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Después del torbellino emocional de la ceremonia de premiación y el silencioso viaje de regreso, Harry y Louis se encontraron en la serenidad de la villa. Con solo un día restante en Italia antes de regresar a la rutina de Nueva York, la atmósfera entre ellos era una mezcla de melancolía y reflexión. Louis sabía que el ambiente íntimo que habían compartido en Italia podría disolverse una vez que volvieran al ajetreo de la ciudad y a la realidad de los ensayos, donde Harry, conocido por su carácter reservado, podría volver a su usual distancia profesional.

En la terraza, bajo un cielo estrellado, ambos se sentaron en silencio, escuchando las olas romper suavemente en la distancia.

Harry, se apoyó en la baranda, encendiendo un cigarrillo, sus pensamientos girando alrededor de los eventos del día y lo que vendría después.

Louis, observando discretamente desde el umbral de la puerta, decidió unirse a él. Al acercarse, notó el saco de Harry descuidadamente colgado sobre la baranda y su camisa notablemente desabrochada, revelando más de lo habitual. La imagen era inusualmente desenfadada para el siempre meticuloso Harry.

—Mañana volvemos a la rutina—mencionó Louis suavemente, apoyándose junto a Harry en la baranda. Su voz llevaba un dejo de resignación, sabiendo bien que el regreso a Nueva York significaría un reingreso a sus vidas cotidianas, potencialmente más distantes y formales.

Harry exhaló el humo lentamente, observando cómo se perdía en la brisa nocturna antes de responder. —Sí, la rutina— dijo, su tono neutral, pero con una subyacente tristeza que no escapó a la atención de Louis. Miró hacia el oscuro horizonte, donde el mar se encontraba con el cielo, una frontera tan indefinida como el futuro de su relación con Louis tras esta escapada italiana.

Ambos permanecieron en silencio, compartiendo el espacio y la compañía el uno del otro, cada uno perdido en sus pensamientos sobre los días venideros. El regreso a Nueva York no solo marcaría el fin de su breve interludio en Italia, sino que también pondría a prueba la conexión que habían fortalecido lejos del ruido y las exigencias de sus carreras.

Louis finalmente rompió el silencio, intentando aliviar la pesadez del momento. —Sea lo que sea que pase, Harry, estos días han sido increíbles. No los olvidaré.—

Harry asintió, ofreciendo a Louis una pequeña sonrisa que no alcanzaba a ocultar completamente su reluctancia a dejar atrás la simplicidad y apertura que habían encontrado en Italia. —Ni yo, Louis. Ni yo.—

Y así, bajo el cielo estrellado, con el suave sonido del mar como testigo, concluyeron su última noche en Italia, no con promesas ni planes, sino con un entendimiento tácito de que, pase lo que pase, lo compartido entre ellos había dejado una marca indeleble en ambos.

Mientras el viento nocturno llevaba el murmullo del mar hacia ellos, Louis se sentía cada vez más arrastrado por la marea de emociones que los últimos días en Italia habían despertado en él. Con la baranda fría bajo sus manos, se volvió hacia Harry, quien parecía igualmente cautivo por el momento.

—Sabes...Nunca esperé conocerte realmente— comenzó Louis, su voz llena de una mezcla de asombro y sinceridad. —Siempre tuve esta imagen de ti, de mi ídolo, y tenerte aquí, tan real, tan humano... Es más de lo que jamás imaginé.—

Harry, visiblemente tocado por la confesión, se mantuvo en silencio, sus ojos fijos en Louis. La luz de la luna iluminaba su rostro, suavizando las líneas que usualmente marcaban su expresión seria y revelando una vulnerabilidad que rara vez mostraba al mundo.

—Louis— dijo Harry suavemente, su voz baja como si temiera romper el hechizo que parecía haberse tejido entre ellos.—No soy solo el personaje que la gente ve en pantalla o en el escenario. Y tú me has ayudado a recordar eso..—

The Director Donde viven las historias. Descúbrelo ahora