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Después de una velada que había oscilado entre momentos de tensión palpable y otros de superficial camaradería, los últimos invitados finalmente se despidieron y dejaron la villa en un silencio reconfortante. Harry, cuya expresión había alternado entre la cortesía forzada y la reflexión sombría a lo largo de la noche, parecía llevar el peso del mundo sobre sus hombros al cerrar la puerta tras el último adiós.

Sin decir mucho, se excusó con un breve —Voy a descansar un poco— dirigido a Louis, y su cansancio era tan evidente que no invitaba a réplicas. Con pasos lentos, desapareció por el corredor que llevaba a las habitaciones privadas de la villa.

Louis, mientras recogía algunos de los vasos y platos usados que habían quedado en la terraza, sentía una creciente preocupación por Harry. Aunque respetaba su necesidad de espacio, algo en su mente le decía que no debía dejar a Harry solo por mucho tiempo. Decidió que, después de darle unos minutos para que se acomodara, iría a verificar cómo estaba.

Pasados unos minutos, Louis caminó por el mismo corredor por el que Harry había desaparecido, su silueta una sombra suave contra las luces tenues que iluminaban el pasillo. Al acercarse a la puerta de Harry, notó que estaba entreabierta, una señal de que quizás Harry no había tenido ni la energía ni el ánimo para cerrarla completamente. Con un golpe suave y discreto en el marco de la puerta para anunciar su presencia, Louis se asomó con cautela.

Lo que vio lo detuvo en seco.

Harry estaba acostado sobre la cama, completamente vestido, con los zapatos aún puestos. Se había quedado dormido en una posición que hablaba de agotamiento puro: la luz de una lámpara aún encendida a su lado iluminaba su rostro, revelando las líneas de estrés que incluso el sueño no podía aliviar completamente.

Por un momento, Louis simplemente observó, la imagen de Harry tan vulnerable y accesible contrastando fuertemente con la figura siempre controlada y poderosa que presentaba al mundo. Era un recordatorio de que, detrás de todas las expectativas y las exigencias, Harry era humano, sujeto al cansancio y la presión como cualquier otra persona.

Con una delicadeza nacida de una mezcla de respeto y cuidado, Louis entró en la habitación, se acercó y apagó la lámpara para sumir la habitación en una penumbra tranquilizadora. Consideró despertar a Harry para que se pusiera más cómodo, pero decidió que lo mejor era dejarlo descansar.

En cambio, se tomó un momento para asegurarse de que Harry estaba simplemente dormido y no en algún tipo de angustia. Observando su respiración regular y el ocasional movimiento bajo los párpados cerrados, Louis se sintió algo aliviado.

Luego, silenciosamente, se retiró de la habitación, dejando la puerta ligeramente ajar, como la había encontrado. Al alejarse, Louis sintió una mezcla de preocupación y alivio; preocupación por el bienestar de Harry, y alivio por haberlo encontrado en un estado de descanso, aunque fuera forzado por el agotamiento.

El resto de la noche, Louis se quedó despierto más tiempo de lo habitual, reflexionando sobre los eventos del día y sobre su relación con Harry, sintiendo una conexión más profunda y compleja que nunca antes.

La imagen de Harry, rendido por el cansancio y vulnerable, persistía en su mente, evocando una mezcla de preocupación y admiración. Louis recordó el primer momento en que había visto a Harry, no en persona, sino en la pantalla grande. Tenía apenas quince años y había quedado maravillado no solo por la brillantez de la actuación de Harry, sino también por su habilidad para dirigir una narrativa compleja y emotiva que resonaba con el público de manera profunda y personal.

Desde ese momento, el deseo de Louis de trabajar con Harry se había convertido en una aspiración lejana, una de esas metas que parecen más un sueño que una posible realidad. Sin embargo, el destino a veces tiene maneras curiosas de tejer sus hilos, y aquí estaba, una década después, no solo trabajando con Harry sino también compartiendo su casa en Italia y fingiendo ser su pareja en una situación que desafiaba toda lógica.

Louis reflexionó sobre los extraños giros de la vida que lo habían llevado a este punto. A pesar de la diferencia de edad de siete años y los mundos distintos de donde venían, sentía una conexión inesperada con Harry, una que iba más allá de la admiración profesional. El respeto mutuo y la comprensión que habían comenzado a desarrollar durante los ensayos en Nueva York habían florecido en algo más complejo y significativo en el corto tiempo que habían pasado juntos en Italia.

Mientras se recostaba en la cama, mirando el techo en la oscuridad, Louis no pudo evitar sentir que, a pesar de la fachada que mantenían, había un lazo genuino que se estaba formando entre ellos. No era solo el agradecimiento por la oportunidad profesional o la empatía por las circunstancias difíciles de Harry; era algo más profundo, una especie de camaradería que a veces rozaba los límites de algo más personal.

Quizás era la manera en que Harry compartía sus pensamientos o cómo sus miradas se encontraban en silencio, cargadas de palabras no dichas pero entendidas. O tal vez era la forma en que Harry había confiado en él durante la cena, un acto que revelaba vulnerabilidades que Louis sabía que Harry raramente mostraba a otros.

Con estos pensamientos girando en su cabeza, Louis finalmente se dejó llevar por el sueño, con la esperanza de que los días siguientes en Italia les permitieran explorar y entender mejor la naturaleza de su relación, tanto en el ámbito profesional como en el personal. Quizás, solo quizás, esta experiencia compartida en Italia sería solo el comienzo de algo más significativo, un capítulo nuevo y emocionante en la vida de ambos.

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