CAPÍTULO 22

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Los ojos de Taehyung relampaguean al ver a Jimin. Con las facciones todavía endurecidas, el hechicero deja en claro su mensaje de que no ha olvidado su discusión, pero aun así le ofrece un ligero asentimiento de cabeza que le agita el cabello dorado y anuncia una tregua indefinida.

A un costado de él, Jungkook permanece solemne, estirando un poco el cuello y relajando sus hombros antes de saludarlo con una mano al aire.

Pero Jimin no los mira a ellos precisamente cuando pregunta:

—¿Cómo es que...?

—¿Estoy aquí? —Yoongi le otorga una de esas sonrisas pícaras mientras se aproxima en su dirección con la gracia de una gacela.

—Querrás decir, estamos aquí —corrige Jungkook—. ¿Qué le pasa a este tipo? Quiere robarse todo el crédito.

—En realidad, esto es obra mía —dice el hechicero pasando una mano entre sus rizos dorados y los alborota. Sus mayestáticos ojos desprenden energía cuando se posan en Jimin y en el pequeño lobo que corre en dirección al príncipe—. Conozco pasadizos —dice recorriendo de pies a cabeza al licántropo—. Gracias a Frederick.

Ante la mención del último, Jungkook finge arcadas al llevarse un dedo a la boca abierta y entorna los ojos.

—Y debemos darle de crédito a... ese tipo —Señala con repugnancia en dirección al príncipe, quien ha tomado asiento sobre una mesa de estudio con sus antebrazos sobre las rodillas, manteniendo una expresión soberbia e indiferente—. Fue a buscarnos después de que fueses al despacho de Malik. No podíamos seguirte debido a los soldados que los escoltaban, así que encontré la manera.

—Ángel, desciende un momento del cielo y danos un poco de crédito a todos, ¿quieres? —Jungkook enrosca su dedo en un rulo de Taehyung y le da delicadas vueltas.

Taehyung pone una mano sobre su hombro y niega, susurrando a Jungkook que puede admitir que le ha impresionado. Ambos quedan enfrascados en el otro, y aunque Jimin bien podría escucharlos si quisiera, su mente en está en otro sitio.

Yoongi... ¿Realmente fue a buscarlos, por él? Pestañea lentamente, sus ojos ambarinos brillando como si estuviesen sufriendo de alguna explosión solar al verlo. La mirada del príncipe, puesta en el reflejo de una cuchilla de las vainas de su túnica, no es tan diferente cuando eleva la mirada.

Pero su mirada es pura estrellas en la oscuridad absoluta de sus ojos ónice; pura devastación, una letalidad avivada que puede sentir devorando su alma cuando baja de un salto la mesa para cruzar la terraza hasta Jimin. Toma la barbilla del licántropo entre su pulgar e índice, examinando cada rincón de este como si estuviese buscando daños.

Daños que si encuentra... Jimin no sabe qué sería capaz de hacer. Así que deja escapar un suspiro apenas audible. Porque sí hay daños, en su alma. Hay una fractura interna, que es lo más asemejado a tener un hueso al aire, en un ángulo extraño.

—Deja de mirarme de esa manera —gruñe en un susurro bajo, brusco.

—¿De qué manera hablas, cariño? —Yoongi relame sus labios con impaciencia, es claro que sabe de lo que habla.

—Lo sabes —responde sin intimidarse cuando Yoongi ladea su rostro y se acerca a tal grado que quedan a un suspiro del otro—. Como si te volviese loco que alguien que no seas tú me haga pedazos. Qué hijo de puta eres.

—Un insulto nuevo, me gusta. —La esquina de su boca se dobla hacia arriba—. ¿Alguno otro reservado para mí, mi amor, Jimin?

—¿Sabes? Me da la sensación de que me llamas de esa forma para cabrearme. Pero no voy a caer. Eres un cabrón.

La cumbre del loboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora