Capítulo 1

243 25 2
                                    

-¿Sabes? Podría destruir todo este mundo. Nadie mejor que yo sabe cómo acabar con cada uno de sus habitantes. Sí, podría destruirlos a todos y tomar el papel que me merezco. Estos hijos míos son unos ingratos de lo peor, no me valoran. Me miran como una mosquilla repelente que se esconde detrás de figuras grandes. Yo podría ser mi propia figura grande. No sería difícil cambiar el curso de la historia, con un poquito de ingenio y tengo este mundo a mis pies.

-No creo que lo logres.

Aquella afirmación fue un golpe crudo en su corazón.

-¿No me crees capaz, hermano pepino?

-Sí. No eres capaz.

La doble afirmación perforó con una segunda saeta su órgano palpitante, causándole una hemorragia imaginaria que escurrió de sus labios.

-Me duele profundamente tú falta de fe en mí.

Su hermano pepino le dirigió una de esas miradas frías a través de su abanico. Era de esas miradas dignas de villano pero que por dentro guardaban los gritos internos de un lector resentido. Conocía bastante bien a su hermano pepino como para no saber que esa mirada fría en realidad ocultaba un ardor fanático corrosivo.

-Tal vez, en el mejor de los casos, seas capaz de lograr la mitad de lo que dices. No dudo que sepas cómo reconstruir esta historia tan mediocremente construida, pero no lo harás.

-¿Qué crees que limita mi objetivo, hermano pepino?

Los ojos verdes del otro brillaron con una luz casi opaca.

-La amas demasiado.

La tercera flecha perforó su cerebro.

No solo por la crueldad con la que se lo había dicho, no por ver todos sus sueños macabros destruidos en un momento. No, aquello le afectaba en lo mínimo. La tercera flecha explotó su cerebro atravesando el cráneo por la verdad de aquellas palabras. Así era, amaba demasiado esa historia para destruirla por un capricho.

Y restregó su cabeza con la mesa demostrándose herido de muerte y vencido, acción que provocó que Shen Qing Qiu se alejara un poco.

-Eres muy cruel- se quejó lloroso.

-No es a mí a quien deberías dirigirle esas palabras.

Ya lo sabía y su malestar aumentó al no tener manera de combatir aquel argumento. "Despierta, solo estás esperando que alguien se disculpe". Aquellas palabras las había pronunciado su cruel amigo tan solo un par de meses antes y todo había ido genial. Pero el optimismo con el que había regresado a la frontera norte se fue desvaneciendo con el paso de los días. Sus días se resumían en demasiado trabajo, cada día tenía una pila diferente de documentos que organizar y evaluar, cada día era ir y venir por la frontera norte. No tenía tiempo para nada más. Y cuando finalmente se podía sentarse a escribir un poco, tenía que guardar sus escritos ante una mirada fría que le perforaba en la espalda.

Desde que lo había rescatado de su tío enfermo de poder Mobei-jun se comportaba diferente. Era más... atento. Sin embargo, no sabía de qué manera tomar esa atención. Por supuesto que no le desagradaba. Es más, cuando sentía esa mirada en su espalda sus mejillas se llenaban del rubor de la vergüenza por ser descubierto escribiendo lo que escribía y un pequeño matiz de felicidad. Pero era el no saber cómo recibir aquella atención silenciosa que lo dejaba en una situación tan confusa como desagradable. Se conocía, no era una persona discreta. Era un llorón sentimental que corría el riesgo de gritar sus sentimientos románticos hacia los demás. Y si, valoraba un poco su vida como para saber que no era la mejor idea exponerlos ante Mobei-jun.

I met my love in the last life Donde viven las historias. Descúbrelo ahora