CAPÍTULO 16

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Jimin se incorpora a sus clases hasta el mediodía, cuando la niebla se ha comenzado a acentuar más allá del bosque, impidiendo que no pueda verse más que las copas de los árboles distorsionados. El otoño está comenzando a sembrar su despedida, y el invierno envía un saludo acompañado de unas ventiscas heladas que advierten el inicio de su estación menos favorita.

Sentado en el invernadero, con su mirada apuntando más allá del túnel, Jimin escucha vagamente a Umier impartir con pasión la clase de pócimas. El hombre advierte a los estudiantes acerca del mal uso de ciertas pócimas y el destrozo resultado que podrían obtener de usarlas con malas intenciones, pero Jimin no puede prestar la suficiente atención.

El licántropo divaga en sus pensamientos y se queda estancado en ellos. De pronto, es como si un reloj imaginario con un límite de tiempo estuviera timbrando en sus orejas, advirtiendo que el tiempo se acaba. Es el momento de aceptar la verdad y hacerle frente.

Con sus manos sosteniendo su cabeza y sus codos sobre la mesa, cierra sus ojos y trata de calmarse. Pero la conversación con Yoongi sigue volviendo a su mente. Las palabras de sus amigos, asegurando que confían en él, están ahí para atormentarlo. La realidad cruda, que le hace replantarse toda su vida vuelve como un calvario.

Al final, ¿de verdad conoce al conde Jung? El conde jamás le habló sobre un consejo conformado por vampiros de élite; y mucho menos aceptó formar parte. Siquiera habló sobre su búsqueda por aquel fruto y un jardín que hasta el momento Jimin creyó un mito. Pero era mentira. Todo fue mentira.

Jimin se siente defraudado. Siente una rabia inexplicable, la necesidad de tenerlo frente a él para preguntarle si le creía tan tonto como para pensar que jamás descubriría lo que ocultaba. Quiere preguntarle si todas esas ocasiones en que partía de noche de Villa Acris se debía a toda esa conjetura. Cuestionarle si le encontró a él, en aquel campamento de cazadores, en aquel condenado día, no porque estuviese buscando salvar a alguien, sino porque buscaba información sobre el jardín que podrían tener los cazadores.

Gritarle si lo conoce en verdad. Maldecirlo por tratarlo como un niño y prohibirle salir de Villa Acris por supuesta seguridad, pero considerarlo lo suficiente maduro como para enviarlo a un internado como Vrisea en donde todos intentarían matarlo. Y maldecirlo de nuevo, por ser incapaz de odiarlo a pesar de toda esa basura que le está haciendo pasar.

Preguntarle una última vez si forma parte de quienes quieren ver muerto a Min Yoongi, y prácticamente suplicar que no sea así, porque de ser verdad no podría con la decepción que traería consigo la confirmación.

Un cuervo grazna marcando el fin de la clase. Jimin cierra su libro de golpe, toma su morral y se levanta con intención de salir a toda prisa. Necesita aire fresco.

―Y recuerden verificar el libro de clasificación de pócimas de Kornelia Novovich, la sección 3 ―indica el profesor Umier mientras los estudiantes comienzan a hablar entre sí y abandonar la clase―. Vendrá en su examen. Si tienen alguna duda, pueden acercarse conmigo.

Alejándose, Jimin sacude su cabello y abandona el invernadero junto con Zeus. Al percatarse de que varios chicos lo observan y se vuelven a chismorrear entre sí, Jimin se obliga a sí mismo a elevar el mentón y acelera el paso.

Puede que les sorprenda verlo vivo, pero eso no significa que estén contentos con ello. Al contrario de Yoongi, cuya presencia da luz al internado, él es una mancha. Desearían que hubiera muerto.

―Está bien, Zeus ―dice Jimin viendo al pequeño ánima que camina a su lado con las orejas y cola agachadas―, no permitas que te intimiden. Si lo permites, les das derecho a insultarte. Mantén la frente en alto.

La cumbre del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora