Un lugar congelado en el tiempo.

16 0 0
                                    

-¡Haru!, ¡Reacciona!

Misaki sacudía el cuerpo de Haru con desesperación, anhelando que volviera a la vida, pero parecía estar atrapado en el suelo, inmóvil como una estatua. La mano de Haru se aferraba a la vela con la que iluminaba aquella estela azul en forma de rosa, un recuerdo encapsulado en un desierto congelado en el tiempo dentro de una noche azul con estrellas resplandecientes.

No era difícil acceder a aquel lugar, pero la rosa... Aquella rosa era algo que Misaki había pasado por alto hasta ahora, como si nunca la hubiese existido, cosa casi imposible, pues su resplandor iluminaba la arena a su alrededor como un faro perdido en la oscuridad.

-No va a responder - dijo el Zorro con calma.

-¿A qué te refieres? - exclamó Misaki, al borde de las lágrimas - ¡Su luz se desvanece, devuélveme a mi amigo!

El zorro inclinó la cabeza, acercándose con cautela a Haru, olfateando su aura con atención. Por un instante, sus ojos reflejaron sorpresa.

-Por supuesto - declaró con exaltación, como si hubiera descubierto el propósito de la existencia misma.

-¿Qué? ¿Qué le sucede? - preguntó Misaki con impaciencia, incapaz de contener la angustia que invadía su ser.

-Como les mencioné antes, la Rosa aparece para aquellos que la necesitan, para aquellos que necesitan recordar - comenzó el zorro, su voz cargada de sabiduría ancestral -. Hace mucho tiempo, la rosa representaba el recuerdo perdido de un viejo amigo, su esencia y la carga de haberlo olvidado. Por eso, el sentimiento contenido en ella te permite viajar y encontrar lo que has perdido.

-¡Pero eso debería ser bueno!, ¿no? ¿Por qué Haru no ha regresado? Los recuerdos no deberían durar tanto.

El zorro dirigió una mirada triste hacia Misaki.

-Parece que tu amigo no desea volver... - sentenció con pesar.

Misaki observó a Haru con creciente preocupación.

-No, no puede ser. Haru estaba bien con todo. Él no sentía ningún tipo de...

-Había una vez un niño solitario... - comenzó el zorro, interrumpiendo los pensamientos de Misaki -. Un niño que había dejado todo atrás; amigos, familia... Ese niño conoció a mi viejo amigo, el niño de la bufanda amarilla, un niño brillante. "Así que cuando mires hacia el cielo por la noche, será como si todas las estrellas estuvieran riendo", le dijo antes de partir.

Misaki escuchaba con atención, aunque un tanto confundido por las palabras enigmáticas del zorro.

-El niño no entendió eso y aún buscaba al principito entre las estrellas. Me temo que ahora está atrapado en un eterno recuerdo que hace mucho había olvidado, pero anehlaba con fuerzas recordar.

Misaki comprendió al instante que no estaban hablando de una simple historia, sino de Haru.

-¡Debo encontrar a mis amigos! Debemos salvarlo - exclamó Misaki, decidido a enfrentar cualquier adversidad.

-Cuando lleguen, puede que sea demasiado tarde, y puede que tus amigos no sean capaces de verla...

-Pero... ¿Por qué? - preguntó Misaki, desconcertado por las palabras cripticas del zorro.

-No se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos - pronunció el zorro antes de desvanecerse en la bruma del recuerdo.

-Lo esencial es invisible a los ojos - repitió Misaki para sí mismo, dejando que esas palabras resonaran en su alma como un eco de verdad universal.

Sin saber qué hacer, el miedo se apoderó de su mente y lo que hace solo unas horas parecía una tarea sencilla ahora se transformaba en una pesadilla. Se encontraba en una encrucijada emocional, temeroso de enfrentarse al pasado. Momentáneamente, apartó la mirada de la rosa, buscando desesperadamente claridad en medio de la confusión.

Entonces, sin previo aviso, la rosa, la cual emanaba constantemente un aura de nostalgia, comenzó a desvanecerse, al igual que Haru. Al estar su alma conectada a la Haru, Misaki sentia como parte de el se desvanecía también.

-¡Misaki!, ¡Haru! - se escuchó una voz distante, como un eco lejano en un largo tunel. Mizu lo había sentido también aparentemente, puesto que estaba llegando en el momento indicado.

-Mizu... - susurró Misaki, sintiendo la presencia reconfortante de su amiga en la distancia.

Quiso correr hacia ella, pero al girarse, vio que tanto la rosa como Haru estaban a punto de desaparecer por completo. Era ahora o nunca, actuar o perder a su amigo para siempre.

La silueta de Mizurora se recortaba en el horizonte, pero ya no había tiempo. Misaki se despidió con un gesto y, con determinación, iluminó el recuerdo con su vela, fundiéndose instantáneamente con él.

"Sin mi amigo a mi lado,
estas puestas de sol son menos dulces.
Me pregunto si algún día se arrepentirá", se escuchó una voz distante, antes de que una luz cegadora lo envolviera todo, sumiendo a Misaki en un mar de recuerdos y preguntas sin respuesta.

Las luciérnagas del páramo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora