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El recuerdo en el lago seguía, debía ser fuerte, aunque las náuseas que me provocaba esa persona me lo estaban impidiendo. Con toda fuerza de voluntad, observé con atención lo siguiente. Sirenas de policías llegando a aquel lugar y detuvieron lo que ese desgraciado me estaba haciendo. Mi cuerpo estaba en un shock de trauma tanto por los recuerdos de mi infancia como por lo que me estaba pasando. Ya no respondía a los llamados de ellos y llamaron en ese entonces a una ambulancia.

Mi cuerpo fue movido a una camilla y recuerdo que mi prometido llamó con todas mis fuerzas mi nombre. Quisiera haberle hablado, pero simplemente me dejé llevar y sentí cómo mi cuerpo poco a poco dejaba de escuchar sonidos. Estaba en las últimas de mi vida. Cuando se dejó de ver esos recuerdos, agarré rápido aire y exhalé con todas mis fuerzas. Sostuve mi pecho por un momento tratando de tranquilizarme.

—Ahora que has visto lo que pasó, ¿qué piensas hacer?

Llorando por todo lo que había pasado, no me lo planteé dos veces y en automático le respondí.

—Por amor, esperaré a mi prometido aquí. No es justo aferrarme a un cuerpo que prácticamente no va a servir durante todo lo que reste de su vida y no quiero que él tenga esa carga conmigo. Quiero que sea feliz. Así como fue feliz conmigo. Necesito dejarlo ir, sino no podré descansar.

Mencioné con dificultad mientras le daba una triste sonrisa a esa persona. Asintió y volvió a chasquear su boca. Mi cuerpo levitó y las ropas que llevaba se cambiaron por una túnica blanca, aparecieron unas manchas rojas en ella y dentro de mí sentí como toda esa tensión se iba y quedaba paz dentro de mí. Me sentía de lo mejor, ya no pensaba en nada malo.

—Lamento lo que pasaste, pero tomaste la mejor opción.

Al momento de tocar el suelo con mis pies desnudos, corrí rápidamente hacia aquellas personas que me habían ayudado. Vi a esa niña y abracé riendo. Todos sabían en automático que ya estaba completamente en este mundo y gritos de alegría se hicieron notar. Lloré de alegría y esa niña lloró conmigo.

—Te extrañé mucho —ella pronunció con dificultad. Seguía sin creer que ella era mi infancia y la estaba abrazando en este momento.

—No sabía cuánta falta me hacías hasta ahora, perdóname por todo lo que pasó —la abracé un poco más fuerte y todos empezaron a bailar. Las demás personas de otras comunidades nos observaron y celebraron que ya por fin había dado este paso importante.

Paso que todos daremos en algún momento de nuestra vida.

Seguimos celebrando durante días, me enseñaron cómo eran las actividades y que con el tiempo me iría adaptando. Felizmente les dije que no había prisa en enseñarme todo de golpe, el tiempo lo teníamos de sobra. Ellos rieron y siguieron enseñándome mejor el significado de las manchas en las túnicas.

Una túnica en blanco significaba que había dado el siguiente paso como etapa final de su vida en el otro mundo. Una túnica con manchas azules significaba que había sido víctima de un ahogamiento, con manchas verdes significaba que fue por intoxicación, manchas negras significaba que fue por suicidio y las manchas rojas, como las que yo tenía, significaban que había sido víctima de un abuso.

Con el pasar de los días, mi mente y cuerpo se había adaptado al estilo de vida de este lugar. Hacíamos festines cuando la cosecha y la pesca eran buenas (que era casi todos los días), jugábamos y nos sentábamos alrededor de una fogata para contar sobre nuestras culturas y nacionalidades, lo que nos gustaba realizar en nuestra vida en el otro mundo.

Una mañana aproveché que no estaban despiertos los de aquella comunidad y caminé al lugar donde aparecí la primera vez que llegué aquí. Para mi sorpresa, había un chico tumbado con una túnica blanca semi-dormido. Al querer intentar moverlo para que despertara, él solo lo hizo y se levantó tan rápido que por poco se cae de no haberlo sujetado de su mano. Él me observó y sus ojos se volvieron cristalinos. Empecé a llorar y él me abrazó con mucha fuerza mientras me besaba.

—Eres tú... Aquí estuviste todo este tiempo, mi dulce prometida.

Era él, realmente era él.

—Bienvenido a tu nuevo hogar, mi amor.

Terrible verdadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora