Traición, o quizás confusión.

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Carlos, con su viejo Mustang rojo, se detiene frente a la casa de Charles. La pintura desgastada del auto contrasta con la vibrante personalidad de Charles, que espera ansioso.

Tan pronto como se desliza en el asiento del copiloto, los dos se saludan con un beso suave y dulce.

— Buenos días, lindo.— le susurra Carlos, mientras Charles sonríe tímidamente y saca de su bolso el disco de Taylor que recién le regaló Carlos.

El álbum retumba a través de los altavoces y Charles, con una mezcla de melancolía y diversión, canta a todo pulmón mientras sus ojos se humedecen con las letras. Carlos lo mira de reojo, una sonrisa ladeada adornando su rostro mientras maneja a través de las calles.

Al llegar al colegio, el coche se estaciona en un rincón del estacionamiento. El ruido de la música baja hasta cesar y se despiden con un corto pero intenso beso.

Charles sale del auto y camina con paso seguro hacia la entrada del colegio, girando para lanzar una última mirada a Carlos, quien le guiña un ojo antes de desviar su mirada hacia su teléfono.

« Nos vemos en 5 minutos, estaré en los baños.»

Aunque se supone que debería seguir a Charles, en su rostro se dibuja un plan diferente.

Charles, por su parte, avanza hacia su casillero, revisando su reflejo en el pequeño espejo adosado a la puerta de metal. Retoca su brillo de labios y pasa sus dedos por el cabello, añadiendo volumen y perfección a su estilo.

— ¿Viste cómo Carlos ni siquiera entró a clases hoy?.— comenta una chica con tono insinuante.

— Sí, y justo después de dejar a Charles. Me pregunto qué estará haciendo... o mejor dicho, ¿con quién? — añade otro, soltando una carcajada burlona.

Charles se tensa, su corazón late más rápido. Quiere ignorarlos, seguir con su día, pero las palabras lo alcanzan, agudas como dagas. "No es cierto, Carlos no haría eso," piensa con el corazón dolido.

Las risas se intensifican, y el chico siente cómo el aire se espesa a su alrededor. Justo cuando parece que va a enfrentar al grupo, una mano se posa en su hombro. Es Sergio, con una mirada preocupada.

— Vamos, no escuches a esos tontos. Tú sabes cómo son.— dice su amigo, guiándolo lejos de las palabras venenosas. Charles asiente, agradecido por la intervención, aunque la semilla de la duda ya está sembrada en su mente.

El timbre suena, marcando el inicio de las clases. Los pasillos se vacían rápidamente.

— ¿Quieres hablar de eso?.— pregunta Sergio, mirándolo con preocupación mientras se detienen frente al salón de Charles.

— No... es decir, no sé. ¿Crees que podría ser verdad?.— responde, su voz quebrada por la duda.

— Carlos te quiere, todos lo vemos. No dejes que te afecte. Mira, ¿por qué no hablas con él después de clases?

Charles asiente, antes de entrar al salón, aún sintiendo el peso del mundo sobre sus hombros.

Mientras tanto, Carlos está sentado en una de las cabinas del baño de la escuela, su celular en mano. Tras unos minutos, la puerta del cubículo se abre y una figura masculina se desliza hacia adentro. Es Roberto, un chico del mismo grado que él. Sin una palabra, se acercan y se besan compartiendo un momento íntimo y lleno de adrenalina.

Los números y las palabras en el pizarrón se mezclan en un borrón indescifrable. Cuando finalmente suena el timbre, se apresura hacia fuera, decidido a enfrentar a Carlos, a obtener respuestas.

Lo encuentra apoyado en su Mustang, esperándolo como si nada hubiera pasado. Charles se acerca, su paso firme, su corazón latiendo desbocado.

— Necesitamos hablar.— dice sin preámbulos, su mirada fija en la de Carlos.

Carlos se pone nervioso, sus manos sudorosas se aferran al volante.— Sí, hablemos. Sube.

Una vez dentro del auto, Charles no puede contenerse más.
— ¿Por qué no entraste a clase?.

Carlos traga saliva, su mente buscando frenéticamente una excusa. — Lo siento, debería haber sido más claro. Estaba.... estaba o-organizando una sorpresa para ti, para nuestro aniversario. No quería que te enteraras antes de tiempo.

La sorpresa en el rostro de Charles es palpable, mezclada con alivio y todavía una pizca de duda. — ¿Una sorpresa? ¿De verdad?

— De verdad. Solo quería hacerte feliz.— responde Carlos, apretando las manos de Charles.

— Dios, lo siento mucho por dudar de ti.— su voz quebrada por la emoción y el arrepentimiento. Rápidamente, llena de besos a Carlos, aliviado y feliz por la supuesta sinceridad de su novio.

Mientras tanto, Carlos se siente aliviado al no ser descubierto y agradece al cielo la inmadurez e inocencia de su novio.

Mientras tanto, Carlos se siente aliviado al no ser descubierto y agradece al cielo la inmadurez e inocencia de su novio

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