𖹭 . 𝗍𝗋𝖾𝖼𝖾

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El miembro ahora duro del mayor se encontraba en los labios de Sunoo, que sonrió levemente al sentir la dureza en sus belfos. Era como su nuevo dulce que le encantaba chupar y lamer.

Riki llevó su cabeza atrás, exhaló, y su mano se dirigió a la cabeza del menor, acariciando su cabeza mientras relamía sus labios. Puede que había olvidado la sensación, porque en cuanto sintió la calidez de los labios contrarios inhaló profundamente, y volvió a exhalar.

En un momento a otro, Riki no supo de dónde Sunoo aprendió eso, la cabellera negra comenzó a subir y a bajar en su miembro, haciéndolo gemir.

El simple hecho de tener a Sunoo de esa forma le provocaba cosas que no había sentido con nadie más, que su miembro estuviera en su boca superaba todos los límites de sus más oscuros y perversos sueños. Tragó saliva al escuchar al más bajo quejarse en cuanto sacó su miembro de su boca.

Relamió sus labios, sus manos comenzaron a moverse en su miembro, y sonrió.

—Pondré el preservativo. — De su bolsa sacó uno, rompió la envoltura de la forma correcta, comenzando a enrollar el miembro de Riki en el látex, quien gimió de manera involuntaria. Rió al poner su mano en él y comparar el tamaño. Era tan grande.

De una manera cuidadosa se quitó las bragas y el short, dejándolas por el asiento trasero, y se intentó acercar al otro, posicionando sus piernas a cada lado de las contrarias, dejando el erecto falo del otro rozar contra su coño, y puede que ambos rieron, pero estaban nerviosos.

Los ojos tristes de Riki sólo veían su miembro erecto mientras sostenía la cintura de Sunoo, y suspiró. Una de sus manos se dirigió a su clítoris, donde comenzó a acariciarlo, haciendo que su mejor amigo gimiera bajo en su oído.

El chico se retorció en su pecho, gimiendo sin cesar, y se recostó en su hombro. Una canción clásica sonaba de fondo, que casi tapaba los gemidos de Sunoo.

Era una canción romántica que no concordaba para nada con sus acciones, las cuales eran rudas y necesitadas.

Relamió sus labios, miró los del menor, y se aceró para besarlos, tomándolo por sorpresa. Nunca se iba a cansar de besar a Sunoo, podría pasar más de mil años besándolos, sintiendo los suaves que son, la calidez con la que lo recibía, los gemidos que eran ocultos por el beso. Incluso parecía que el pelinegro sentía algo por él en ese beso.

Se separó de Sunoo, tragando saliva, y su mano fue a la mejilla contraria, comenzando a acariciarlo. Acunó su rostro de una manera tierna, viéndole a los ojos.

"No quiero que sólo sea un polvo." Fue la frase que nunca dijo.

Sus ojos tristes se dirigieron a la radio, después a la palanca, y luego de un buen rato, volvió a ver al menor. Apartó un mechón que caía en su bello rostro, sonrió al verlo, y su pulgar comenzó a repartir caricias sobre esa mejilla regordeta que siempre amaba acariciar.

Mejilla que próximamente alguien podría acariciar.

Riki no lo culpaba, sabía que eso era algo justo porque él jamás se habría atrevido a confesarle a Sunoo lo que en realidad siente por él, y en cambio, se había quedado callado, disfrutando un simple toque cálido de su mejor amigo. Y era completamente consciente de eso.

Sólo volvió a suspirar.

—Voy a meterlo.

—Con cuidado. — Dijo, sujetando su cintura. Lo acarició, riendo y viéndole.

La belleza de Sunoo era increíble, Riki pensaba que él era el chico más hermoso en toda la tierra y que era totalmente encantador, tierno, agradable, y en pocas palabras, la mejor persona del mundo. Así que sus ojos viajaron por todo el rostro del menor mientras lo analizaba detenidamente, sonriendo al ver esas tiernas mejillas sonrosadas. Él de la misma manera sonrió.

El ruido de una nalgada resonó, la música clásica seguía, pero ambos gimieron, Riki al sentir la estrechez del interior de Sunoo, y éste último por ser llenado por completo. Ahora eran sólo uno.

El ceño fruncido del mayor le gritaba a al menor que lo estaba disfrutando, el vapor que empañaba las ventanas del auto, la gota de sudor que recorría su frente aunque fuera invierno. Sunoo sintió latir su corazón más fuerte, y en el fondo, muy en el fondo, sabía que no era por la cansada acción que estaban cometiendo. Rió, viéndole a los ojos.

Y no recordaba que los ojos de su mejor amigo fueran tan tiernos, claros y lindos, hasta que hizo eso.

Él volvió a acercarse para besarlo, sintiendo cómo su corazón latía en su boca, y gimió en medio del beso al sentir un leve movimiento de caderas involuntario. Sólo se separó, tragó saliva, gimió, y volteó a verlo de manera tímida.

—La verdad es que ya no sé que hacer. —Confesó, apenado, haciendo reír a su mejor amigo. Ahora amante —. Nunca lo había hecho.

—Yo tampoco. — Rieron, viéndose, y se volvieron a besar mientras gemían en sus labios.

Besos húmedos suavemente repartidos por todo el cuello del menor, sus manos que se dirigían a los cabellos grises del contrario, y sobre todo, gemidos. Sunoo había comenzado a moverse de manera circular, como había visto en unos videos, logrando que el mayor gimiera alto, apretando el agarre en su cintura. Su cuello se veía totalmente apetecible, sus labios hinchados y entreabiertos. Era una imagen sorprendentemente deliciosa para el pelinegro, que sólo veía todo sorprendido.

Jamás había pensado así sobre su mejor amigo. Gimió cuando elevó su cadera unos centímetros y se dejó caer, pero en medio de todo, de una manera torpe, la imagen de Jungwon llegó a su mente.

El maldito Jungwon jamás podría hacer lo que estaban haciendo ellos dos, y deseaba que nunca lo hicieran.

En ese momento era totalmente posesivo. Relamió sus labios en cuanto volvió a repetir la acción, sin la imagen del chico rubio en su cabeza, y todo se volvió absolutamente más placentero. El roce de sus cuerpos, su sudor, los vidrios que cada vez se empañaban más y sus gemidos que, a medida que subía la velocidad, estos aumentaban.

Era el cielo, para ambos. El cielo dentro de un carro.

Mientras comenzaba a moverse más, se acercó a besar al castaño, rozando sus labios, o por lo menos, a acercarse a gemir sobre ellos. Se veían fijamente, gemían constantemente, lo estaban disfrutando.

Era realmente un goce.

Sus gemidos se volvieron entrecortados en cuanto sintió un movimiento brusco golpear en él, un sentimiento suelto en su vientre, y leves espasmos tocar su cuerpo. Segundos después escuchó cómo gemidos suaves salían de la boca del menor, cómo maldecía levemente, y después, cómo comenzó a respirar de una manera irregular. Se miraron, se besaron de nuevo, y Sunoo no quería admitirlo, pero sabía que ese día había cambiado todo.

Y puede que sus pensamientos también.





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──    𝖽𝗂𝖾𝗍 𝗈𝖿 𝗌𝖾𝗑   ୨୧   𝘀𝘂𝗻𝗸𝗶Donde viven las historias. Descúbrelo ahora