Armando.

8 0 1
                                        

Hoy estaba caminando como todos los días desde que llegue aquí, y entramos a un centro comercial Dalia y yo, hacia un frío que llegaba hasta los huesos, que no daría por un taza de chocolate.

- Espera, caminas muy rápido.- Se quejó  Dalia.

- Entonces deja de seguirme.- Dije de forma cortante.

- Por qué eres siempre tan frío?

- Esperabas que fuera un buen Rey, de corazón bondadoso y sonrisa perfecta, si eso es lo que esperabas lamento haberte decepcionado ¡Yo no soy de esa forma!

Camine con mayor velocidad, es tan molesto tener que convivir con esta pulga.

Repentinamente observé la esfera que había aparecido el primer día en este infierno de hielo, me acerqué a ella y la toqué, un mensaje comenzó a reproducirse:

- Mis queridísimos peones les expreso mis deseos mediante este breve vídeo, si no eres de utilidad para mi entonces ni te acerques a mi que no soy una niñera para cuidar a bebés y si de casualidad el Rey esta viendo este mensaje lo diré de forma simple, ¿donde estas pequeño bastardo?¿Me dejarás todo el trabajo a mi? Si ese es el caso yo recibiré el premio, mi leal caballo y yo estamos en el food court, buscanos o no, de hecho no me interesa.

Que chica tan pesada, con ideas tan fuertes y determinantes, me gusta ese liderazgo.

- ¿Que haremos? - Preguntó Dalia sacándome de mis pensamientos.

- No sé tú, pero yo iré.

- ¿Y si ellos son peligrosos?

- Para eso tenemos armas. Idiota.

Corría hasta donde me daban las piernas y abrí las puertas de golpe, necesitaba estar con otras personas si pasaba un sólo segundo más a solas con Dalia iba a enloquecer.

Allí estaban una chica comiendo una porción de pizza mientras acariciaba a un quien sabe que cosa y un chico con ketchup en toda la cara y un Hot Dog en la mano, mirándonos como si fuéramos fenómenos de circo.

Entonces la chica se levantó y desenfundo una espada con mucho... mucho filo, antes de darme tiempo de reaccionar su espada estaba junto a mi cuello.

- Identifícate.- Exigió la pelirroja.

- Te dije que eran peligrosos.- Dijo Dalia que ahora le apuntaba a la chica con la pistola.- Esto sucede porque nunca me haces caso.

- Tranquilas, nenas, aquí todos somos del mismo equipo, ¿no es así? - Dijo el chico hockey.

- Mi nombre es Armando, soy el Rey de este juego y también quiero mi deseo. - Dije lleno de confianza.

- Bueno me alegra saberlo.- Dijo la chica bajando su espada.- Me gustaría que tu amiga dejará de apuntarme.

- Baja el arma.

- ¿No ves lo peligrosos que son? No puedes razonar con ellos, cuando baje el arma ellos nos atacaran.

- Nosotros somos peligrosos con aquellos que se presentan como una amenaza. ¿Ustedes son una amenaza?

- No lo somos.

- Así pues tu amiga no piensa lo mismo.- Al terminar de decir esas palabras, desapareció y se reubico detrás de Dalia.- Elige, ¿Amiga o enemiga?

La espada de la pelirroja estaba en su cuello si no me apresuro esto no terminará bien. Piensa en algo.

- Si no sueltas el arma yo mismo te disparare.

- Atrevete...

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: May 07, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El tiempo congelado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora