Capítulo 2:

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Kailani:

Como dicen por ahí: "A veces, tienes que esperar a que el sol vuelva a salir" Excepto que no siempre sale. Seis de la mañana y aún no he podido dormir, apenas dormí cuatro horas anoche y es momento de aprovechar ahora antes que los atacantes vuelvan a atacar nuestras tierras, tomo mis cosas para salir de casa e irme.

Camino por las calles por lo general, la ciudad suele ser muy silenciosa y muy hermosa, pero hoy, mientras camino, lo único que puedo apreciar son las calles rotas debido a las altas cantidades de bombas explotadas durante la noche, aún continúan algunos humos por los aires. Suspiro tras ver aquel panorama que no es nada bonito a mí parecer, es horripilante y muy horrible pero sobre todas las cosas. Triste. Una lagrima traviesa intenta escapar de mis ojos, y la quito de inmediato tras haber llegado a la estación, donde varias familias esperan a que los trenes estén listos para ser transportados a lugares un poco más seguros fuera de todo este caos.

Familias llegan mientras que tomo un sitio para sentarme que todavía permanece vació. Saco mi cuaderno de mi pequeña maleta de color marrón.

Todos sabemos que cada escritor es único, que no todos tienen la misma metodología para escribir, o para organizarse, en mí caso, mi metodología son las interrogaciones diarias que me suelo hacer y las escribo en una hoja en blanco.

Mi cuaderno, podía tener hasta sentimientos más íntimos míos e incluso: Descripciones de algunos lugares que he visitado y como dije: Mis propias conclusiones sobre lo que significa un lugar, una palabra o incluso frases propias.

Tras mirar un pequeño reloj colgado en lo alto de la estación, suspiro tras verlo pasar, segundo tras segundo.

¿Qué es el tiempo? Es una percepción, el tiempo no es real, el tiempo muchas veces puede ser subjetivo y relativo.

A veces, he llegado a sentir que el tiempo se expandía y a su vez, se contraía como un rio caprichoso que de un momento a otro, desea expandir sus grandes olas y luego comprimirse cuando choca contra el cristal. En momentos, donde todos somos felices, el tiempo se desliza como un río tranquilo su corriente llevándome suavemente hacia adelante, en vuelta en un abrazo cálido. Pero en los momentos de dolor y angustia, el tiempo se vuelve un torrente furioso, arrastrándome con fuerza hacia las profundidades de la desesperación, logrando que cada segundo fuese una completa eternidad.


Una nueva familia entra a la estación, lo que logra que levante mi vista de mi libreta y la guarde en mi maleta. Al verla mejor: Puedo descifrar que son hermanos y una madre. Sonreí al ver a la pequeña niña tomada de la mano del hermano mayor al despedirse de su madre.

Tras recordar, la última vez que pude ver a mis padres, fue en unas vacaciones de verano, cuando fuimos a visitar al profesor Kirke, siempre ha sido una persona muy amable y muy comprensiva. Es una persona muy sabia, siempre recomendaría acudir a él cuando de pedir consejos se trata.

Tras escuchar el primer silbato de la estación, me adentro a la fila mientras que sigo viendo, a esa familia, la niña, no quería irse y la entiendo muy bien, porque yo tampoco quería irme de aquí. Aquí están todos mis recuerdos, buenos y malos, aunque en aquel lugar, también tengo bonitos recuerdos.

El aroma a gasolina se aferra a mi nariz, el sonido de los silbatos y algunos susurros de voces provenientes de las familias despidiéndose llegan a mis oídos.

Le doy mi boleto al encargado, mientras vuelvo a girar mi cara para ver el panorama de la estación.

Al ver a la familia, detrás de dos pasajeros detrás de mí, me adelanto al subir al tren.

—Adiós querido Finchley, nos veremos pronto. —Pensé aquello en voz alta, que pareció ser un susurro apenas audible.

Desvío la mirada intentando caminar entre medio de los niños y jóvenes que se encuentran en este vagón. Pero me es imposible, cuando el vagón comienza a moverse. Tengo dos opciones: Permanecer donde estoy y fingir que me he perdido de vagón, oh seguir adelante siendo guiada por los caños que sirven para te sostengas si no tienes un asiento.

