Dulce aniversario

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Extienden una manta a cuadros sobre la hierba, justo a un lado del lago brindándoles un paisaje lindo y digno para celebrar su aniversario.

Carlos toma la botella de sidra, al descorcharla la espuma brotó cubriendo su rostro de gotas brillantes provocando que se ahogara al sentir el líquido dentro de su nariz.

Charles estalló en risas, sus carcajadas llenaron el aire, mezclándose con el suave murmullo del viento entre los árboles.

Todo a su alrededor pareció ralentizarse, como si alguien hubiera pulsado el botón de cámara lenta del universo, permitiéndole capturar cada detalle del rostro de su novio.

Los ojos de Charles eran dos esmeraldas vivaces, llenas de felicidad, encuadrados por una mirada tan cálida que podrían derretir el hielo más frío. Sus labios, suavemente teñidos de rosa, aún temblaban con los ecos de la risa. Observa cómo se mueven, fascinado por cada pequeño gesto.

Piensa en lo increíblemente dulce, tierno y genuinamente bueno que es Charles y esa rara habilidad de hacer que cada momento se sintiera importante y especial.

Carlos extendió la mano para limpiar una gota de sidra de la mejilla de Charles, quien capturó su mano entre las suyas, apretándola suavemente.

- Feliz aniversario.- dijo Carlos con una voz suave. Charles, con esa sonrisa que derretía se inclinó y depositó un suave beso en la comisura de sus labios. El mayor aún ensimismado ante la belleza del ojiverde comenzó a delinear con sus dedos cada facción hasta llegar a sus labios siendo tan gentil ante cada tacto. Rozó sus labios poniendo nervioso a Charles, se siente cohibido ante la mirada penetrante y admirada de su novio.

Carlos introduce lentamente su dedo índice y luego otro más haciendo que Charles los atrape dudoso, siguiendo con el juego, sus labios son capturados en un beso demasiado húmedo, es lento y diferente a los demás, sus lenguas danzan, se enredan y exploran sus bocas hasta cada rincón. Suelta suspiros y siente cómo su cuerpo va siendo recostado sobre la manta, se deja llevar pues Carlos lo hace sentir en un sueño, está completamente enamorado.

Entonces, sobre la suave manta a cuadros, bajo el cálido viento y el susurro del lago cercano, Charles se entregó completamente y por primera vez a Carlos.

El sol derramaba su calor sobre sus cuerpos entrelazados, como si bendijera cada caricia y cada suspiro.

Carlos acarició suavemente su rostro. perdiéndose en la profundidad de sus ojos verdes. Los dos se movieron juntos, un baile tan natural como la brisa que jugaba con las hojas sobre ellos. En ese instante, Carlos hizo que Charles viera estrellas en pleno día, le hizo gritar su nombre una infinidad de veces en un eco que danzaba entre los árboles y la soledad del lugar.

Cuando la tarde deslizaba y el cielo comenzó a pintarse en tonos naranjas y rosados, ambos se sumergieron en un silencio cómodo, regulando sus respiraciones y latidos.

Carlos descansaba tranquilamente, los brazos detrás de su cabeza formando un cojín improvisado, con los ojos fijos en el cielo, que se extendía vasto y azul sobre ellos.

Mientras tanto, Charles recostado boca abajo apoyando sus codos en la manta y recargando su rostro en sus manos con una sonrisa cansada pero radiante, observaba a Carlos con un brillo de admiración en sus ojos. Cada rasgo de su rostro, cada pequeño gesto, le recordaba por qué estaba tan profundamente enamorado de él. Deslizó la palma de su pequeña mano por la mejilla de Carlos, sintiendo la textura de su piel bajo sus dedos, y se inclinó para dejar un suave beso en sus labios. El contrario solo respondió con una sonrisa aún sin apartar la vista del cielo.

Charles sintió un cosquilleo de emoción y nerviosismo, como si todavía no pudiera creer todo lo que compartieron hace unos momentos. Intentando ocultar su emoción, mordió su labio suavemente mientras cambia su posición.

Se acurrucó más cerca de Carlos, colocando su cabeza sobre su fuerte brazo, ahora ambos mirando hacia el mismo cielo.

En la oscuridad de la habitación, bajo la Luz tenue de la luna que se filtra por las ventanas, Charles yace sobre su cama con los ojos cerrados recordando y tratando de no olvidar los suaves besos de Carlos, sus manos recorriendo su cuerpo y cada sensación que le hizo vivir.

Abrió los ojos y se incorporó ligeramente, apoyándose en los codos mientras alcanzaba el pequeño diario que reposaba en la mesita de noche.

" Querido diario, conocí a un chico que no solo iluminó mi corazón, sino que lo hizo brillar con una luz que nunca había conocido antes. Él ha hecho que mi corazón, frágil y delicado como el de una muñeca, se llene de una alegría vibrante y colorida."

BUBBLEGUM | Charlos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora