III

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Han Taesan hizo prometer a su hermana que iba a cuidar a Kim Leehan.

Aunque el castaño nunca supo porqué, la verdad era que la mayor de los Han no soportaba a los matones, ella misma en sus tiempos de estudiante era la encargada de defender a los que no lo hacían por sí mismos y hasta les dijo que estaba estudiando para ser policía, así que era parte de su trabajo y su deber era cuidar a la gente.

Pero ella ya había terminado el colegio y no podía defenderlo ni cuidarlo, así que confiaba que su hermano dejaría de importarle una mierda todo en la vida si al menos iba a la escuela para cuidar de él.

Por más que una parte del menor estaba ofendido, porque él no quería ningún guardaespaldas, una parte de él sabía que no le haría mal.

Y la idea de que Han Taesan lo cuidara le gustaba.

Al día siguiente el pelinegro se había sentado en el banco junto al suyo, mandando a la mierda a la chica que reclamó su lugar. Leehan se había ganado miradas de odio por parte de la chica y de sus amigas, pero el mayor dijo que si no podía decirles nada que él lo haría y se ofreció a decirles cosas feas si este quería.

Eso le había causado gracia y había soltado una risa muda, no pudo evitar ruborizarse cuando vió a Taesan sonreír por aquello.

Se preguntó si lo hacía porque su risa sin ruido era muy ridícula, si él mismo era ridículo, los chicos solían decir que él era ridiculo.

Esos pensamientos lo habían hecho bajar la cabeza, avergonzado se quedó callado de golpe, como si eso fuera alguna diferencia y Taesan se había dado cuenta de su cambio.

—¿Qué pasa, Kim? —preguntó con amabilidad, doblándose para mirar a Leehan al rostro, que tenía agachado.

El chico negó, aunque sus manos se movieron en un gesto que no pudo entender, el mayor suspiró un poco. No sabía nada de Leehan pero parecía que él no se había acostumbrado a no usar el lenguaje de señas.

Han tomó su cuaderno de notas y una lapicera, dejándolo caer sobre el banco del menor  haciendo que el chico diera un salto de sorpresa por el golpe, Taesan se sintió algo mal pero lo había encontrado adorable.

—Dí lo que quieras —dijo señalando el cuaderno.

Leehan tomó la lapicera con duda, escribiendo lentamente y con vergüenza, luego le alcanzó el cuaderno al pelinegro para que leyera.

"¿Soy ridículo?" Preguntaba en la hoja.

Taesan frunció el ceño mirando las palabras, luego alzando la vista para ver al menor quién volvía a mirar hacia abajo, pero notó el brillo de las lágrimas. El mayor pensó que había llegado demasiado tarde para ser amigo de Leehan, las palabras de los idiotas de sus bullies lo habían afectado.

Enojado también consigo mismo Taesan arrancó la hoja del cuaderno, rompiéndola en muchos papelitos, haciendo que el castaño lo mirara.

Juntando la hoja rota en su puño apretando con fuerza, Taesan se inclinó hacia Leehan mirando directamente sus ojos, habló con toda la honestidad de su corazón:
—No tienes nada de ridículo, Kim.

Al otro día el pelinegro repitió la misma acción, mandando a la mierda a la chica y esta vez agregó que de ahora en adelante ese era su banco, asi que si no quería discutir todos los dias lo mismo lo mejor era que dejara de molestar.

—Toma.

Taesan depositó un cuaderno y una lapicera sobre su banco, esta vez con más cuidado que el día anterior, era un cuaderno amarillo con un dibujo de un gato blanco durmiendo en la tapa.

Love me, Mute ☆ Gongfourz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora