11.

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Cuando Zenitsu entró, se quedó varado en la oscuridad de la habitación que se lo tragó por completo. Cabeza a un lado, cabeza al otro lado, lo único que pudo observar fue un monstruo oscuro que cubría todo el lugar. La habitación pareció extenderse a miles de kilómetros en la nada. Un miedo primitivo, el terror a la oscuridad, se le instaló en el pecho. Sabía que su habitación era extensa, pero en la noche, el panorama cambiaba. Parecía que el interior de sus aposentos era un mundo nuevo.

Ignoró con poco éxito ese hecho para moverse con la misma cautela de un fénido. Una extraña luz hizo florecer la imagen del hombre que reposaba en la cama. Antes de acercarse más, decidió colocar con bastante precaución la bandeja en una mesa cercana. Por la manera en como respiraba, parecía que el rey se hallaba dormido. Zenitsu no se atrevió a molestarlo con el hecho de dejarle saber que debería comer o beber algo. Desconocía si había ingerido algo. Agarró una de las lámparas para acercarla a su rostro. Se arrodilló como pudo en el suelo, sólo para no incomodar.

—Uzui —susurró. De repente todos los recuerdos que había tenido con él se hicieron presentes en su mente. Llevó a su mano libre hasta su rostro. Temblaba por completo. La distancia entre sus dedos y su piel era inmensa. Sentía que no podía acercarse por más que quisiera. Entonces, sus ojos se llenaron de una gruesa capa de lágrimas—. Grandullón...

Tocó su rostro y sintió un alivio inmenso cuando su piel acogió gran parte de la palma de su mano. El costado de su cara estaba fría. Parecía que estaba muerto, incluso. Dejó la lámpara en el suelo y se levantó con dificultad. Se acercó otra vez donde el rey.

«Mi señor, despierte.

No se atrevió a tocarlo de nuevo. La palma de su mano estaba ardiendo.  Tenía el corazón apretado y las mejillas cálidas. Nadie más que él mismo sabía cuánta era la intensidad de sus sentimientos por Uzui. Al ver que no respondía, decidió tocarlo entonces. Al mecerlo de un lado al otro, los ojos del hombre cobraron vida. Fue tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo para reaccionar cuando lo empujó. Zenitsu cayó con fuerza y sintió un dolor intenso en su brazo izquierdo. Joder.

—¿Qué se supone que... haces aquí?

Zenitsu apretó sus dientes. Le dolía. Intentó levantarse, pero no pudo. Se sentía horrible. No pudo responder. Además de que le dolían las rodillas, el cuerpo entero y ahora el brazo, no sabía qué más hacer. Se movió en el piso y sus rodillas machucadas gritaron del dolor. Observó como pudo al rey, quien estaba pálido. Tenía los ojos perdidos.

—L-lo lamento. Me indicaron venir.

Buscó cómo levantarse esa ocasión. Le dolía todo. Se tragó un grito de dolor cuando chocó su brazo contra la mesa de noche, pero logró estar de pie. Entonces, se preguntó, ¿cuánto dolor iba a tener que soportar si se quedaba cerca suyo? Movió un tanto la bandeja para que supiera de su presencia.

«Aquí está su... No sé, lo que sea, no me dijeron que era. Disculpe que haya sido tan imprudente. Me retiro.

Hizo una corta reverencia. Observó los ojos del rey unos segundos. El corazón se le partió. Pocas veces había visto la vulnerabilidad en Uzui, sin embargo, cuando eran pequeños y a él le tocaba irse de su habitación, le veía casi llorar. Uzui,  ahora con el tiempo que había pasado, no había perdido la esencia y estaba igual en ese instante. Sus ojos se iluminaban de esa manera tan única que parecía decirle una sola cosa.

No te vayas.

Sus pies se congelaron en su lugar. Esos ojos se veían luminosos en lágrimas, bien abiertos e idos en su propia mente. Bajó su cabeza y con cuidado se acercó. El rey, de manera silenciosa, se acomodó en la cama. Zenitsu tomó asiento sin pedir permiso y con su brazo saludable agarró la primera taza que estaba en la bandeja. Antes de dársela al rey, se detuvo. Olfateó unos segundos.

Secretos Reales [UzuZen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora