Querido diario....

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La tarde-noche caía, tras compartir momentos íntimos que ya se habían convertido en una dulce rutina desde el día de su aniversario, Carlos decidió tomar una ducha rápida en el baño de la habitación de su novio. El sonido del agua caía como una cortina de ruido blanco, mientras Charles, tendido en la cama miraba hacia el techo envuelto entre las sábanas que aún tenían el fuerte perfume de Carlos.

El celular del mayor, descuidadamente dejado sobre la mesa de noche, vibraba ocasionalmente, interrumpiendo el supuesto silencio que deseaba mantener. Al principio, intentó ignorarlo, diciéndose que no era correcto espiar, que debía confiar en él. Sin embargo, la curiosidad, mezclada con una inquietante sensación en el estómago, lo llevó a tomar el teléfono.

Sólo será rápido. Pensó.

La pantalla iluminada mostraba numerosas notificaciones de mensajes nuevos. Charles respiró hondo antes de desbloquearlo, su corazón latiendo un poco más rápido de lo normal, ni siquiera sabe el por qué sus manos tiemblan.

Los mensajes eran claros: coqueteos, propuestas de encuentros, preguntas sobre cuándo y dónde se verían. Charles sintió cómo la confusión y la incredulidad comenzaron a nublar su mente, pero fue un nombre en particular lo que lo detuvo en seco: Charlotte, su mejor amiga.

Con lágrimas apunto de caer, abrió la conversación con ella, solo para ver una serie de fotografías intercambiadas y mensajes que insinuaban mucho más. Antes de que pudiera leer más a fondo, el sonido de la ducha cesó, después de los pasos de Carlos. Por instinto, bloqueó el celular y lo dejó rápidamente de nuevo en la mesa de noche, girándose hacia la pared y cerrando los ojos, simulando estar dormido.

Carlos se vistió en silencio, caminó hacia la cama y se inclinó a dejar un suave beso sobre su frente. Sin una palabra, se marchó de la habitación, dejando a Charles con su corazón que se rompía en silencio.

Charles permaneció inmóvil, escuchando los pasos de Carlos alejarse. Cuando estuvo seguro de que ya había salido, se permitió girar, abriendo los ojos al techo sombrío de su habitación. Intentaba procesar lo que había visto, queriendo negarlo, queriendo creer que había una explicación razonable. Pero las imágenes y los mensajes eran claros y dolorosamente directos.

¿Cómo pudo hacerle algo así?

La atmósfera vibraba con la emoción del partido oficial de la escuela

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La atmósfera vibraba con la emoción del partido oficial de la escuela. Las gradas estaban llenas de alumnos, cada uno animando a su equipo con entusiasmo palpable. El equipo de Carlos dominaba el juego, y la euforia se extendía por el campo mientras el marcador se inclinaba a su favor.

El grupo de porristas hacia su rutina, siguiendo sus ritmos ante cada canción y cantando para animar a su equipo, todos con entusiasmo, menos una persona.

Charles, bailaba sin ganas, sus movimientos desanimados contrastaban con la energía vibrante de los demás porristas, especialmente de Charlotte, que no dejaba de animar a Carlos con gritos llenos de emoción cada que éste hacía una jugada.

El monegasco apenas y se dejaba cargar por sus compañeras, su mirada clavada en ambos con furia.

- ¿Pasa algo? No te ves muy bien.- aprovecha Alexandra a hablar cuando en esa canción le toca estar junto a Charles.

- Oh no, nada que deba preocuparte.- dice con desdén mirando de reojo a su supuesta mejor amiga.

El partido concluyó con una victoria aplastante y Carlos, como capitán, fue levantado en hombros por sus compañeros en un alarde de triunfo masculino que a Charles le pareció ridículo y vacío en ese momento. Sentado solo con sus pompones a un lado, aplaudiendo lentamente y mordiendo su mejilla interna mientras observa con desdén cómo Carlos se dejaba adular por las animadoras y sus compañeros de equipo. Cada susurro al oído, cada abrazo demasiado cercano, cada gesto de complicidad, ahora se hacían notar para él.

Antes, en noches como esta, Carlos hubiera corrido hacia él, levantándolo frente a todos como si fuera su mayor trofeo, su amor declarado frente a toda la escuela. Pero esta noche no hubo tal cosa. Carlos, tras darse cuenta de la ausencia de Charles en el campo, corrió hacia las gradas con una sonrisa que se desvaneció al recibir un estruendoso golpe en su mejilla provocando su cabeza ladearse, con la boca abierta y humillado quedó atónito.

- ¿Charles?..... ¿Qué...?

- ¡Te odio, Carlos!.- gritó con todas su fuerzas.

Confundido, Carlos observó cómo se alejaba entre los murmullos y risas contenidas de la multitud. Lleno de enojo, lo siguió hasta encontrarlo destrozado en su casillero, desgarrando fotografías y arrancando recuerdos de ambos para meterlos en una bolsa.

- ¡Charles! Necesito que me expliques por qué hiciste eso allá afuera.- dijo con enfado.

- ¿Explicaciones? ¡Yo soy quien las merece!.- seca sus lágrimas de forma furiosa.

- No sé sobre qué, deja de ser infantil ¡Acaba de ganar el equipo! Lo menos que....

La risa amarga de Charles lo interrumpió.

- Deja de fingir. Lo vi todo, los mensajes, las fotos, todo.

Carlos intentó acercarse para tomar las temblorosas manos de su novio, pero éste las quitó bruscamente.

- Basta Carlos, ya no vas a poder manipular la situación ni a mí.

- ¡Estás equivocado, Charles! Estás creando una escena por nada. Estás loco si crees que...

- ¿Y Charlotte? ¿Desde cuándo, Carlos?.- interrumpe con la voz rota.

Carlos se quedó en blanco, su boca abierta pero sin palabras. Charles negó con la cabeza, confirmando sus peores temores.

- Todo es un malentendido, te lo juro. Yo... yo jamás...

- ¡Déjame en paz, Carlos!.- cansado, lo empuja con fuerza para caminar por el pasillo, suspiró frustrado al notar cómo lo sigue.

- ¡Te amo, cielo! Podemos arreglar esto, por favor...- ése tono desesperado hizo eco en la mente de Charles haciéndole sentir bien de repente.

- Se acabó.... ¡Terminamos!.- sin más, salió de la escuela.

Carlos, que quedó paralizado, viendo cómo la figura del que había sido su novio desaparecía en la oscuridad de la noche. El cambio en Charles era palpable; ya no era el chico dulce y enamorado de antes. Carlos, desesperado y confundido, se quedó solo, incapaz de moverse.

Charles regresó a su casa, caminó a través de la sala y subió las escaleras, sus pasos resonando con cada latido acelerado de su corazón herido. En cuanto entró a su habitación, un grito mudo de frustración se escapó de sus labios, y con un gesto brusco, lanzó su bolso y otras pertenencias por todo el lugar.

Se dejó caer sobre la cama, su cuerpo temblando por la mezcla de ira y tristeza. Debajo de las almohadas, sus dedos encontraron el contorno de su diario, lo sacó y lo abrió con furia, las páginas crujieron bajo la presión de sus emociones.

Rápidamente secó las lágrimas que manchaban su rostro, tomando un momento para calmar la respiración entrecortada. Entonces, con un lápiz tembloroso, comenzó a escribir en la última página disponible,

"Oh, querido diario, terminé con el chico de mis sueños, lo odio, estamos separados.
Querido diario, bienvenido a mi nueva vida. "

BUBBLEGUM | Charlos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora