Capitulo 4

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Luna

Escucho un fuerte estruendo que hace retumbar toda la habitación. Me levanto agitada pero somnolienta. Miro hacia todos lados analizando la habitación a pesar de mi vista borrosa al estar aún medio dormida. Me percato de que falta algo en mi habitación pero lo ignoro, me encojo de hombros para luego escuchar un ronquido de Jessica y me vuelvo a recostar para retomar mi sueño.

***

Me despierto escuchando los ronquidos de mi amiga.

Me siento en el lateral de la cama con los pies colgando y en un intento de levantarme y salir caminado para darme una ducha, caigo al tropezar con algo y mi cara saluda el suelo con un beso no muy agradable. Expulso un grito ahogado y me levanto dando un masaje a mi rostro para ver con lo que me tropecé.

–¿Jess? ¿Qué haces ahí? No me vallas a decir que dormiste ahí y que fuiste tú el estruendo de anoche. –no recibo respuesta por su parte. –¡Jessica! –exclamo y la agito para despertarla.

–¿Qué..? ¿Qué pasó? ¿Ya se está acabando el mundo? –dice ella aún dormida.

–¿Qué...? No, claro que no. Lo que acaba de empezar es nuestro día de escuela y mi paciencia es la que se acaba. Vamos, levántate y vístete para bajar a desayunar. –digo mientras busco que ponerme para darme una ducha.

Cuando ya hemos desayunado llamo a Joel para que venga a recogernos. Montamos en el auto y nos lleva hasta el colegio. Curso último año. Pronto iré a la Universidad y aún no sé qué es lo quiero estudiar, el oficio que quiero ejercer.

Nuestra escuela, además de ser la más prestigiosa, también queda cerca del pueblo, donde los pobres habitan. Juro, que si yo pudiera hacerlo, donaría dinero para esas personas, pero mi padre siempre me anda controlando la vida. Y el hospital más cercano es el público, ese que sirve para todos por igual, por eso todos los de aquí prefieren quedarse en sus casas enfermos a que les de un ataque en la escuela y tengan que ir a parar allí.

Al llegar lo primero que encuentro en mi campo de visión es a Lukas en el portón principal del gran recinto escolar.

Le hago una seña a Jess para que me acompañe hasta el salón de clases. Pasamos desapercibidas por Lukas hasta que su "amiga" nos menciona.

–Vaya, vaya, pero si son la perrita faldera y la zorra del aula 4. –¿qué no se cansa de molestar?

–Vaya, pero si es risitos de oro, la que depende de los tres osos porque su madre no la quiere y te recuerdo que estamos en la misma clase, cuidado, no vaya a ser que lo mío sea contagiosos. –la veo enfadarse y luego sonríe hipocritamente.

–¿Qué es eso una película? No lo conozco. –dice fingiendo no saber a lo que me refiero cuando en la preparatoria nos ponían a leer ese cuento.

–¿Cómo qué no? Pensé que te conocías a ti misma ya que eres tan narcisista. –la veo enfadarse aún más.

–Wow, pero si es el ratón de biblioteca. No pensé verte acá más nunca. –y tenía que llegar él, Lukas, equipo de fútbol, 3 veces campeón de la copa municipal, alto, de buen cuerpo, cabello oscuro, típico cliché con la típica chica rubia de ojos verdes, líder de las porristas y una engreída a más no poder, Patricia.

–Pero si es la rata de laboratorio favorita de la señorita sosa, uy perdón, quise decir osos. –digo poniéndome una mano en la boca para taparla y luego la quito mirando a la susodicha.

La vi con intenciones de decir algo cuando suena la campana de la clase.

Ignoro su presencia todo el camino hasta el salón y tomo asiento en la última silla y Jessica se sienta justo a mi lado. Entran por la puerta los individuos de hace un momento y más atrás el profesor.

Cuando suena la campana nuevamente salimos a la cafetería. Allí saco una coca-cola de la dispensadora y luego Jessica me alcanza ya que salí antes muy apresurada para no tener un encontronazo con doña risitos y el señor rata de laboratorio. Pero parece que las cosas así son prácticamente inevitables.

Justo después de que llegara Jessica llega risitos de oro y don ego con su pandilla de seguidores.

–Miren, parece que a la cucarachita de los astros le gusta hurgar en las cosas de otros. –escucho a Patricia detrás de mi y escucho a Jess susurrarme que nos fuéramos con tono suplicante en su voz.

–¿Acaso hasta la dispensadora te pertenece? ¿No te vasta con ser la hija del diablo y poseer las almas de todos estos pobres inocentes? –se le ve enfadada pero a mi no me importa pues, ¿si no le tengo miedo a mi padre porque se lo tendría a ella?

–Si soy la hija del diablo y poseo las almas se todos estos indefensos animalitos asustados, pues con más razón, deben hacerme caso o...–me sigue el juego. Todos se quedan simplemente observando, nadie se atreve a interrumpirla.

–¿O qué? –pregunto.

–O, como hace el diablo, destruiré sus insignificantes almas. –dice acercándoce a mi para luego mirarme con un aura de superioridad. Nuevamente nadie tiene intenciones de detenernos.

–Pues que sepas, no te tengo miedo y la única alma que va a quedar destruida va hacer la tuya. –digo para entonces ser interrumpida por Lukas. Claro, nadie detiene a la loca pero a mi si, soy tan insignificante para ellos, pero no lo soy, no me conocen.

–Patricia, para, ya fue suficiente. Está al terminar el almuerzo, mejor comamos algo y vamos para el aula. Ella no vale tu tiempo. –me sentí ofendida por primera vez por las palabras de Lukas tan parecidas a las de mi padre.

–Tienes razón Luk, no lo vale –me mira con cara de superioridad para luego dar media vuelta y retirarse con su pandilla.

Se marchan dejándome con palabras en la boca. Jessica me suplica volver al salón pero yo me niego.

–¿Por qué? El profesor nos regañará si no volvemos antes de la campana.

–No, Jessica, aún tengo hambre, vuelve tú primero, yo iré después. –sigo con la coca-cola, que no había podido probar todavía, en la mano.

Le digo eso a Jessica para calmarla pero la verdad es que no quiero volver, no quiero estar en el mismo lugar que ellos.

Me quedo sentada en la banca qué está a un lado de la dispensadora, abro la lata de coca-cola aún en mi mano y tomo un sorbo. Escucho la campana pero me quedo un rato más, aún no quiero ir.

Después de alrededor de 5 minutos me levanto y me dirijo hacia el aula.

Al entrar mi mirada se encuentra con la del profesor y su cara me muestra su enfado.

–Permiso. Disculpe mi atraso. ¿Puedo pasar?

–Señorita Mckensin, le sugiero irse directo a Dirección, ¿o prefiere tener problemas aún más graves?

–No señor. Me retiro. –salgo, cierro la puerta y me dirijo a Dirección.

Al llegar toco la puerta para luego abrirla al escuchar un "pase" de parte de él director dentro de la Dirección.

–¿Luna? ¿Qué ocurre? ¿Necesitas algo? –pregunta él algo sorprendido por mi presencia.

–En realidad... el profesor de historia me mandó para acá por entrar tarde a su clase.

–¿Tú? ¿Llegar tarde? Que extraño. –dice algo extrañado.

–Si, es que me distraje.

–Eres una niña muy puntual, estudiosa, integral. Vuelve cuando él termine. Y no te preocupes por él, yo me encargaré de convencerlo.

–Esta bien, muchas gracias. –suelto una pequeña sonrisa.

Me habría buscado un problema de no ser por el director, y todo por culpa de esos idiotas.

Tú me diste la vida: Por Segunda VezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora