XII

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Leehan llegó a su casa un día y escuchó unas voces en el comedor, frunciendo el ceño, extrañado, fue hacia allí para averiguar y encontró a su madre hablando lentamente mientras movía las manos en gestos lentos.

Su madre desde hacía bastante tiempo que no enseñaba el lenguaje de señas a nadie ya que no tenía a nadie interesado en aprenderlo, pero le parecía más raro que la mujer no le hubiera dicho nada. Ella solía usarlo para establecer conversaciones de señas con sus alumnos, siendo él el mejor estudiante de su madre, solía corregirlos, Leehan era como la prueba de fin de cada semestre.

Se sorprendió al ver una cabellera pelinegra y un tanto despeinada que conocía muy bien: Han Taesan.

¿Por qué su mayor estaba aprendiendo señas? Al chico no le había interesado aprender nada a lo largo de los dos años que llevaban siendo amigos, ¿Por qué lo haría ahora?.

Los ojos de Taesan notaron su presencia como siempre hacía cada vez que el menor estaba cerca, el pelinegro siempre lo miraba a él y se congeló a mitad de una seña, con sus dedos en el aire.

—Leehan.

—¡Oh! —la señora Kim se sorprendió, mirando a su hijo como si la hubiera atrapado haciendo algo ilegal, soltó una risa nerviosa—. Leehannie, llegaste temprano, ¿Qué-? —se calló cuando escuchó los pasos del chico subieron las escaleras casi corriendo, iba a decirle algo a Taesan pero el chico actuó por su cuenta, esquivando a la mujer para seguir al menor.

La señora Kim reprimió el instinto de ir ella también pero si había un momento donde Taesan debería mostrar todo lo que habían practicado sería ese.

El pelinegro fue lo más rápido que pudo hacia el primer piso, siguiendo al castaño e intentando mantener la calma.

—Leehan, Leehan, espera... —rogó, el chico mudo no parecía querer aflojar el paso.

El castaño ni siquiera sabía por qué huía, quizás era porque estaba demasiado avergonzado, porque tenía demasiado miedo, porque no estaba listo aún para escuchar lo que el pelinegro tenía para decirle, esperando lo peor.

—Leehan —Taesan tomó su muñeca y lo hizo voltear frenando su paso a apenas un metro de su habitación, sus ojos se encontraron y su mente se quedó en blanco, ya ni siquiera se acordaba de lo que iba a decir ni de lo que había practicado, estaba entrando en pánico.
Y el mudo ladeó su cabeza, como preguntando qué quería.

—Yo... —comenzó el pelinegro, sin saber cómo seguir—, había preparado algo, pero ya... No lo recuerdo, te juro que... Te juro que tenía algo preparado —soltó una risa nerviosa—, ¿Te importa si lo improviso?.

El menor se giró un poco más hacia él esperando lo que tenía que decir, se sorprendió un poco cuando la mano de Taesan bajó de su muñeca hacia su mano, tomándola con cuidado.

—Leehan, me gustas mucho —dijo—. Y esto es hace bastante tiempo. Me gustas desde antes del beso, Leehan —sonrió cuando el castaño abrió los ojos con sorpresa por esas palabras—.  Nunca supe cómo decírtelo ni si mis sentimientos... Serían correspondidos y, no quería arriesgarme a perderte, porque quiero cuidarte, quiero estar a tu lado todos los días, hablar contigo por horas antes de dormir, como siempre hicimos todo este tiempo —Taesan sonrió—. Yo... No puedo decir desde hace cuánto es así, no sé bien desde hace cuánto siento estas cosas por tí, quizás desde el primer momento en que te ví, posiblemente... —Leehan vió el rubor en las mejillas del mayor mientras sentía sus mejillas cada vez más y más calientes, tenía ganas de llorar. Esperaba que no fuera un sueño— Sólo sé que te quiero, muchísimo Leehan. Te quiero tanto que creo que te amo.

Y esa era la única seña que Taesan recordaba, alzó la mano en un puño, levantó su dedo meñique para luego estirar el dedo índice y el pulgar.

—Te amo, Leehan.

El menor estaba congelado ante esas palabras, no sentía ni siquiera su cuerpo de la emoción. No sabía si quería llorar o gritar, se sentía atrapado entre sus emociones y pensamientos.

¿Cómo decirle a alguien que lo amas si ni siquiera puedas hablar?.

¿Cómo podía corresponder sus sentimientos si no podía decir nada?

Leehan notó el ligero miedo de Taesan en sus ojos, lo notó crecer con cada segundo de silencio. ¿Miedo de qué? De perderlo, supuso. O de perder su amistad. O de perder la posibilidad de ser algo más y Leehan también tenía esos miedos, así que tenía que hacer algo rápido y sólo pudo pensar en una cosa.

Acercándose a él, estirándose un poco sobre sus pies quedando de puntas para llegar hacia el rostro del mayor, juntó sus labios con los de Taesan por afortunada segunda vez.

El pelinegro esta vez sí respondió, con el mismo cariño, con las mismas ganas, posando su mano libre en la mejilla del menor para sentir el beso más de cerca. Leehan llevó su mano hacia la nuca del mayor hundiéndose en el beso, con sus manos unidas ambos sintieron el apretón del otro, como reforzando la emoción de sus corazones que latían apresurados.

Un beso lleno de los sentimientos que tanto habían esperado para compartir.

Al separarse el castaño rió a su manera tan particular haciendo que Taesan se enamorara un poco más, rodeando su pequeña cintura con sus brazos lo atrajo hacia él, abrazándolo con firmeza. Lo había extrañado muchísimo y no lo quería soltar nunca más.

Leehan miró sobre el hombro del mayor y palmeó su hombro con ganas cuando vio a su madre grabando todo con su teléfono desde las escaleras intentando esconderse detrás de la pared, pero era una señora media gordita e imposible de ignorar.

Taesan se volteó hacia donde el castaño señalaba, la mujer soltó una risa jovial y cortó el boton de grabar, bajando las escaleras apresuradamente como si no la hubieran visto haciendo reír a los dos chicos, quienes no les importó tanto al fin y al cabo.

—Leehannie... —Taesan murmuró aquel apodo con tanto cariño que Leehan sintió cosquillas en su estómago— ¿Eso fue lo que quisiste decirme ese día? ¿Que me amabas también? —preguntó recordando cuando estaban en la casa de su tía y le había hecho esa seña que él no sabía que era.

El menor asintió con una sonrisa tímida, le parecía lindo que el pelinegro aún lo recordara.

—En ese momento no sabía que era y tú no quisiste explicarme —dijo, estaba reclamando un poco ya que de haber hablado sus sentimientos antes no se habrían distanciado.

Leehan llevó una mano hacia su pecho e hizo una seña, Taesan no entendió así que el menor lo hizo otra vez pero más despacio.

—Eh... ¿Miedo? —preguntó, no había practicado mucho esa seña. Este asintió y sonrió muy feliz de que el mayor lo había entendido— Yo no te iba a morder. ¿De qué tenías miedo?.

El menor rodó los ojos y suspiró pero a Taesan le pareció adorable y soltó una pequeña risa.

—Yo también tenía miedo, Leehannie —admitió, haciendo que el chico lo mirara—. No de que me mordieras, digo, ya lo has hecho y no muerdes muy fuerte —Leehan le dió un golpe en el brazo haciéndolo reír—. Bueno, bueno, creo que... Tenía miedo de que las cosas salieran mal, porque aprecio mucho tu compañía y no quiero perderte.

"Yo no quiero perderte tampoco, Yoongi" dijo con sus manos.

—Muchas señas, no tengo ni idea de lo que dijiste. El castaño suspiro cansado mirando a otro lado haciendo reir una vez más al más alto.

—Bueno, Leehannie... Tu madre me estaba haciendo galletas cuando llegaste ¿Quieres ir? —el menor asintió—. Bien, solo tengo una duda,  antes... Esto de que nos besamos y de que nos amamos y eso... ¿Nos hace novios? ¿No?.

El nombrado lo miró un momento, para él le parecía muy obvio, lo había besado dos veces, le había dicho que lo amaba, que no quería perderlo y que por lo tanto quería estar a su lado Le parecía muy obvio que sí eran novios.
Así que asintió, se encogió de hombros y abrió sus brazos, como diciendo "¿No es obvio?".

A Taesan le dió risa ese gesto y asintió también, estaban de acuerdo con que ahora ellos dos eran oficialmente novios.

Love me, Mute ☆ Gongfourz Donde viven las historias. Descúbrelo ahora