「 Capítulo 3 」

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Capítulo III
«¿¡Sanji y Usopp vendidos!? ¡No dejes atrás a tus amigos!»

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Los pocos ruidos no eran alentadores dentro del pequeño espacio, casi húmedo y sofocante, igual que una caja de piedra.

Varios cuerpos vivos decoraban las paredes, amarrados hasta el cuello por sogas sucias. Ninguno de ellos se movía, incapaces de hacerlo, también por el miedo de apretar sus huesos y perforar sus órganos.

Si no fuese por aquella humilde ventana en lo alto del techo, probablemente la oscuridad se los hubiera tragado por completo. La luz menguaba en rayos anaranjados pero era suficiente, para almas encerradas bajo el suelo.

Sanji veía los cabellos que le cortaban al que pensó que era un cadáver antes, resultó ser una muchacha joven morena, tan quieta como un maniquí. Eso encendió sus venas en impotencia pura y era el único deseando luchar.

La sensación de derrota era palpable en los otros prisioneros. Sus rostros ennegrecidos y acabados no le brindaban esa esperanza necesitada.

—No cortes demasiado, se ve llamativa.

—¿Tú crees? —Esta mujer, de trenza y guantes de granjero, miró a su amigo, bajando las enormes tijeras que no estaban hechas para la peluquería.

—A los compradores les gustan visualmente bonitas. Así las presumen a los demás.

Eso fue suficiente. Usopp no quiso seguir escuchando y se encogió de hombros, odiando cada segundo que hablaban de sus presencias como mera mercancía, destinada a servir a futuros terceros.

No les importaba que pudieran oírlos, seguían en su habitual plática, ignorando el aura de resignación en las víctimas, porque es justo lo que buscaban, en su mayor muestra de sevicia¹.

—Aunque no sé si en las islas a las que iremos, como Sabaody, haya ropa tan bonita como la de aquí. —y luego, este hombre de lentes oscuros, se cruzó de brazos, pensante.

—¿Haa? entonces ponle algo decente antes de partir, porque la presentación importa mucho en el producto...

—Piensas como toda una profesional. —el de lentes se dió el gusto de reír.

Al rubio no le gustaron esas palabras. Partir. Eso significaba que aún estaba en Acualila por suerte, tenía tiempo de liberarse. Volvió a repetirse la misma pregunta que cuando despertó: ¿Cómo salir de este problema? Las cuerdas yacían casi penetrando su piel por encima de la ropa. Por supuesto, estos condenados no dejaban paso a los errores.

Encontró a Usopp a su lado, hecho un ovillo, deshaciéndose en temblores. No le hacía falta imaginar lo que recorría en la mente del tirador. Ambos tenían el miedo y el enojo brotando de los poros.

—Principito. —le faltó poco escupir por completo ese apodo.

Sanji sabía que le hablaban a él, levantó la cabeza.

Lo apodaron por su apariencia de chico coqueto, o al menos bien vestido. Y no era por creerse más en estas circunstancias pero había un trato preferencial a su persona, por el hecho de verse elegante y de traje. ¿Es por eso que lo secuestraron?

—Vamos a cortarte ese mechón.

La sonrisa que le dió su captor era indescifrable. A ese punto no quería saber si lo decía por diversión o su idea retorcida de presentación al público comprador.

El anciano filo de las tijeras lo amenazaron, no quiso que lo tocaran en general. No le iba a permitir a nadie destruir ni un solo de sus cabellos.

Justo cuando el hombre se agachó delante, aprovechó la cercanía y se encontró dándole un acérrimo cabezazo, que no nada más llenó la habitación con un sonido secó y doloroso, sino que las miradas arrugadas de temor se volvieron a él.

☠️ | One Piece: La sexta tripulanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora