7. ¿Mesa para Dos?

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Se suponía que las comidas eran momentos de convivencia que iban más allá de la simple satisfacción de una necesidad fisiológica. Tenían un papel social dentro de un grupo. Eran actividades diarias privilegiadas donde los individuos hablaban de sus respectivos días, compartían opiniones y aprendían un poco más unos de otros.

Las comidas en la mesa regulaban la dieta gracias a platos que contenían la proporción adecuada de alimentos y limitaban el exceso de azúcar o grasa. Era importante mantener el ritual de la comida al mínimo, porque comer juntos estructuraba y tranquilizaba. Hasta cierto punto, no consumir alimentos por sí solo podría prevenir conductas de riesgo como la bulimia, la anorexia y otros trastornos alimentarios. Hubo menos tentaciones porque los participantes se supervisaban unos a otros.

Participar en la preparación de las comidas reforzó el sentimiento de unidad. La mesa jugó un papel importante en la educación: aprendiendo la cortesía, siguiendo las reglas sociales y adoptando comportamientos de convivencia. Comer dio la oportunidad a las personas de estar juntas sin necesariamente comunicarse verbalmente.

Bela Dimitrescu atesoraba esos momentos en la mesa. Le encantaba comer con su familia por razones obvias. También le gustaba descubrir nuevos sabores y mejorar sus recetas. Se negó a limitarse a beber sangre cada vez que tenía hambre. Para asegurarse de que sus familiares disfrutaran de sus comidas, aprendió a cocinar y a adaptar los platos a las preferencias de cada una.

A Lady Dimitrescu le gustaban las comidas generosas. La hija mayor tenía especial cuidado en servir un poco de cada parte de la presa cazada. Un plato reuniría un rico panel de sabores. A Casandra le gustaban los despojos. No fue difícil salvar esas partes. Daniela era golosa. La rubia horneaba pasteles de carne antes de traer té de sangre. En cuanto a ella, no estaba en contra de los platos dulces y salados. Las salsas de frutas eran su placer culposo.

Al principio, Alcina se sorprendió al encontrar a su noble hija en la cocina. Por lo general, era un trabajo para sirvientas. Su hija tenía curiosidad y parecía inflexible en aprender esta nueva habilidad. Como resultado, la matriarca la desafió. Pidió un plato que las cocineras estropearon porque no compartían las mismas papilas gustativas. Lady Dimitrescu quedó gratamente sorprendida al comer un plato exquisito revisado. Desde aquel día, elogiaba las aptitudes culinarias de Bela. Esta última no estaría a menudo en la cocina, pero haría que su presencia contara.

El almuerzo en el castillo de Dimitrescu estuvo tan animado como siempre. Su madre habló de un posible baile de máscaras en honor a la Madre Miranda. Naturalmente, su palacio era la única opción que cumplía con las expectativas de la diosa. Las cuatro imaginaron cómo podría decorarse su casa para el evento.

Había pasado mucho tiempo desde que las hermanas del caos llenaron el agujero de la armería y cumplieron con todas sus tareas. Oficialmente ya no fueron sancionadas. En su primer día libre después de su detención, se morían por salir. Cassandra ansiaba cazar en la pradera. Daniela se mezcló con un grupo de criadas para explorar el pueblo y escuchar nuevos rumores. Bela no lo dudó, sólo podía pensar en pasar tiempo con Donna.

Las visitas de la rubia a la mansión Beneviento se habían vuelto frecuentes. De vez en cuando se ayudaban mutuamente en sus respectivos trabajos. Una nueva perspectiva siempre fue útil. A Bela le encantaba especialmente observar a Donna haciendo manualidades o haciendo jardinería. La inundaría con múltiples preguntas y la experta las respondería todas con paciencia. Afortunadamente, a Lady Beneviento no le importó la observación de la bruja.

Recientemente, Bela tuvo mucho papeleo que hacer, por lo que solo podía saber de su amiga a través de cartas. Esta tarde decidió que se había adelantado a lo previsto. Dejó una nota en su escritorio: "Fui a la mansión Beneviento, volveré para cenar."

Monstruos enjaulados | BeladonnaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora