15.

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Uzui, quien casi no había podido siquiera caminar, ese día se había levantado de la cama y los guardias intentaban detenerlo. Caminaba apresurado y adolorido hasta el Palacio Olvidado. La noticia de que se había planificado el compromiso próximo a boda de Zenitsu y Tenma le había vuelto loco. Lo había escuchado de una de las sirvientas cuando se habían llevado sus platos luego del desayuno. Ni siquiera sabía de dónde, pero había tomado las fuerzas que jamás había tenido desde su herida y ahora estaba ahí, desesperado por saber si era verdad. No había visto cómo cambiaba el paisaje desde sus mejores años, no había sentido cómo el viento se movía a través de sus cabellos e impactaban su piel. Ahora mismo, el sol iluminaba su rostro de una manera en la cual, hacía meses no sentía.

—Mi señor, espere, su Majestad —gritó uno de los guardias.

Lo ignoró. Caminó más rápido entonces, todo como su cuerpo se lo permitió. Cuando llegaron a la entrada del Palacio Olvidado, una de las sirvientas abrió las puertas de inmediato cuando le vio llegar. Uzui entró y contempló el lugar. Zenitsu no estaba ahí, en ninguna parte del exterior, ni en la fuente, ni con las flores. Dirigió sus pasos hasta el interior del castillo y buscó con rapidez al rubio en los oscurecidos pasillos del edificio. Ante el ruido, la figura de Inosuke se hizo presente. Sus ojos esmeraldas parecieron ser conscientes de su búsqueda y por ende, le guiaron el camino hasta el sirviente. Azotó las puertas y divisó a Zenitsu, quien estaba de pie, aunque no parecía haber esperado su presencia. 

—Su majestad —hizo una reverencia. Uzui se volteó y miró a los cansados guardias que estaban detrás suyo.

—Quiero a todos afuera. Ahora.

Así como lo dijo, le obedecieron. Inosuke fue el último en cerrar las puertas. El sonido de las pisadas que se desvanecían le indicó que ya no estaban cerca. Se volteó donde Zenitsu. Ahora más que nunca, su corazón se expandió con dolor. Tantos años afuera, tanto tiempo sin verlo y de repente la idea de verlo casado con alguien más (y de su propia familia) le había arrebatado el aliento. No podía siquiera pensar bien la imagen. Zenitsu, en el altar, con ropas blancas, con sus manos unidas a Tenma. Se acercó a Zenitsu. Sus labios temblaban y sintió que no podía controlar la ira que había habitada en sus venas.

«¿Qué es eso de que vas a casarte?

Eso fue lo único que pudo decir. Los ojos de Zenitsu brillaron. Se acercó de tal manera que sintió su aliento chocar contra su boca. Observó esos ojos. Sus preciosos ojos que había añorado ver durante esos años en agonía por fin se encontraban ahí. Cuánto amaba él contemplar su mirada de tono castaño. Sólo quería que le miraran para siempre, sin que nadie más pudiera tener tal privilegio. Sabía que hacía mal en pedirle explicaciones. Uzui era el rey. No debía verse frágil ante los demás, pero Zenitsu siempre había tenido su corazón en sus manos y sabía cómo flaquear su fuerte corazón.

—Mi señor —susurró—, su madre me ha obligado. Ha venido aquí, me ha dicho que es mi deber. Yo la entiendo.

—¿Qué? ¿Cómo que eres capaz de entenderla?

Le vio suspirar.

—Su majestad, Manami es la razón. El pueblo no puede enterarse de que usted es su padre. Eso significaría que tuvo una aventura y la Iglesia no toleraría algo así, pero escúcheme, mi señor. No se preocupe, a pesar de que quieran unirme a él, a su hermano, usted bien sabe lo que yo quería decirle hace poco.

Bajó sus ojos. No podía tolerar la idea de saber que Zenitsu iba a casarse. Su hermano tendría la oportunidad de hacer algo que él no pudo y la cual siempre había anhelado. De casarse con la persona que ansiaba, que su corazón llamaba. Ignoró las ganas que tenía de echarse a llorar porque debía aguantar y ser fuerte. Zenitsu a pesar de todo no tenía que ver su lado más sensible.

Secretos Reales [UzuZen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora