17.

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Se detuvo.

—Bueno, hasta aquí llegan nuestros caminos, Inosuke —dijo con una pequeña sonrisa—. Estoy loco de quitarme todo esto. Pesa muchísimo.

El guardia pareció esconder una sonrisa ante sus palabras. Abrió la puerta y se despidió con una breve sacudida de sus manos para cerrar la puerta. Cuando estuvo ahí, no se sorprendió de no ver a Tenma. La habitación estaba vacía de esquina a esquina. Sabía que esa noche no estaría ahí con él y que nadie se quejaría. Era el pícaro después de todo, el donjuan, el desvergonzado que pasaba de boca en boca y para su mala suerte, sabría que iba a tener una buena lista de amantes en su espalda. Iba a ser una burla recurrente para la gente de la alta, pero eso no le interesaba.

Comenzó a sacarse todas las cosas que llevaba encima. Ese estúpido velo, las prendas y joyas, los zapatos pesados y las que parecían cientas capas de ropas que le habían colocado. Los dejó caer con molestia y los dobló cada uno en cuanto los separó. Había un baúl en el que seguro había más ropa para el día siguiente. Guardó el vestido en una caja que estaba encima de una mesa cercana y la dejó en el piso tan pronto estuvo lista. Observó un tanto a la distancia porque se halló con una puerta. Supuso que sería el baño. Por ende agarró camino hasta el baúl, donde confirmó su hipótesis.  Escogió un conjunto sin siquiera verificar y se levantó para ir al baño.

Al abrir las puertas, ahogó un grito en su propio cuerpo cuando notó a Tengen ahí. Este se hallaba sentado en un banco, al lado de una tina bordeada de oro. Las velas encendidas y las ventanas cubiertas por las gruesas cortinas no dejaban que se pudiera ver algo en las afueras. Ignoró por unos instantes el hecho de que el agua se veía tibia y que la mano del rey permanecía dentro de esta.

—Mi señor, ¿qué hace aquí?

Uzui suspiró. Luego se volteó para mirarlo.

—Entonces, al final te uniste a la familia sin importar si eras un criado —susurró con una sonrisa que parecía quebrarse—. Vine para confirmar que en serio esto sucedió. Él tiene mi lugar y esta noche, con la cual yo soñé durante mucho, decide estar con otras personas. Parece ser que ni siquiera era necesario que fuera una persona de cuna de oro, ¿sabes? Fue mi culpa por nacer primero.

El rubio supo que se lamentaba. Se acercó a él luego de cerrar la puerta. Se acercó hasta que quedaron unos centímetros entre sus cuerpos. Zenitsu quiso abrazarlo. Dejarle saber que una etiqueta no significaba nada porque su corazón siempre iba a ser suyo.

—Ya no hay nada que se pueda hacer —dijo—. Sobre su hermano, no lo considero mi esposo. Sabe bien que yo le quiero a usted.

Uzui apretó su mandíbula.

—Yo quería casarme contigo —dijo con algo de dolor—. Yo quería que tu usaras el anillo que te hice, que pudiera tener la oportunidad de besarte sin que nadie me dijera nada. Quería darte joyas, coronas, ropas, todo. Que todo el mundo te respetara como mi pareja... ¿Y qué? Te fuiste cuando había logrado convencer a mi padre de que a veces... uno necesitaba el amor de verdad para reinar bien. Ahora vienes y aceptas casarte con mi hermano.

—Lo hecho, hecho está. No se puede hacer nada más que pensar en la situación. Usted está casado desde hace años, al igual que yo en estos momentos.

Uzui dejó de mirarlo y se levantó como pudo. Su gran altura era una característica que le daba un tanto de miedo, pero que a la misma vez le atraía y gustaba. Aceptó que agarrara su cintura y se acercara a su rostro. Su mirada rojiza, sus labios llamativos y carnosos, sus cabellos plateados, todo le encaminaba hacia él y no le permitía pensar bien.

«Soy y siempre seré suyo, mi señor. No importa si estuvo con su esposa antes, no importa si estoy casado. Solo mi mente, mi alma y mi cuerpo son de usted. Por favor... bríndeme el amor y el rencor que desde hace años no siento. Me quiebro si no está conmigo, se lo suplico, mi rey.

Secretos Reales [UzuZen]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora