Capitulo 5: Los asuntos de Norma

31 10 36
                                    


Al terminar las clases, se dirigió de inmediato al mismo lugar de siempre: la cancha. Al llegar, se sentó en las gradas y observó a Aidan. Parecía distraído, tanto que perdía el balón con facilidad cuando alguno de sus compañeros se lo arrebataba.

Cuando finalizó la práctica, Aidan se sentó en el banquillo y bebió una botella de agua de un solo trago, sin dejar ni una gota. Sus amigos, se adelantaron mientras él se quedaba solo practicando con la pelota. Por alguna razón, no lograba encestar ninguna y finalmente lanzó la pelota con fuerza, como si estuviera molesto por su mal desempeño en la práctica.

Ella, sintiendo que metería la pata si se acercaba, se dirigió hacia él con sigilo. Cuando él la vio, pareció resoplar con fuerza.

- Necesito hablar contigo -dijo ella con nerviosismo.

- Dime -respondió él en un tono seco.

Ella notó que él no parecía estar de buen humor. Su semblante era serio y algo distante.

Penélope tragó saliva, sintiendo cómo la sequedad invadía su garganta. Quería hablar, pero las palabras se atascaban en su pecho, incapaces de escapar.

- Pues yo... yo... -tartamudeó.

Un nuevo resoplido de impaciencia brotó de Aidan, intensificando su nerviosismo.

- Lo que pasa es que... quiero hablar de lo que pasó esa noche -logró articular por fin, aunque su voz sonaba apenas un susurro.

Se maldijo a sí misma por su torpeza. Ansiaba sonar segura, pero sus emociones la dominaban.

Aidan la miró con una expresión fría.

- Penélope, ya te dije que olvides lo que pasó -respondió con un tono cortante-. Fue un error, un momento de debilidad.

-Pero yo necesito... -intentó replicar, con la voz apenas audible.

Antes de que pudiera terminar su frase, Aidan la interrumpió con brusquedad.

-Penélope, no hay nada más que decir. Lo mejor para ambos es que olvidemos esto y sigamos adelante como si nunca hubiera pasado.

Sin dar oportunidad a una respuesta, Aidan recogió sus cosas y se marchó, dejando a Penélope sola, con el corazón hecho pedazos y la autoestima por los suelos.

Un torbellino de ideas y emociones caóticas comenzó a azotar la mente de Aidan, provocándole un mareo que amenazaba con consumirlo. Sebastián, con su perspicacia natural, no tardó en percibir la inquietud que emanaba de su amigo y, con un gesto amable, le dio unas palmadas en la espalda.

-Oye, ¿qué te sucede? Te noto muy pensativo. ¿Acaso han vuelto los problemas con tu madre? -preguntó Sebastián con genuina preocupación.

Aidan, intentando aparentar una calma que no sentía, dirigió su mirada hacia su amigo. Sebastián, en ocasiones, parecía poseer una habilidad inexplicable para leerlo como un libro abierto.

-Si te contara, no me lo creerías -respondió.

Sebastián era una especie de bendición, o al menos así lo veía Aidan. Muchos tildaban las amistades entre hombres de superficiales, plagadas de orgullo y dificultad para expresar emociones por miedo a mostrarse débiles. Pero Sebastián era diferente. Un amigo en quien podía confiar plenamente, una persona que lo apreciaba como un hermano, como parte de su familia. Por eso, aunque Aidan intentara ocultarlo, Sebastián siempre se daba cuenta cuando algo lo perturbaba.

-¿Qué ha pasado? No me digas que ahora eres el novio de Norma.

Aidan negó con la cabeza.

-Tú sabes que eso nunca funcionaría.

Los Reyes del Desastre #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora