qué?

—Has crecido muy bien. Aún recuerdo aquellos tiempos en los que eras una niña. Tan indefensa, tan inocente y tan tonta. ¡Mírate ahora! Te hice aquello para que fueras lo que eres ahora: una mujer en toda su definición. Buena forma, buenas proporciones, buenas facciones, buena en todos los sentidos.

Espera... ¿aquello que no recordaba me lo hizo él?

Mientras seguía viendo el lago, hice una especie de conexión mental. La niña que me recibió llegando aquí, ¿era yo? ¿Por eso me dijo aquello la niña? Y su túnica... Oh, dios. ¿Eso significa que la demás gente que tenía esas manchas fue por lo mismo? ¿Quiere decir que esa niña... ya murió en mi vida por culpa de lo que hizo ese señor? ¿Mi infancia estaba muerta desde hace tiempo?

Todo empezó a hacer conexión. Al momento de decirle a mis papás, lo corrieron en incluso lo demandaron, pero no tenía el conocimiento suficiente para atar cabos. Por esa razón me llevaron al médico y con un psicólogo. Por eso tenía miedo de acercarme a las personas, con mayor razón a los hombres adultos. Con que esto era el significado.

Volví a seguir observando el recuerdo.

—Es hora de volverte a probar para saber si tienes el mismo sabor.

Ropa rasgada tirada al otro lado de la habitación, golpes, saliva, dedos posicionándose en cualquier lugar de mi cuerpo. Sangre incluso llegué a ver. Mi garganta seca de tanto gritar que parara. Mordidas por aquí y por allá. Lágrimas escurriendo de mis mejillas y mis puños golpeándole con toda la fuerza que tenía, era inútil. El tiempo pasó y seguía encima de mí, ya no sentía el dolor porque estaba cansada, fatigada. Cerré los ojos y...

Cuando abrí los ojos, llegué aquí.

Terrible verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora