2 (el Trato)

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Una puerta en el cielo se abrió tras un sonido de Biwa, y de el, un demonio cayó protegiendo un bulto escondido en su pecho.

El debilitado Akaza largo un fuerte quejido al caer en el suelo sobre su espalda, sintiendo todo el aire de su cuerpo abandonarlo tras el fuerte golpe y el dolor.
Rápidamente se fijó por “su hijo” el cual estaba por empezar a llorar, aparentemente a sus ojos, por el duro aterrizaje.

-“No… Masaru, no ahora “- suplica el demonio, levantándose y dirigiéndose a recostar en el tronco de un árbol.

A excepción del amenazador llanto del bebé, el lugar era Pacífico y el único ruido existente era del arroyo delante suyo, en el cual se estaba planteando tirarse.

-“Por favor… No llores… “- suplica cansado, comenzando  lagrimear, cosa que jamás se imagino, pero se sentía demasiado frustrado.

Se sentó correctamente y miro su cuerpo y el del bebé, ¿quizá si se veía parecido no le tendría miedo?.

Lentamente su cuerpo comenzó a cambiar, haciendo desaparecer sus tatuajes, sus amarillos ojos volviéndose azules, su rosado cabello negro y su grisácea piel volviendo con vida, si no supiera quien es, apostaría a que es humano.

-“Hey… pequeño, ¿ahora si aceptas a papá? “- le preguntó al bebé acomodando lo mejor, evitando que la ‘rabieta' del bebé pasará a mayores-“en algún momento debería darte de comer… y yo también debería de… “-

Pero, ¿de donde sacaría alimento para cachorro de humano?, tal vez si le daba sangre funcionaria igual… . Aunque estaba consciente de que las mujeres alimentan a sus cachorros con su pecho, de ahí obtienen algo, solo le falta saber que.

-“Lo pensaré en la próxima aldea… “- dijo dudoso, mirando el cielo, tal vez en treinta minutos amaneceria, tendría que buscar refugio ya.

Se paro con su bebé en brazos, y decaído y cansado, comenzó a caminar arrastrando los pies por el sendero marcado, hasta llegar a algún lado.
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Estaba cansado, ya no sabía donde más buscar, y el sol ya había empezado a mostrar sus primeros rayos de luz.

Tanto su estómago como el de sus bebé rugian de hambre ante la falta de comida, el sendero que Akaza seguía se hacía aún más infinito a cada paso que daba y no lograba detener el llanto de Masaru.

Su compostura volvió en si cuando sintió una débil presencia que regocijaba vida, una mujer.
Busco con la mirada, usando sus desarrollados sentidos hasta encontrar cualquier indicio de la mujer, logrando verla recostada por un tronco mientras tejia.

Timidamente y lleno de vergüenza, se acercó a la sombra del árbol y sacó a la mujer de sus pensamientos.

-“Oiga… disculpe, señorita… “- hablo el “humano”  asustando a la mujer.

-“Yo… Eh…”- dijo asustada la mujer, comenzando a temblar e intentar alejarse- “no tengo nada de dinero, por favor, dejame ir “- suplico, observando los tatuajes de criminal en el brazo del “humano”.

-“No, por favor oigame, mi hijo, no para de llorar y se que muere de hambre, pero no puedo darle yo de comer, no soy su madre”- hablo rápido el demonio entrando en crisis por miedo a que la mujer huyera asustada –“se que mis tatuajes le dicen que huya, pero al menos acepte  alimentar a mi hijo y luego me iré lo más lejos posible de usted”- pidió, con un palpable tono de suplica y desesperación en la voz, haciendo que la mujer retocediera ante la idea de huir.

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