Capítulo 3

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-No deberías llevar eso ahí, es inapropiado- le dijo Shen Qing Qiu triturando la horquilla con sus ojos.

Había pasado a despedirse, después de desmayarse durante un día entero se había puesto a trabajar de nueva cuenta después de comerse un buen merecido plato de fideos, tal vez fueron más de uno, pero eran necesarios, lo que seguía era aún más agotador que escribir. Así que en el séptimo día de su partida desde la frontera norte empezó con el verdadero martirio. Editar. La edición siempre es más difícil que escribir, no se limita a sentarse y dejar que la pluma fluya, no. Es sentarse correctamente y checar con asiduidad cada pequeño error que puede tener la obra. Es leer el manuscrito tres o cuatro veces para confirmar que todo esté bien, cambiar pasajes enteros o rechazarlos por completo. Era un escritor mediocre, su escritura era una broma, una bofetada en el lector, pero aún así, se tomaba muy enserio su trabajo de edición. Prefería que juzgaran su trabajo como algo vulgar o estúpido a que lo reconocieran por estar lleno de errores gramaticales. Podía tolerar que le dijeran que era un holgazán que no indagaba en su escritura con el simple objetivo de hacerlo ameno hacia los lectores menos avispados, pero moriría de vergüenza que lo señalaran como el holgazán que ni siquiera podía tener correspondencia en su oraciones.

Aquella ardua tarea le llevó tres días y nuevamente murió sobre su cama todo el cuarto día. Llevaba diez días fuera la fortaleza norte.

Sin embargo la cuenta que llevaba sobre el tiempo que le sobraban estaba un poco distorsionada. Sin mirar ningún calendario, no se percató que no consideraba los días que caía como muerto en un sueño profundo y tumultuoso. En su imaginación aún tenía cuatro días para trabajar en su novela.

En el undécimo día se dedicó a comer semillas de melón y a redactar una carta para la editorial más mediocre que encontró.

"Espero que consideren mi trabajo para próximas entregas.

Cang Qiong"

Había decidido no firmar más que con el nombre de la secta para preservar el anonimato. Si la editorial se dignaba a contestar con una negativa o una propuesta el primero en recibir aquella respuesta era el líder de la cumbre An Ding, es decir él mismo. Era brillante. Alguien del exterior supondría que la carta sería robada antes de llegar a sus manos, algo que no era tan difícil considerando que se la pasaba la mayor parte del tiempo fuera. Mientras que en el interior, todos los discípulos de la cumbre estaban tan exasperados con su monótono trabajo que ni siquiera notaría la respuesta dentro de miles de cartas más. Era la primera vez que la función de su cumbre servía de algo.

Ese mismo día lo mandó pasando el paquete en mano de discípulo a discípulo confundiendo en el camino el origen del mismo. Al final, el último discípulo que lo recibió aunque se preguntó porque tendría que recurrir a aquel lugar a entregar ese paquete su curiosidad se vio cortada ante la frase "viene de arriba" ¿quiénes eran los de arriba? Las posibilidades se dividían en las doce cumbres. Al final entregó ese paquete sin saber de dónde demonios había salido. A veces Avión-juju tenía ingenio.

Al día siguiente fue a despedirse con el líder de la secta Yue Qingyuan, quien lo recibió con una mirada bondadosa y unos modales amables.

-Tu estancia aquí ha sido corta. Espero que no hayas tenido algún problema.

Pese a su posición más alta de la de él Yue Qingyuan era tan amable y suave que cualquiera al estar sentado frente a él se sintiera familiarizado al instante. Por eso, pese a su personalidad nerviosa y los pecados que recientemente el mayor le había perdonado no sentía entre ellos la más mínima tensión.

-En lo absoluto, Zhangmen-shixiong.

-Tus discípulos han infundido el rumor que has estado durmiendo durante dos días enteros, ¿tu salud se encuentra bien?- preguntó mirándolo con una seriedad preocupada.

I met my love in the last life Donde viven las historias. Descúbrelo ahora