The Director

D

Cuando el avión tocó suavemente la pista del aeropuerto en Italia, Louis aún se estaba ajustando a la idea de estar tan lejos de casa y en compañía de Harry Styles, su enigmático director. No había esperado que el viaje fuera a revelar una faceta completamente diferente de Harry, una que lo dejó tan sorprendido como admirado.

Tan pronto como bajaron del avión y entraron en la terminal, Louis notó una notable diferencia en cómo la gente reaccionaba alrededor de Harry. No habían dado más de unos pasos cuando un grupo de personas se acercó, sonriendo y murmurando el nombre de Harry en tonos emocionados. Louis observó, atónito, cómo no menos de cinco personas se detuvieron para pedirle una foto a Harry, quien manejaba cada solicitud con una gracia y una paciencia que parecían naturales, aunque ligeramente forzadas.

—¿Siempre eres tan famoso aquí?—preguntó Louis, medio en broma, mientras se abrían paso a través de la multitud.

Harry soltó una risa corta, su mirada barriendo el aeropuerto con una familiaridad resignada. —Italia siempre ha tenido un lugar especial para mí.— respondió con un tono que sugería recuerdos y experiencias pasadas que Louis apenas podía imaginar.

Al salir de la terminal, un chofer uniformado les estaba esperando. Se acercó de inmediato, saludando a Harry con un respeto reverente y tomando sus maletas sin más. Louis siguió a Harry hasta un elegante vehículo negro que los esperaba a unos pasos de distancia. Una vez dentro del auto, el chofer los llevó rápidamente hacia el puerto, donde un nuevo nivel de sorpresa esperaba a Louis.

Al llegar al puerto, Louis apenas pudo contener su asombro al ver un impresionante yate anclado cerca del muelle, reluciente bajo el sol italiano. Lo que realmente captó su atención fueron las iniciales "HS" grabadas con elegancia en el costado del barco. Era evidente que Harry no solo era conocido y respetado, sino que poseía una riqueza que Louis nunca había imaginado.

—¿Ese es tu barco?— preguntó Louis, su voz teñida de incredulidad y admiración.

—Sí, es una de mis indulgencias— admitió Harry, observando el yate con una mezcla de orgullo y una pizca de culpa. —Me gusta venir aquí para escapar un poco y reflexionar. Es más privado y me permite tener algo de paz.—

Mientras caminaban hacia el yate, Louis no pudo evitar sentirse un poco mareado por la magnitud de lo que estaba experimentando. Harry, que en Nueva York parecía tan centrado exclusivamente en su trabajo, aquí en Italia revelaba capas de una vida que iban más allá de lo que cualquier guion podría sugerir.

Subieron a bordo del yate y Louis se permitió un momento para admirar la vista del mar extendiéndose infinitamente frente a ellos. El mundo de Harry era asombrosamente complejo y lujoso, un contraste agudo con la austera sala de ensayos en la que había pasado tantas horas bajo su tutela.

—Espero que encuentres este lugar tan relajante como yo lo hago— dijo Harry, guiándolo hacia el interior del yate. A medida que el barco comenzaba a alejarse del muelle, Louis se dio cuenta de que este viaje no solo era una escapada de su rutina diaria, sino una inmersión en un mundo completamente diferente, uno que nunca habría imaginado que existía en la vida de Harry Styles.

Mientras Louis se sumergía en el asombro de su nuevo entorno, el teléfono de Harry sonó, interrumpiendo el murmullo tranquilo de las olas contra el yate. Con una disculpa rápida y una mirada de leve frustración, Harry sacó el teléfono del bolsillo de su chaqueta.

—Debo tomar esto, lo siento— dijo, y su tono llevaba un matiz de molestia que Louis rara vez había percibido en él. Mientras se alejaba un poco para hablar con más privacidad, Harry sacó un cigarrillo con su mano libre y lo encendió con un encendedor que llevaba consigo. La familiaridad con la que manejaba el cigarrillo sugería que era un ritual habitual en situaciones de estrés o contemplación.