La opción dos suena maravillosa.

Me guío a través sosteniéndome por los caños plateados del tren, saltando de vagón a vagón, con mi maleta entre mis manos. —Algo incómodo la verdad —Pensé, debido a que la tenía entre mis manos. Sí no fuésemos que estamos en medio de una guerra, cualquiera diría que parezco un mono. Oh, peor aún. ¡Un simio! Viajando de liana en liana.

Al ver mi vagón, sonreí de forma radiante y al ver que debía de pasar entre medio de otros niños, aquella sonrisa se esfumo en un segundo. ¿Y es que cuantas veces uno puede pensar en las manijas del reloj en un día? O menos aún. En media hora. Porque solo ha pasado media hora desde mi pequeña reflexión sobre ¿Qué era el tiempo? No puedo ser Doris. ¿Oh sí?

Al lograr subir mi pequeña maleta y mi cuaderno de dibujo guardado en una pequeña cartera de mano que tengo especialmente para aquel cuaderno, me siento en los lugares vacíos que prontamente se llenaran de niños. Solo esperaba que fuesen jóvenes.

Miro a través del cristal hacia la estación que parece más borrosa cada vez, un nudo se empieza a formar en mi garganta. Desvío mi mirada de aquel lugar.

Cerrando los ojos y poniendo mi mano sobre mi amuleto. El cual, papa me ha dado antes de morir para protegerme. Y me ha hecho prometer que jamás me lo quitaría.

Lo acaricio y un vago recuerdo sale al cerrar mis ojos por un lapso de tiempo corto.

En la distancia, se puede apreciar una figura etérea, una diosa radiante que parece estar hecha de luz y agua.

Sus cabellos largos ondean como las olas del mar, y sus ojos brillan con la intensidad del cielo despejado volando en su alfombra mágica.

En la distancia, logra ver a lo lejos, un brillo dorado salta en sus ojos atravesando el mar.

—Hija mía, ha llegado el momento. —Dijo aquella figura. —Los tiempos han cambiado y no eres segura aquí. ¿Lo entiendes preciosa?

—Si papá. —Dijo la niña pequeña aterrizando con su alfombra mágica. — ¿La alfombra podrá venir conmigo?

—Sabes, que las cosas que perteneces aquí, no pueden salir.

—Pero... Yo pertenezco aquí.

—En realidad, tú perteneces aquí y allá. En unos años, cuando seas mayor, lo entenderás.

Tras escuchar, unas vocecitas lejanas, me despierto de mi ensoñación, ha sido algo extraño. Es como si, aquella voz, fuese la mía llamándome. ¿Pero no puedo estar aquí y a su vez en mis propios sueños, oh sí? Es una completa locura.

—Lo siento, no los oí. —Me disculpe sin mirar quienes eran, pero al hacerlo, me quise pegar en la mejilla al reconocerlos.

—Preguntábamos... Sí podíamos sentarnos aquí. —Pregunto el hermano mayor de la familia que vi en la estación.

— ¡Por supuesto! —Dije acomodándome de forma en la que cupiéramos todos.

La niña pequeña se soltó de su hermano mayor, para dejarle espacio y que pudiera subir sus maletas. Al principio, creí que era tímida, pero luego....

— ¿Cómo te llamas? —Interrogo sentándose a mí lado la pequeña.

Luego, su otro hermano del medio se sentó seguido de sus hermanos mayores.

—Kailani. —Me presente de forma amable.

—Es un placer conocerla Kailani. Yo soy Lucy Pevensie y ellos son mis hermanos. —Estrechó su mano de forma amigable y se la acepte.

—Yo soy Susan Pevensie. —Se presentó la mayor.

—Yo soy Peter Pevensie. —Siguió el rubio estrechando su mano al igual que sus dos hermanas.

Los tres miraron al del medio para que se presentara. Pero, no ha querido decir nada.

Su hermana, lo golpeo para que hable por fin, loque me ha llamado la atención.

—Edmund. —Mascullo entre dientes de mala gana. 

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⏰ Última actualización: Jun 16 ⏰

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La Promesa De Aslan (En Corrección)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora