Capítulo 1 - El Templo

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El sol brillaba intensamente sobre la gran Ciudad Coral, se trataba de un día especial en los que la ciudad estaba libre de las tormentas y con un cielo limpio, pero sus ciudadanos no parecían detenerse a celebrar el pronóstico, debían aprovechar más que nunca el cielo despejado para movilizar su trabajo. Max no estaba acostumbrado a un poblado tan denso, se le hacía imposible ubicar cada puesto junto a todos los grupos de pokémon que caminaban, desplazaban y volaban de un lado al otro. Tampoco había visto tanta variedad de comida en un sólo lugar...

Pero debía resistir los souvenirs, si se adentraba en la metrópolis probablemente lo meterían preso, en los últimos años se había encargado de formar una reputación poco chistosa con la autoridad y los cazarrecompensas. Estaba ahí por otra razón: habían solicitado el trabajo de un buen explorador para localizar a los bandidos que pertenecían al grupo de Avareza, un puñado de pokémon peligrosos que se encargaban de saquear los templos de la isla, a menudo tomando aldeas pequeñas. Los carteles señalaban a uno de sus miembros en particular: un absol. Los papeles sucios de "SE BUSCA" volaban por todo el tráfico de la ciudad y fuera de esta. Según escuchó, habían avistado al bandolero a las afueras de la capital costera, presuntamente en búsqueda de los templos que albergaban las valiosas y misteriosas escamas de un pokémon legendario ya olvidado.

Max sabía bien lo que hacían y valían esas cosas, le agradaba bastante la idea de detener al bandido y conseguir la recompensa por él y la escama, tal vez así limpiaría un poco su nombre... ¡Bien! Quedarse viendo las botanas, artilugios raros y accesorios no le iban a traer al fugitivo a las manos... ¿o patas?, era hora de comenzar con la búsqueda, si lo conseguía podría comprarse todo lo que sus ojos alcanzaban a ver.

Empezó por rodear el poblado, hacia una de las entradas de Ciudad Coral: la Entrada Norte. Por ahí solían circular los viajeros, exploradores y cazarrecompensas, y no le venía mal tomar prestadas algunas pistas. Una vez ahí, encontró lo que esperaba: un grupo de pokémon exploradores que arribaban a la entrada, todos lucían una cara que Max reconocía como derrota, eso era buena señal (o bueno, para él), no habían conseguido atrapar al bandido, lo que significaba que tenía la oportunidad abierta.

—Hay que conseguir pociones para Quilava.

Alcanzó a escuchar del Zangoose del grupo; Max decidió mantener su distancia, pero desde donde se encontraba pudo alcanzar a ver que uno de los integrantes estaba casi debilitado, precisamente el Quilava.

—Volveremos a la jungla cuando recuperemos todo.

El zangoose sonó frustrado, parecía ser el líder del pequeño escuadrón, y sostenía en sus zarpas el mismo cartel de "SE BUSCA" que Max.

«Debieron haberse enfrentado a él.» Pensó Max, pero eso no era lo que le preocupaba, sino del lugar de donde venían: La Jungla. Max sintió amargura al voltear a ver el montículo de arbustos, árboles y lianas que hacían del lugar un verdadero laberinto. Observó luego que el grupo se adentraba a la ciudad, y lo consideró una buena oportunidad para actuar, seguramente el escuadrón de Zangoose había logrado debilitar a ese absol, así que no perdería tiempo. No se vio lento en ingresar a la gran Jungla de Pangoro, cargando consigo su bolsa de recursos, la cual no era tan sofisticada como las de los exploradores anteriores.

No era la primera vez que exploraba el territorio de la jungla, había estado ahí hace años, con motivos diferentes a la exploración. Durante ese tiempo, se había iniciado un incendio que amenazó con destruir la jungla entera, mas ahora había encontrado su camino para florecer de vuelta, y así se veía casi tan imponente como sus comienzos. Los recuerdos no eran placenteros, pero no lo desmotivaron a seguir, recordaba que, al menos en esos tiempos, habían templos en el territorio, seguramente el absol estaba detrás de esos si aún existían.

Mythical Hex - ESPAÑOLDonde viven las historias. Descúbrelo ahora