VIII

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Para: Jeon Jeongguk

De: Kim Taehyung

He preparado una cuarta taza de café para que la pruebes. Rezo para que esta sí llene tus exigentes papilas gustativas, porque, la verdad, tengo más cosas que hacer ahora y el resto de mi vida.

Una semana más tarde, Tokio

La luz de mi habitación de hotel se pone verde, entro y me apoyo contra la puerta con un suspiro de alivio. Ha sido una semana jodidamente horrible, sólo superada por los últimos dos días en el chalet, esos si habían sido infernales.

La noche de la lección de esquí caminamos en silencio de regreso al chalet, con la tensión hirviendo entre nosotros. En un momento, me resbalé en el hielo y él me sostuvo, abrazándome tan cerca que vi cuán oscuros se habían vuelto sus ojos, pero luego me empujo tan lejos como si tuviera sarna.

Esa había sido la última vez que estuve lo suficientemente cerca como para tocarlo.

Después de eso, pasó nuestro tiempo de trabajo como si yo no existiera. Era distante, frío, y cuando lo miré a los ojos, fue como si el hielo hubiera influido sobre él. No hubo más sesiones de trabajo acogedoras mientras los demás salían, en cambio, había ido con ellos, dejándome solo y con un desastre de documentos.

Le dolió cuando le dije a Gyuchan que no sabía esquiar. El chico le reservó lecciones de inmediato, lo cual era lo que yo debí hacer desde un principio.

Empecé a esquiar solo. Una vez los vi a todos mientras bebían chocolate caliente, se veían ricos y elegantes, más de un ojo había estado en el grupo, pero dudo que alguien se haya estremecido como lo hice yo al ver a mi jefe deslizar una mano en el cabello de su novio y besarlo con fuerza. Dejé mi bebida y me fui, esa noche no subí a cenar, me senté en la cocina con el resto del personal, no envió a nadie a llamarme.

La situación no mejoró cuando regresamos, pero sí se alivió un poco porque Jeongguk había desaparecido para ayudar en otro departamento con un caso, dejándome solo para finalizar los arreglos para la conferencia.

Siempre había sido costumbre para mí ir con él cuando daba conferencias, ya que necesitaba mi ayuda organizativa y, más a menudo, mis habilidades sociales para sacarlo de cualquier situación en la que lo hubiera metido su prepotencia. Sin embargo, durante toda la semana casi espere que me dijera que no me necesitaba. No pasó, estoy en Tokio.

Aun así, por primera vez en dos años había tomado un vuelo solo y con antelación, me dijo con frialdad que se reuniría con amigos para tomar unas copas, asentí aturdido y me esforcé por disfrutar solo del lujo de la clase ejecutiva, pero era difícil cuando estaba acostumbrado a sus comentarios mordaces.

Sacudo la cabeza. Basta de malestares.

Miro por primera vez a mi habitación y jadeo con sorpresa, tiene que haber un error porque estoy en una de las habitaciones más bonitas que he visto en mi vida. Mierda, eso se queda corto, estoy en una jodida suite. A primeras hay una sala, un escritorio y unas ventanas altas. La primera puerta da a la habitación, con una cama de ébano enorme. En la segunda puerta veo un baño con una inusual bañera de cobre debajo de una ventana. Toda la suite parece el set de una película.

Me inclino para mirar las luces de la ciudad y el atardecer a través de la ventana justo cuando pasa una parejita joven, cogidos de la mano y riendo con las cabezas juntas. Siento una punzada de envidia que hago a un lado con un suspiro. Bien, por muy bonita que sea esta habitación, es hora de arreglar esto.

El hotel es de veras precioso, combina lujo con un ambiente tradicional, no me sorprende que Jeongguk siempre se quede aquí cuando está en Tokio. Las puertas del ascensor se abren y me dirijo al mostrador de recepción, detrás está sentada una mujer de cabello oscuro vestida con el uniforme del hotel.

You(r) Rules | KookvDonde viven las historias. Descúbrelo ahora