Aidan la apartó de la multitud, buscando un refugio discreto donde sus palabras pudieran resonar sin interferencias. La condujo hacia un rincón poco iluminado, donde una tenue luz proyectaba sombras alargadas sobre las paredes.- No debiste venir aquí -dijo Aidan con tono serio.
Ella lo miró con recelo, sus ojos escrutando su rostro con una intensidad casi palpable. Una ceja se arqueó en un gesto desafiante, mientras sus labios se curvaban en una mueca de desdén.
-¿Y a ti qué te importa? -replicó -. Si mi presencia te incomoda, lo siento mucho, pero no puedo desaparecer por arte de magia. Ignórame, hazlo por ti mismo.
Dio un paso decidido hacia atrás, lista para alejarse del incómodo encuentro. Pero Aidan fue más rápido. Su mano la atrapó con firmeza, obligándola a detenerse. La acercó a su cuerpo, presionándola contra la pared de ladrillo. Era como si la tuviera acorralada, sin escapatoria posible.
-Lo digo porque me importas, porque no quiero que te metas en problemas -declaró. Su mirada, antes severa, ahora se había ablandado, reflejando una mezcla de preocupación y afecto.
El corazón de ella latía con fuerza en su pecho, como un tambor desbocado. Las inesperadas palabras de Aidan la habían tomado por sorpresa, removiendo las emociones que había intentado reprimir.
-¿Me importas? No me mientas -dijo con voz temblorosa, sus ojos clavados en los de él.
-Sé que pensarás que estoy loco, pero créeme -continuó Aidan con urgencia -Marco no es lo mejor para ti. Lo conozco mucho más tiempo del que tú lo has conocido.
Ella se liberó de su agarre con un movimiento rápido y decidido, como si el contacto físico la quemara.
-Si solo pretendes advertirme, no me interesa -respondió con tono firme.
Aidan la observaba con detenimiento, intrigado por la hostilidad que emanaba de ella. Su mirada era una mezcla de desafío y dolor, reflejando la lucha interna que libraba en su interior. Aunque comprendía su actitud, pues él mismo había sido duro con ella en el pasado, no pudo evitar sentir una punzada de culpa.
-Si me lo permites, me gustaría retirarme -dijo Penélope con voz cortante.
Sin embargo, Aidan fue más rápido. Su mano la atrapó con destreza, atrayéndola hacia él con una fuerza que la dejó sin aliento. La acorraló contra la pared una vez más, sus cuerpos se presionaban con una intensidad que le erizó la piel. En esta ocasión, sus nervios se intensificaron aún más, y su corazón reanudó su frenético latido. Tenerlo tan cerca nuevamente desataba un torbellino de emociones en su interior: una mezcla de miedo, deseo y una inexplicable vulnerabilidad. Siempre había sido débil ante él, pero esta vez estaba decidida a demostrarle que no siempre tendría el control sobre ella.
Volteó el rostro, resignada ante su insistencia. Sus ojos se cerraron con fuerza, como si quisiera escapar de la intensidad de la mirada de Aidan.
Él, con sus manos sosteniendo firmemente su rostro, la obligó a mirarlo a los ojos. La calidez de su mirada la hipnotizaba, haciéndola olvidar por un momento la tensión del momento. Las palabras que había preparado para defenderse se desvanecieron en el aire, ahogadas por la marea de emociones que la embargaba.
-Más tarde me arrepentiré de esto -dijo Aidan con su aliento rozando sus labios.
De repente, Aidan la besó. Un beso inesperado, lleno de pasión y deseo que la dejó paralizada. ¿No quería? ¿O sí? Entonces, ¿por qué tanta resistencia? Las preguntas se arremolinaban en su mente, mientras su cuerpo respondía instintivamente al contacto de sus labios.
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Los Reyes del Desastre #PGP2024
Ficção Adolescente¿Alguna vez has tenido mala suerte en el amor? ¿Alguna vez fuiste rechazado? Todo eso le ha pasado a Penélope. Ella ha estado enamorada de Aidan desde la infancia, pero él parece apático al amor. A pesar de que ella se le ha declarado e incluso pare...