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25 de enero de 1984
Lauren conoció a Mowgli unos días después de cumplir cinco años, cuando se cayó de boca y se raspó las palmas de las manos con el suelo del patio de recreo lleno astillas de madera esparcidas. Agitada por el impacto y con los ojos escocidos por las lágrimas, levantó la vista y vio su cola andrajosa asomándose por debajo de la rotonda oxidada.
Otra niña se acercó para probar el juguete. Al ser un poco mayor, Lauren tuvo tiempo suficiente para secarse las lágrimas que le caían de los ojos, manchándose la cara de tierra, y levantarse a tiempo para llegar antes que ella.
La rotonda metálica brillaba con el rocío de primera hora de la mañana, el suelo estaba frío y húmedo. Las sensaciones que provocaban solían desembocar en una erupción abrumadora, pero su concentración en la tarea que tenía entre manos la mantuvo distraída mientras se arrodillaba para liberar a la pequeña criatura.
Tuvo que cavar en el suelo para hacer sitio y liberarlo, pero cuando sus preocupados padres llegaron para asegurarse de que no se había hecho daño en la caída, ya lo tenía en sus brazos.
Papá creía que era un mapache, por la pequeña máscara que tenía alrededor de los ojos y la cola rayada. Pero mamá dijo que era demasiado largo y escurridizo, así que debía de ser un hurón.
Lauren decidió que no importaba. Tenía el pelaje marrón oscuro, con pequeñas marcas crema en las orejas, la cara y las patas. Su brillante naricita era azul, al igual que el único ojo de botón que le quedaba, que pendía de un hilo de su cara. También estaba empapado y completamente manchado, así que mientras papá llevaba a Lauren al coche en busca de toallitas húmedas para limpiarla, mamá metió el peluche en una bolsa de plástico en el maletero antes de que su nuevo dueño se ensuciara más.
Le había llamado Mowgli porque era miércoles y Lauren no conocía ningún otro nombre que empezara por M. Esto hizo que las siguientes noches fueran mucho más difíciles para sus padres, ya que la única razón por la que Lauren conocía el nombre era porque el cuento de la semana había sido El Libro de la Selva.
Lauren insistía en representar el libro a medida que avanzaban, ahora que su nuevo juguete favorito compartía nombre con uno de los protagonistas. Cuando por fin pasaron a otro libro, papá sugirió que le cambiarle el nombre a Matilda Wormwood. Esto la habría ofendido personalmente a Lauren. Pedirle que le cambiara el nombre de Mowgli a Matilda, ni hablar.
Mowgli había sido su mejor amigo y la había acompañado a todas partes hasta que empezó a ir al colegio ese mismo año. Como no quería que el juguete favorito de su hija se perdiera, mamá le dijo que se divertiría mucho más en casa con ella, y disfrutó colocándolo en distintos lugares de la casa para que Lauren lo encontrara cuando llegara.
Papá se unió una vez, y pensó que sería divertido ponerlo en una sartén sobre la estufa. Lauren no estaba de acuerdo y no había ninguna garantía de que la estufa estuviese apagada, eso no era suficiente para perdonarle su crimen, pero que le dejaran irse a la cama media hora más tarde sirvió de algo.
Lauren ya no tenía cinco años -un hecho que tenía que recordarle a su madre con demasiada frecuencia- y Mowgli hacía tiempo que se había instalado de forma permanente en su cama.
O eso se suponía, Lauren había desvalijado la cama y aún así no había encontrado nada, y ahora estaba metida debajo para ver si se había caído por la parte de atrás. Era una tarea más fácil de decir que de hacer: se le habían caído un montón de cosas por el respaldo de la cama, la mayoría sucias y pegajosas.
Se abrió paso entre las asquerosas texturas hasta que vio una oreja de color crema asomando por debajo de un jersey del colegio que había perdido hacía meses.
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Plenismo
FanfictionHablar sobre su padre nunca era apropiado, Hilda lo había entendido. Desde la solemne promesa de su madre de contarle cuando fuera mayor -un día que parecía nunca llegar- hasta la firme finalidad con la que su hermana una vez le dijo que no importab...